Probablemente, si uno se levantara hoy, tras 10 años de un coma, habiéndose ido a dormir con aquella imagen de Evo Morales, Ignacio Lula Da Silva, Hugo Chávez y Néstor Kirchner (abrazo fraternal mediante) en Mar del Plata, difícilmente pudiera comprenderse como es que se llegó al actual escenario político. La analogía podrá sonar un tanto exagerada a los ojos de una memoria doméstica, precipitada en el vórtice del día a día, pero a la luz de “La Historia”, diez años parecen ser muy pocos como para poder soportar semejante revés, al interior de una región en aras de crecimiento, solventándose sobre una base que, al menos, pretendía ser soberana. Por Federico Firpo
Venezuela, quizás hoy el caso más emblemático, se encuentra socialmente dividida entre, por un lado, el llamado a revocatoria del mandato presidencial, a manos de una Asamblea Constituyente liderada por la oposición y, por otro lado, el Plan de Acción Integral Revolucionaria del Gobierno Bolivariano. Este último jueves, las calles de Caracas se vieron teñidas en estas diferencias. Actos en contra y a favor del gobierno. Denunciando, los opositores, el freno gubernamental ante la inminente presentación de las firmas que permiten llevar adelante el referendo de destitución. Mientras que, el gobierno, con Nicolás Maduro a la cabeza ha plantado bandera, con la consigna de que bajo ningún concepto habrán de desistir, aduciendo que los más importantes opositores han sido comprados por el FMI y el Banco Mundial. Entre otras cosas, se han puesto a disposición (de la población venezolana) escuchas telefónicas a partir de las cuales se corrobora a líderes de la oposición comentando acerca del monto monetario que brindará como asistencia el gobierno estadounidense para solventar las campañas políticas anti chavistas, incluyendo detonantes para explosivos (detectados por la Guardia Nacional), que según el gobierno, tras ser encontrados en manos de militantes opositores, iban a ser utilizados en la marcha del jueves, con la intención de matar gente al azar para generar caos.
Brasil, que exactamente este mismo jueves se encontraba debatiéndose ante un Juicio Político, determinante de la posterior destitución de Dilma Rousseff (de la presidencia), mostró los dientes con una nueva legislatura, que lejos se encuentra de ser representativa (de las mayorías brasileñas). El 80,1 por ciento de los diputados son blancos, el 15,8 son mulatos y el 4,1 por ciento son negros, siendo que sobre el total de la población brasileña (que hoy supera los 200 millones) el 47,7 por ciento son blancos, el 43,1 por ciento son mulatos y el 7,6 por ciento son negros. A su vez, el Gran Empresariado que representa a menos del 7 por ciento de la población, sin embargo en la legislatura percibe un cómodo 30 por ciento. Hablamos de una Primer Mandataria mediáticamente desprestigiada (por no decir destrozada) en todo su poder, ante un Congreso cómplice que a leguas se deja ver conservador.
Argentina, podemos decir, es el único de estos tres que plantea la cuestión directamente desde arriba, luego de que Mauricio Macri fuera electo Presidente (urnas electorales mediante). Con un gobierno para nada disimulado, criminalizando la militancia política, metiendo presa a una líder social (Milagro Sala) y pretendiendo lo propio para una de las más importantes titulares de los Organismos de Derechos Humanos (Hebe de Bonafini). Con un insólito revés a sus espaldas, raramente inadvertido por los medios de comunicación, a partir del cual se intentó buscar empresas off shore, flojas de papeles como para incriminar a los líderes del anterior gobierno, pero que no hizo sino complicar aún más la imagen empresarial del actual Presidente. Obstinados en marchar a paso de gigante sobre una serie de medidas impopulares, de alguna forma frenadas, ya sea por el Congreso, como por la acción del pueblo en las calles. No obstante, replicando que toda oposición puede ser solo entendida en los márgenes de maniobras desestabilizadoras, cuyo único fin sería el de poner palos en las ruedas, reflotando palabras tales como subversión. No es poca cosa, atendiendo la necesidad de abrir el paraguas, por parte de un gobierno conservador a la vez que represivo.
Con el sueño del ALBA aflorado en Mar del Plata, 10 años atrás. Con rusos y chinos copando la parada, al mejor estilo periodo de posguerra, seguramente habrá Estados Unidos advertido la necesidad de alinear todas sus armas, de cara a contrarrestar el posible desarrollo de una nueva configuración Latinoamericana, divorciada de aquellas tristemente célebres relaciones carnales (pro yanqui). La avanzada es hoy, o al menos pretende ser, básicamente sobre esa linea. Ya sea Brasil, Argentina o Venezuela, salvando las distancias, son las garras del mismo buitre las que en definitiva habrán de lastimar aquellas bases que, lamentablemente, han demostrado, por motus propio, no ser lo suficientemente sólidas. El bajo nivel representativo y el subsiguiente atropello a los marcos institucionales, han sido las características principales de una era en la cual podemos percibir el verdadero triunfo a las afueras de los márgenes sudamericanos. Sin embargo, habrá también que ser crítico al interior de nuestras propias democracias. Ya no cabe solo hablar de los términos, sino que, a partir de ahora tendremos como deber: asumir el replanteo de los márgenes democráticos. Y en esto de conformar las nuevas democracias, el papel y los intereses por detrás (del accionar) de los medios de comunicación no deberán ser menospreciado.