EL PUEBLO COLOR HUMO

Por R.A.L para Ancap

Entre Tobas y Matacos

Año 1971, trabajo en Juan José Castelli, Chaco.

Corría el año 1971, conocía ya el trabajo que se realizaba en dicho lugar. Fue una decisión muy personal, partí sola hacia el norte de nuestra Argentina.

Lentamente junto al equipo de gente que allí trabajaba me fui incorporando.

Asumí dos trabajos: uno, en el pueblo como docente para niños de la comunidad y el otro , el fundamental para mí, en el barrio toba.

Era en una bicicleta roja en la que arribaba, recibida por niños que corrían con una sonrisa a recibirme; al grito de maestra…!!

Me alojé y viví durante un año en la pensión que ofrecía la familia que habitaba la casa del encargado y responsable dela estación detren de Juan  JoséCastelli.

Era una de las últimas estaciones del Chaco. Desde la ventana de esa habitación se escuchaba temprano, no hace falta porque ya aclara con la palabra temprano), la llegada y partida del tren.

1971 Onganía-

En este tren viajaban criollos y a veces aborígenes, transportando equipaje y animales. El canto de las gallinas se escuchaba día a día, conversaciones, gritos y una campana que anunciaba la llegada y partida del viejo tren.imagen_nota_1349952779-0

De la pensión partía en mi bicicleta roja rumbo al barrio Toba, por caminos de tierra. Mucho calor y mucho sol.

Mi primera entrada al barrio, me marcó de por vida;tapera, niños descalzos, hombres y mujeres,padres, madres, todos haciendo un pequeño fuego para cocinar, comer lo que se podía y lo que se tenía, era lo mismo que la nada.

Emplazada en medio del barrio, una escuela, levantada en 1971, con ayuda privada (Estado ausente). Dos aulas grandes y amplias; cuyas ventanas y puertas mostraban a través de ellas la carencia, el olvido, la desigualdad. La falta de compromiso, la explotación, la mezquindad. En un tercer espacio de la escuela, más pequeño, se había colocado una cocina donde se preparaba y ofrecía merienda a todos los niños del lugar.

Por la mañana funcionaba la escuela primaria, por la tarde se recibía a los más pequeños. Se ofrecían juegos, juguetes y canciones. Mediante la actividad lúdica trataba de comunicarme con ellos. Contenerlos. De manera muy extraña entre dialecto castellano y señas con sonrisas más juegos y canciones fui formando parte de ese grupo de pequeños.

Por la noche funcionaba un centro de alfabetización para adultos, creado por la provincia del Chaco.

-Oh sorpresa!

El estado presente!

Libros- Cuadernos –Lápices-juguetes-pelotas. Todo formaba parte de un mundo desconocido de mis paisanitos.

Tengo en mente un recuerdo, es como una película o fotografía. Una tarde como tantas en medio de un calor agobiante, viento norte incluido, tierra seca.

¿Cuál fue mi asombro al verlos sentados, parados , abrazados a los juguetes, sin saber qué hacer, cómo jugar. No sabían jugar.

Para ellos el juego era solo una pelota de trapo rota y…. nada más.

Fue todo un aprendizaje mutuo. Ellos y yo nos enriquecimos y cambiamos la vida.

En el micro de viaje hacia el Chaco, primera parada Resistencia y de allí a Juan José Castelli, toda una expectativa nueva se había abierto ante mí. Fue mi compañera de pensión una profesora en letras. Venida de Resistencia, trabajaba en el colegio secundario del pueblo. Compartí con ellas charlas, salidas y cafés. Ella bautizo a Juan José Castelli: “EL PUEBLO COLOR HUMO”, triste y olvidado.images (2)

LA ENFERMEDAD

El albergue de Monte Alto, contaba con escasas veinte camas, luego fue trasladado a la vieja escuela, porque el centro educativo ya funcionaba en el barrio Toba. Ese nuevo albergue fue acondicionado para atender a los aborígenes que precisaban tratamiento de Tuberculosis. Esta enfermedad no tenía en cuenta sexo ni edad, diezmaba, mataba…

Es importante destacar que todos los aborígenes del barrio Toba se encontraban allí por enfermedades, cosechas de algodón, explotadas, mal alimentadas, concluían en ese espacio para ser ayudados en su salud. No sé si denominarlo espacio.

Asistencialismo.

El final de la ruta muestra familias enteras, enfermas, viviendo en taperas, muchos de ellos ya entregados a una situación de marginación, exclusión, robo y ser corridos de sus espacios y de sus tierras.

Continúa el año 1971, una pequeña clínica habilitada transcurrieron algunos meses de este año. Siempre con la ayuda de particulares, el Estado ausente.

Ahí se atendían paisanos (Tobas) y criollos, gente del pueblo. El paisano al menos un beneficio, ser atendido en forma gratuita.

Una sala en la clínica con muy pocas camas cobijaba a niños paisanos Tobas, estaban internados con deshidratación y desnutrición. (Recordemos año 1971, hoy 2015 sucede lo mismo)

Recuerdo los días lunes y martes, todos los paisanos Tobas para ser atendidos por su tuberculosis. Esos dos días recibían alimento completo y los días restantes una carencia absoluta de ingesta.

Yo sentía que era luchar contra un molino de viento.

Se trabajaba mucho con la artesanía, ellos eran grandes expertos en tejidos, ponchos, alfombras, bolsos, fajas, carpetas, sombreros de palma y totora; sumado a los trabajos de cerámica que realizaban.

Lo vendían o mejor dicho lo semi vendían a muy bajo costo. No solo los explotaban en las cosechas, sino también en sus artesanías.

Recuerdo la escuela emplazada en el barrio Toba, donde concurrían todos los domingos los paisanos para celebrar su encuentro religioso. Nunca pude presenciar su religiosidad ancestral propia de sus ancestros. Solo vi y participe de sus expresiones que respondían en ese momento a los Pentecostales.

De parajes muy alejados se acercaban caminando, a caballo con sus mejores ropas para agradecer a Dios. A veces me pregunto ¿Qué agradecían? La nada. Porque nada era lo que tenían, pero siempre había algo dentro de ellos. Seguramente heredado de sus ancestros al agradecer a su Dios.

Me impactaba ver a los hombres ese día domingo con sus mejores ropas y anteojos de sol. Esos anteojos los hacían sentir un poco más importantes, mejores, más parecidos al criollo, se veían sonrisas en sus rostros.

¿Para qué parecerse a ellos? Ellos son quienes le sacaron y los despojaron de todo. A tal punto había entrado la imagen “hombre blanco criollo mejor que el toba piel oscura, un escalón abajo”.

Transcurre un año, yo ya sentía que mi vida tenía sentido en ese lugar para y por los paisanitos tobitas, los amaba y ellos a mí.

Noviembre de 1971.

Por un problema de salud debo renunciar a todo este trabajo que era el eje de mi vida. Partí. Nunca más volví. Esa es mi deuda pendiente.

Este 1971 es un preludio en mi mente cargada de emociones, vivencias y realidades. Toda mi vida la enfoque para y por los niños.

En este 2015, transcurridos ya muchos años de aquel 1971, de mi paso por Castelli, los Pueblos Originarios luchan por lo suyo. SUS TIERRAS.

Desde el Estado siempre ausencia y silencio, ¿hasta cuándo?t249256-0

Este relato consta de una parte de la vida de una maestra rural que recuerda con afecto su trabajo en Castelli.

 

 

 

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