GENOCIDIO ARMENIO. UN SIGLO DE SILENCIO

PARTE 1:PREPARATIVOS DE LA MASACRE   

El próximo 24 de Abril se cumplirán cien años de la fecha que es tomada como el comienzo del genocidio de la población armenia. En esta primera parte, ANCAP hace un repaso histórico por los antecedentes que demuestran que el exterminio comenzó aún antes de aquel 24 de abril, y que fueron los preparativos de un macabro plan del por entonces, Imperio Otomano.

Por Diego Ferraro.

diegoferraro.ancap@gmail.com

Poco (o nada) hace la educación pública o privada por enseñarnos en nuestros años de escuela algo de historia contemporánea. Si el flagelo del nazismo es apenas abordado, el exterminio de la población armenia ni siquiera es mencionado. A un siglo de su etapa más oscura, el pueblo armenio pega un grito en el medio del bosque, pero el ruido no es tal si no hay nadie que lo escuche; apenas poco más de una veintena de Estados (entre los cuáles se encuentra el argentino) han reconocido a esta masacre, ejecutada entre 1915 y 1923, como un genocidio. El pueblo Armenio pudo gritar al mundo su verdad, pero los países que se encargan de masificar y señalar la bonhomía o la maldad de los líderes políticos, le han mutilado también las palabras, queriendo esconder bajo la alfombra las evidencias de una realidad consumada. El espíritu luchador de una población que ha pasado penurias a través de todos los siglos logró esquivar la censura y llevó por el mundo su causa al grito de “Turquía.Estado Genocida” y evidenció que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

A lo largo de estas dos entregas, serán expuestos los precedentes y la ejecución del exterminio propiamente dicho. En esta primera parte, he realizado una recopilación histórica la cual evidencia los hechos que antecedieron a la masacre final, comenzada en 1915.

La Nación Leal

El sultan en caricatura
El sultan en caricatura

Para el último cuarto del Siglo XIX, la pérdida de fuerzas del Imperio Otomano era evidente. En 1877-78, la derrota en la guerra Imperial Ruso-Turca significó una serie de pérdidas considerables desde lo territorial, estratégico y político. El Tratado de San Stefano, impuesto por el Imperio Ruso al finalizar la guerra, incluía entre otras cosas la independencia de Serbia, Montenegro y Rumania, y una semi independencia de Bulgaria. La vulnerabilidad otomana estaba en evidencia, y estos no querían más sorpresas puertas adentro.

En paralelo y en las entrañas del mismo imperio, algunos movimientos de tinte nacionalista se habían difundido entre los pobladores de origen armenio. La opresión turca ya era insostenible para las diversas etnias, y los armenios no ocupaban un lugar cómodo. Durante más de seis siglos, la convivencia fue pacífica, pero los recortados derechos que poseían sumado al triunfo de otros movimientos independentistas colaboraban para tensar la cuerda.

Los turcos llamaban a los armenios Nación Leal,  debido a la armonía con la que convivían con los diferentes grupos étnicos o religiosos. No tenían problemas mayores con la autoridad central, las disputas religiosas no eran de magnitud y no había conflictos considerables pese a tener menos derechos que los súbditos musulmanes. Sin embargo, este último punto comenzó a tomar relevancia y sería eje en el futuro. Ante las leyes islámicas, los armenios eran considerados dhimmi , nombre que se le otorgaba a judíos y cristianos que vivían en Estados islámicos, los cuáles eran tolerados a cambio del pago de determinados impuestos especiales y la aceptación de un posición social inferior, tal como lo establece la sharia (ley musulmana). Como una gran cantidad de leyes a nivel mundial, difieren en la práctica: era un hilo delgado que oprimía permanentemente a los no musulmanes que habitaban el imperio; cualquier decisión unilateral de la autoridad islámica podía suspender sus derechos, imponer arbitrariamente impuestos nuevos, secuestrar a los jefes espirituales dhimmis y pedir rescate por ellos, o aún peor, poner en acción el impuesto de sangre, el cuál consistía en el reclutamiento forzoso de niños a las tropas para enviarlos a los frentes de batalla del Imperio.

