¿ Y AHORA QUE PASA?

Pasada la fiebre electoral de las 72 horas posteriores al cierre de comicios, el análisis de cara al 22 de noviembre sigue sin ser del todo claro. Posibilidades y probabilidades de un electorado indescifrable para saber quién hereda el sillón de Rivadavia  desde el  10 de diciembre.

Por Diego Ferraro

El 22 de noviembre todo quedará definido. Ya no habrá marchas y contramarchas , ni spots televisivos, ni acusaciones cruzadas en campaña. Pasadas las 18, la República Argentina sabrá si Daniel Scioli o Mauricio Macri  heredan la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner; pesada herencia, porque el kirchnerismo ha sabido irrumpir como fenómeno político en nuestro país, despertando amores u odios, pero de ninguna manera pasando inadvertido.

El triunfo de Daniel Scioli sería, a priori, la continuidad del “proyecto nacional y popular”, pero la figura del ex corredor de lanchas no ha sabido enamorar al votante K, con lo cual estaría bajo la atenta vigilancia de propios y extraños.

De ganar Mauricio Macri, el ojo de la población opositora estaría aún más vigilante: con el kirchnerismo por primera vez como opositor a nivel nacional y los movimientos y partidos de izquierda divididos entre el voto a Scioli y el voto en blanco, el empresario tendrá la dura tarea de elevar su bajo carisma en las clases populares.

 

A la consabida igualdad de falencias de ambos candidatos en sus gobernaciones, la diferencia de cara al futuro gira en torno a un aspecto fundamental: el rol del Estado. Apostar por un Estado benefactor e intervencionista, en la continuidad de una plataforma Kirchnerista, o arriesgar a la posibilidad de un Estado desregulado en su totalidad, ajeno completamente a las políticas internas, dejando que sea al mercado el que aporte la “estabilidad económica”. Con esta definición por penales entre liberales y neo-liberales, la espada de Damocles pende sobre la cabeza del pueblo trabajador y las clases populares.

 

Pero el motivo del siguiente texto es tratar de descifrar es hacia donde van a decantar los votos que en la primera elección formaron parte de las minorías, que en este momento se vuelven trascendentales.

 

Empecemos de abajo hacia arriba. Los poco más de 400.000 votos que recolectó el puntano Adolfo Rodríguez Saá son del peronismo más ortodoxo. Estos votos, con más o menos amor por la figura de Daniel Scioli, irán a parar a sus arcas mayoritariamente. Ni siquiera ha existido la necesidad (aun) del llamamiento del candidato de San Luis a sus votantes. El peronismo, en sus diferentes ramas, vertientes y corrientes, no suele traicionarse en estas situaciones. No sabemos con cuanta aceptación del líder creador del justicialismo contarían sus actuales citadores, pero de seguro su frase “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” se hará efectiva en las urnas el próximo domingo 22.

 

Luego de coquetear con cuanta alianza de centro derecha antikirchnerista se presentara, Margarita Stolbizer y sus Frente Progresista decidieron presentarse por su lado. Si tenemos en cuenta que en 9 provincias acompaño al PRO de Mauricio Macri, sus más de 600.000 votos debieran ser por el candidato de Cambiemos. Pero la otra referente del movimiento Progresista, Victoria Donda, incitó a votar en blanco. Entonces, ¿hacia donde se repartirían estos votos? Todo incita a pensar que habrá una repartición entre votantes de Macri y votos en blanco.

 

El Frente de Izquierda y los Trabajadores registró más de 800.000 votos a presidente con la emergente figura de Nicolás del Caño, y 1.000.000 a nivel nacional para Diputados, dejando como análisis rápido un estancamiento electoral respecto de las últimas elecciones legislativas de 2013 y las PASO de este mismo año. Abiertamente, el FIT llamó a votar en blanco. Pero del millón de votos nacional ¿Cuántos de esos votos son por convicción plena y cuantos son por no votar a los partidos “grandes”? ¿Cuántos votos tienen que ver con el convencimiento pleno del camino al socialismo, y cuantos porque es el camino que más se acerca a esta salida? Desde mi propia opinión, creo que aquí va a haber una división en los votos, entre aquellos que elijan votar en blanco y los que decanten por Daniel Scioli al ver más propicio la continuidad de las actuales luchas con el gobierno del actual gobernador de la Provincia que con la figura de Macri.

