MATAR A LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

El gobierno nacional con los clubes de fútbol finiquitaron el “Fútbol Para Todos”. Se termina la facilidad del acceso a los partidos. Lesión cultural a nuestra sociedad encubierta de mentiras sobre el destino del dinero. Por Juan Alberto Pérez.

Finalmente se decidió quitar el programa “Fútbl Para Todos”. El mismo que se inició en 2009, aquél que pretendía “democratizar” y facilitar el acceso a las transmisiones de los partidos del fútbol de primera división. Ese que utilizó el gobierno kirchnerista en plena guerra con el Grupo Clarín para desbaratar una de las cajas más importantes de recaudación del multimedio; ese mismo que uso Grondona para aliarse estratégicamente con el poder de turno y así concentrar mayor poderío económico para repartir a discreción. El FPT que Mauricio Macri en campaña dijo que no iba a eliminar, pero que desde su nacimiento criticó y que desde que gobierna hace todo lo posible por privatizar. Ahora bien, se puso de excusa el pedido de los clubes como para tener una salida sin manchas políticas para un gobierno que toma paso a paso una medida anti popular tras otra.

Se dice que el problema del fútbol es que es un negocio, y por tal motivo hay que buscarle soluciones que lo hagan aún más rentable. Sin embargo, nadie ve- o por lo menos la pasan por alto- el impacto cultural que tiene el fútbol como formador de identidad, y el efecto negativo que se produciría si no se puede tener acceso a él. Porque el fútbol nos define, quizás como ningún otra expresión social; ¿O me van a negar que los humores del pueblo argentino van acompasados por los resultados deportivos? No existe nada que define más la “argentinidad” que el fútbol.

Un reconocido sociólogo llamado Gilberto Gimenez define que “la identidad es marcar fronteras entre un nosotros y los otros”, algo así que somos por contraposición a lo que no somos. O sea, somos de River porque no somos de Boca, porque queremos cosas distintas, tenemos otra identidad, nos gusta que nuestros futbolistas se comporten de determinada manera, que quieran ganarle a tal o cual; y así les sucede a todos, el de Racing se representa en la Academia porque es todo lo que Independiente no es, y el de San Lorenzo lo suyo con el de Huracán. Y esas diferencias, ese reconocerse por contraposición con el otro diferente, ese encuentro con el que piensa lo mismo que yo, es lo que va construyendo nuestra identidad cultural. Y eso es el fútbol, un hecho cultural de los más importantes de los que puede existir en el mundo.

El mismo autor que citamos anteriormente expresa que los aspectos culturales que nos definen son “sólo aquellos que son compartidos y relativamente duraderos, ya sea a nivel individual, ya sea a nivel histórico, es decir, en términos generacionales”, y en este sentido no hay nada más duradero y trascendente en el tiempo y de generación en generación que el fútbol. El sentimiento a la camiseta, los colores, el club. Entonces eso es lo que se está matando. Al quitarle la posibilidad de acceder a las transmisiones del fútbol se rompe un elemento tremendo de la construcción de la identidad.

El fútbol es un fenómeno popular, por eso es que los buitres buscadores de billetes atacan ahí. Pensemos a nivel mundial, en Alemania, el Borussia Dortmund, que es de los más populares, en la temporada 2014/15 promedio un total de 80 mil personas por partido en su estadio. ¡80 mil! Fijate si no se quieren matar por poner una publicidad en ese espectáculo. En Argentina, ese mismo año, River tuvo 54 mil, Boca 41 mil, Newells y Rosario Central superaron largamente los 35 mil espectadores. Es una enormidad de personas convocadas en un mismo lugar por un sólo interés. Ni las religiones más populares tienen la convocatoria como un partido de fútbol. Es qué puede pensarse como una religión.

Y no solo eso, viendo los números de rating del FPT desde su inicio hasta 2014 tanto River como Boca promediaron más de dos millones de personas por partido viendo por TV. Ni hablar Racing, Independiente o San Lorenzo que superaron amplia mente el millón de espectadores televisivos. O la Selección, en la última final de la Copa América Centenario casi dos millones y medio de personas lo siguieron desde la pantalla de la TV Pública. A ese número impresionante de personas se le estaría negando uno de los últimos escapes de la cruda realidad que le toca vivir a los argentinos.

Uno de los argumentos esgrimidos contra la intervención estatal en las televisaciones futbolísiticas es el dinero que debe invertir. En el último año se ofreció 2500 millones de pesos. Se expone que la plata que va al fútbol se deja de invertir en escuelas u hospitales. Como si por ver un Gimnasia- Estudiantes faltasen gasas o agua oxigenada en un centro de salud. Lo cierto es que la plata para que los pibes tengan una educación adecuada o para que podamos tener una salud pública de calidad mucho mejor está, o mejor dicho, el dinero del FPT no inclina la balanza para que cualquiera de los servicios públicos esenciales se vea afectado. Según el presupuesto nacional para el 2016, votado y aprobado por el Congreso Nacional, para la salud es de 62963 millones de pesos; o sea que el presupuesto del FPT es el 3% del de la Salud. Ni hablar de la educación para la que se destina más de 122800 millones de pesos, o sea casi cincuenta veces más que lo que se invierte en FPT. Es decir, que si faltan escuelas u hospitales no es por el fútbol, sino por pésimas administraciones de los recursos, por lo cuál si se agregan los 2500 millones del fútbol no se resuelve nada estructural.

Entonces la pregunta que se genera ¿Cuál es el punto de la cuestión? Lo primero que resulta llamativo es este proceso de privatización del fútbol argentino que encaran los dirigentes de los clubes a iniciativa del Estado Nacional. No hay que olvidarse que Macri durante su gestión como Presidente de Boca administró al club como si fuera una empresa, y su objetivo es que sean sociedades anónimas. Además, en esta moda de la “CEOcrácia” impulsada desde el 10 de diciembre, a los clubes los dirigen generalmente “hombres de negocios”, empresarios de todos los rubros y colores. Parece ser una condición sine qua non, para dirigir un club social. No obstante, cada vez deben más dinero y cada vez están peor los clubes. Entonces lo que aquí surge es que estos “CEOdirigentes” estarían más cómodos en hacer negocios con privados que no se metan en los menesteres de cada uno en su club, so pretexto de esto que algún dirigente esté además entre quienes ganen la licitación para los derechos de televisación.

En definitiva, se impulsa que el estado interviniendo en el fútbol -como así también en otras áreas- es malo. Así se incentiva la privatización del deporte aunque esto lleve consigo la exclusión de gran parte del público aficionado que no llega a ir a la cancha -que dicho sea de paso cada vez es mas restrictivo poder acceder a un lugar en el estadio- y por otro lado no podrá pagar para poder ver los partidos por televisión. ¿Cual es el resultado? Una fuerte lesión a nuestra identidad, al “ser argentino”, y por consiguiente matar a “la gallina de los huevos de oro” que es el fútbol.

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