Las Masacres Hamidianas

Para fines del Siglo XIX, la población armenia ya no toleraba semejante maltrato. Considerados ciudadanos de segunda aún en su propia tierra, influenciados por los pensadores iluministas europeos y envalentonados por la independencia de poblaciones que habían pasado por sus mismas penurias, las ideas nacionalistas se hacían fuertes en el interior de cada armenio. A sabiendas de su importancia en el Imperio, amparados en que varios de los sultanes más brillantes de los otomanos habían sido de origen armenio, no estaban dispuestos a seguir tolerando la desigualdad y las restricciones que sobre sus espaldas cargaban. Pero el imperio Otomano no estaba dispuesto a seguir debilitándose, y mucho menos a perder tierras, mano de obra y soldados para las innecesarias guerras.

Guiados por el sultán Abdul Hamid II, los turcos procedieron a desterrar las ideas reinantes entre los rebeldes por medio de la violencia y el terror. El sultán ordenó evitar todo tipo de negociación con los, para así provocar una sublevación que sirviera de excusa para desatar ríos de sangre de manera justificada. Una vez ofrecida la resistencia, a Abdul Hamid II (de su apellido el nombre de “masacres hamidianas”) no le tembló el pulso e instauró el terror entre los pobladores: entre 1894 y 1897, aproximadamente 300.000 armenios perdieron la vida a manos del Sultán rojo, como fue tristemente conocido. Hamid II dio libertad de acción a los kurdos para eliminar progresivamente a los elementos cristianos que habitaban dentro de los límites del imperio, y estos no tuvieron reparo en desatar atrocidades: desde enriquecerse de bienes robados a las víctimas, a abusos sexuales de mujeres y niños. El hecho más emblemático de esta etapa fue la quema de la catedral armenia en la ciudad de Urfa, con 3000 refugiados dentro.

Para 1897, el sultán dio como finalizada la causa armenia. Por aquel entonces, el Imperio Otomano decidió cerrar las instituciones y restringir los movimientos políticos armenios. Pero, pese a la instauración del miedo y la violencia, rendirse ante tanta desigualdad no era una opción.

Los jóvenes Turcos, el principio del fin

Hacia 1900, la situación en los adentros del imperio era por demás tensa. Obreros y campesinos reclamaban garantías, derechos constitucionales y el fin de una explotación inhumana. No toleraban más ser tratados como ciudadanos de segunda soportando vejámenes a los que las Cortes hacían la vista gorda.

250px-AdanaChristianQuarterUn grupo de dirigentes tomó el reclamo de las masas y diversas etnias, que convivían dentro del Imperio, y para 1905 tenían un plan secreto para la toma de la ciudad de Estambul y el poder que ostentaba Abdul Hamid II. Se conformaron bajo un partido llamado “Unión y Progreso” de los Jóvenes Turcos; y sus dirigentes conocían perfectamente a los armenios, el poder de sus intelectuales para organizar e idear cualquier tipo de revolución, y la valentía que estos tenían ya sean hombres o mujeres a la hora de la lucha.

Los principales referentes de los Jóvenes Turcos prometían la representación parlamentaria de todas las minorías étnicas, con lo cual la comunidad armenia se sintió esperanzada y se encolumnó detrás del nuevo movimiento.

En abril de 1908, los Jóvenes Turcos decidieron entrar en acción, y lograron derrocar a Abdul Hamid II, y en lugar del depuesto sultán nombraron en su reemplazo a Mehmed V, quién casualmente era su hermano. Pero ¿cuál era el verdadero plan de los Jóvenes Turcos? ¿Realmente deseaban la inclusión y representación parlamentaria de las minorías étnicas? De ninguna manera. Pese a poner en funcionamiento al parlamento una vez tomado el poder, con representantes armenios entre ellos, el plan tramado desde la formación del partido era muy distante de esta primer puesta en escena, y el pueblo armenio era actor principal en ella. Lejos de un plan cohesivo de todos los pueblos del imperio, los mayores exponentes de los Jóvenes Turcos ideaban en las sombras la “Turquificación” del Imperio. En las reuniones del partido, hablaban de los armenios como enemigos internos, mencionaban que sería imposible “turquificarlos” por la fuerza y que en una posible batalla, se pondrían del lado de quién colaborara con la creación de un Estado Independiente Armenio. Con el antecedente aun en las retinas de la Causa Búlgara, que tuvo como resultado la independencia de esta nación, el debilitado Imperio Otomano no toleraría una Causa Armenia.

