EL WUNDERTEAM

En una época donde se ven cada día más equipos con entrenadores que tratan de priorizar el juego colectivo y la pelota al pie, durante los años treinta, hubo un seleccionado que supo cautivar al mundo con su virtuosismo y elegancia. El nacimiento del fútbol moderno tuvo su máxima expresión en el genio de Meisl, los pies de Sindelar y el seleccionado austriaco. Por Manuel López      

Quizás para muchos, el fútbol de austriaco sea totalmente desconocido. El último antecedente de Austria durante un mundial fue en Francia 98, un paso sin pena ni gloria, donde quedó eliminado en la primera ronda. Sin embargo, durante la década del treinta hubo un equipo que supo deslumbrar al mundo con el juego que desplegaban: lo apodaron el Wunderteam.

Antes de hablar del equipo maravilla (wunderteam en castellano) debemos hablar de cómo se gestó esta idea de juego, totalmente novedosa y extraña para la época. Para ello es necesario hablar de dos personas. El primero es Jimmy Hogan, un inglés que impartió una concepción del fútbol que revolucionó el deporte y dejó en la memoria de muchos el recuerdo de dos grandes seleccionados. Uno de ellos es el wunderteam, el otro es el de los mágicos magyares de Hungría. Es así como surge la famosa Escuela del Danubio. Su nombre se debe al río Danubio que atraviesa tanto Viena como Budapest, capitales de Austria y Hungría.

Hogan adoptó la modalidad de fútbol escocés, donde el juego se entendía de una forma distinta a la inglesa. Dejando de lado el choque y los arrestos individuales, priorizó la pelota al pie, pases cortos y el juego colectivo. Aquí es donde aparece la figura de Meisl, segunda persona en cuestión, que adoptó los conceptos modernos de Hogan para plasmarlos en el seleccionado austríaco.

Su cargo como entrenador comienza en el año 1912; sin embargo, los conflictos bélicos ocasionados por la Primera Guerra Mundial hicieron que deba dejar la dirección técnica para prestar sus servicios en el ejército. Su retorno se produjo en 1919 pero alcanzaría el éxito a principios de la década del treinta. Para que tan majestuosa obra pudiera plasmarse fue necesaria la presencia de un gran jugador: Mathias Sindelar.

Matthias Sindelar
Matthias Sindelar

Conocido como el bailarín de papel o el Mozart del fútbol, cautivó a los amantes del fútbol por su elegancia y talento. De aspecto endeble y delgado, portador de la número 9 en la espalda, era quien organizaba el fútbol del wunderteam dentro del campo de juego. Austria era un equipo que se caracterizaba por su disposición ofensiva y por la presión que ejercía sobre los rivales.

Durante la cita mundialista de 1934, en la Italia de Mussolini, Austria era candidato a llevarse el trofeo Jules Rimet (antigua copa mundial). El otro aspirante al título era Hungría e Italia por tratarse del dueño de casa. Los antecedentes avalaban a los dirigidos por Meisl: 14 partidos sin conocer la derrota. El fin a tan importante cosecha se produciría en Stamford Bridge, tierra de los inventores del fútbol. El resultado fue 4 a 3 en favor de Inglaterra.

En la competición preliminar, vencieron por 2 a 1 a combinado francés. En cuartos de final el rival de turno fue Hungría. Todos avecinaban un gran partido, debido al juego que ambos seleccionados desplegaban. El resultado fue 2 a 1 en favor de Austria, en donde primó la fortaleza más que el virtuosismo. El viento soplaba a favor del wunderteam pero se presentó un problema llamado Italia.

La nazionale contaba con un equipo nutrido de argentinos: estos eran Luís Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Atilio Demaría. También estaba el brasileño Guarisi, que fue parte del plantel mundialista. Era evidente la ambición de Mussolini, no solamente quería organizar la copa sino que también estaba obsesionado con ganarla.

Para Italia no se trataba de un partido cualquiera, además de jugar por la gloria deportiva estaban en juego sus vidas. Una prueba que reafirma lo dicho es el telegrama que había enviado Mussolini antes que comenzará la competición mundialista. El mensaje fue recibido por los dirigidos por Vittorio Pozzo. Este decía: vittoria o la morte.

El partido culminó 1 a 0 para la azzura. El gol lo marcó Guaita a los 10´ del primer tiempo. El juego colectivo no se pudo plasmar gracias a la táctica italiana y al marcaje hombre a hombre que le propinó Luís Monti a Mathias Sindelar. El circuito de juego austríaco se vio anulado, sumado a la gran actuación del portero Giampiero Combi a y la sospechosa imparcialidad de Iván Eklind, árbitro del encuentro.

El sueño austríaco se veía devastado y sucumbía ante el fútbol de una Italia que debía ganar el campeonato, sea por medios propios o ajenos. Finalmente, el equipo de Meisl debió disputar el tercer puesto ante Alemania. El 16 de junio de 1934, sin la presencia de Sindelar en el equipo, Austria cae ante el conjunto germano por 3 a 2.

Si bien el wunderteam disputaría la final de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, el esplendor que supieron desplegar se había resentido. Una vez más la estampa de Italia se haría presente para terminar con las aspiraciones de Meisl y compañía.681tn_1936 Germany--XIth Olympiad Berlin 1936.2

Austria había dominado la escena Europea durante años pero no tuvo la posibilidad de hacerse acreedor de ningún título. El golpe de gracia llegaría con el Tercer Reich y la anexión a Alemania. Hitler quería contar con la magia de Sindelar y del seleccionado austríaco de cara al mundial de 1938. La despedida del equipo maravilla fue en un partido amistoso ante Alemania, en donde se celebraba la unión de ambos equipos. Con la sugerencia de perder ante el seleccionado del Führer, el bailarín de papel optó por desoír aquellas palabras.

El 23 de enero de 1939 Mathias Sindelar fue encontrado muerto en su departamento junto con su pareja. La negativa a sumarse al equipo alemán, más el acto de rebeldía asestado ante las narices de Hitler, hacen descreer que se haya tratado de un mero suicidio por inhalación de gas, sino de un trabajo de inteligencia llevado a cabo por la GESTAPO. La esperanza y el anhelo de un futuro prometedor habían terminado con la muerte de Meisl y luego con el fallecimiento de Sindelar.

 

 

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