 

Llegamos de esta manera a los votantes de la agrupación política que definen la elección, por ser una muy importante porción del electorado: los votantes de UNA, lista encabezada por Sergio Massa. El pasado domingo 25 de octubre, el hombre de Tigre recolectó 5.200.000 votos, y su electorado es realmente difícil de descifrar. Porque eligió una tercera alternativa, que no fue ninguna de las dos figuras preponderantes de la pasada elección. Y pese a la rápida excitación del Grupo Clarín prediciendo que los votantes del Massismo definían la elección a favor de Cambiemos, vale aclarar que con su voto no solo le dieron la espalda a Scioli, sino también al propio Macri. No quisieron votar a ninguno de los dos. Al igual que en el caso de Rodríguez Saá, la figura peronista de Solá invita a sus votantes a inclinarse por el candidato del Frente para la Victoria, y su candidatura a gobernador recogió más de 2 millones de votos, con lo cual sería un arrastre importante para Scioli, teniendo en cuenta que esa cantidad de electores es más que la población habilitada a votar en varias provincias. Massa, a su vez, no llamó abiertamente a votar por Macri, y deja ver su cómoda posición de virtual triunfador, al acomodarse a las dos opciones posibles, operando desde las sombras para tener un papel importante sea cual fuere el próximo gobierno.

 

Otra realidad nos invade. Los líderes políticos de los partidos mayoritarios que se presentan a estas elecciones ya no cautivan como los de hace medio siglo atrás. Que Perón o Balbín llamaran a votar a sus electores a tal o cuál candidato era determinante, porque existía un convencimiento pleno de sus fuerzas. ¿Pero cuánto cambiaría que Massa llamara a sus electores a votar por uno de los dos candidatos? ¿Cuánto respaldo tiene su figura o su agrupación? Luego de la muy buena elección legislativa de 2013, el hombre de Nordelta brilló por su ausencia y no supo desarrollarse políticamente para ser una amenaza al poder Kirchnerista en este 2015.

 

El panorama está más claro ahora. Es uno u otro; La sorprendente elección de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires arrastró una gran cantidad de votos a favor de Macri en un bastión tradicionalmente peronista como es la Provincia de Buenos Aires; la figura quemada de Aníbal Fernández y de tradicionales intendentes peronistas del conurbano bonaerense (Curto a la cabeza) debilitaron a la lista de Daniel Scioli, en la provincia con mayor cantidad de votantes a nivel nacional. Pero ya no hay gobernaciones, intendencias ni nada en juego. Es Scioli o es Macri. En Córdoba, el ex jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires se hizo fuerte; pero la figura importante que José Manuel de la Sota representa en la docta también hace pensar en una inclinación peronista del voto.

 

La clase media argentina goza con la peor de las famas: votar con el bolsillo. Ya habiéndose “sacado de encima” figuras políticas como las anteriormente mencionadas, ¿Querrá otorgar la mayoría del poder al macrismo? ¿u optará por el mal menor como se presenta a si mismo el movimiento de Scioli? Después de algunas declaraciones económicas de los últimos días (Michetti diciendo que piensan derogar los subsidios de los servicios –los cuáles cabe aclarar esconden tarifazos encubiertos y subsidian a empresas privadas-, o Prat Gay y Melconian presentando planes económicos neo-liberales a cara descubierta), el discurso kirchnerista ha reforzado su ataque al macrismo con la teoría de “la vuelta a los ‘90”. La campaña está en estos momentos vacía de contenidos, ya que ambos bandos cuentan las costillas del oponente. El próximo domingo  se efectuará el debate y los ojos de la población estarán posados sobre ambos candidatos, siendo fundamental por sobre todo para captar a los “votos indecisos”.

 

¿Es tan claro un triunfo de Macri como parecía en las primeras horas post electorales al 25 de octubre? ¿Es tanta la brecha como la que se habla en las encuestas de estos días? ¿Puede Scioli captar los votos del Peronismo más ortodoxo? En menos de 10 días las palabras, los discursos o este tipo de análisis serán temas del pasado, y sólo los números hablarán, dejando sellado el voto de un electorado indescifrable.

 

 

 

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