Hacia Oriente y bajo el control de Rusia, había varios pueblos de origen turco que de ser recuperados darían un nuevo impulso al Imperio. El nuevo gobierno quería formar un mercado común turco para reactivar al gigante dormido, teniendo la ventaja comercial en una época de avance de las embarcaciones de tener salida al mar mediterráneo. Este proyecto era conocido como Panturquismo. Para llevarlo a cabo, solo existían dos obstáculos: Rusia, como enemigo territorial e imperial, y los armenios, que si lograban su independencia podían convertirse en un obstáculo para Turquía respecto de otros pueblos de origen turco. El temor radicaba en que alguna potencia enemiga de Turquía ayudara al pueblo armenio para su liberación y la consolidación de un Estado Independiente. Todo en el más absoluto de los silencios, buscando la adhesión de sus futuras víctimas, esas mismas que reclamaban derechos sociales y civiles, y levantaban las banderas de la igualdad, soñando que la representación venía de su mano.

La Masacre de Adana

El-Imperio-Otomano-1914En Marzo de 1909, el ex sultán Abdul Hamid II lanzó una contraofensiva al gobierno de los Jóvenes Turcos, en busca de recuperar el poder perdido. Durante un breve período, retomó sus poderes dictatoriales y en este marco de disputa del poder, el pueblo armenio se vería seriamente afectado.

Abdul Hamid II levantó a las masas en contra de los Jóvenes Turcos, y de todos aquellos que apoyaran sus ideas. Apelando a los más reaccionarios musulmanes, pedía la re institución de la ley que privilegiaba a las personas que pregonaban esta religión.

En el marco de estas tensiones, en la provincia de Adana había choques étnicos religiosos entre turcos y armenios, pero con el agravante que se habían sumado a la lucha varios grupos anti-armenios, dispuestos a cualquier atrocidad para recuperar el control de la ciudad. A lo largo del mes de abril de 1909 se reportaron alrededor de 30.000 armenios muertos. El gobierno Otomano había enviado al ejército para reestablecer la paz, pero fue acusado de provocar hechos aún más graves que los grupos civiles, y de comportarse con especial violencia y saña hacia la población armenia.

El fin de la ilusión

Los Jóvenes Turcos recuperaron el poder rápidamente, y pusieron en efecto nuevamente la constitución que los había llevado hasta allí, aquella que incluía minorías étnicas y que les prometía representación parlamentaria y derechos que no los convirtieran en ciudadanos de segunda respecto de los musulmanes.

Para julio de 1909, anunciaron el procesamiento de varios funcionarios del gobierno y altos militares por estar implicados en “las masacres armenias”.

En ese entonces, varios grupos de autodefensa armenios habían notado que el discurso de los Jóvenes Turcos no se llevaba a la práctica. Los dirigentes armenios que representaban a su comunidad en el parlamento, se daban cuenta que aquella constitución era una farsa.

El pueblo armenio seguía en plan de liberación e independencia, mientras el gobierno turco ajustaba detalles para un plan de exterminio, que debía llevar a cabo para la eliminación al que consideraba un enemigo interno, y como plan de reinstauración de un plan Imperial. Sólo les hacia falta una buena excusa para poder llevarlo a cabo. Las tensiones Imperiales en el mundo se aceleraban, ante la falta de mercados para la colocación de sus mercancías. Una guerra mundial estaba en el horizonte. La excusa perfecta, para ejecutar un plan de aniquilación.

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