LA POBREZA SE IGNORA O SE REPRIME

Por Juan Alberto Pérez

Tenemos como objetivo económico lograr una Argentina con pobreza cero” lanzó Mauricio Macri en el debate 2015 cuando se presentó a candidato a presidente. Por supuesto que la promesa no sólo que no fue cumplida, sino que en el cuarto año de gestión 3 de cada 10 argentinos o argentinas son pobres. Producto de un plan económico que logró desplazar a miles de compatriotas a las calles, la política gubernamental no sólo no fue contener sino que reprimió y marginó a muchos.

Caminar por las calles de Buenos Aires es algo muy pintoresco. Tiene un estilo muy europeo de los años ’30 y ’40, con edificios tan longévos como encantadores, con una mística porteña que se mezcla con el tango, el cafetín y la pizza de parado. El estilo de vida del porteño es muy peculiar, un encuentro en una esquina, un viaje en subte, o ahora las bicicletas que proporciona una banco brasileño, para poder ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, esto es la envidia de los bonaerenses que debemos desplazarnos horas para poder llegar al centro neurálgico del país. Aún en invierno Buenos Aires tiene ese no sé qué. Esa ensoñación que los días más fríos, los más grises y húmedos no alcanzan aplacar. Pero Buenos Aires tiene en los últimos años un nuevo personaje que dista mucho del canillita que también la juega de guía de turismo, o el tachero conversador filósofo de la vida. Es un personaje que duele, que interpela la visual de la ciudad para quién quiere verla, que marca las consecuencias de una de las peores épocas del país. Hablamos de las personas que viven en situación de calle. El parate económico, el desempleo y el aumento indiscriminado de precios en alquileres y tarifas han expulsado del sistema a miles de argentinos y argentinas, niñes, adultes y ancianes que han quedado literalmente en la calle, durmiendo debajo de la autopista, adentro de un cajero automático o simplemente en las veredas de la Ciudad. Sólo en la CABA, según datos estadísticos del INDEC, hay setenta y cuatro mil novecientos dos personas en la indigencia; y en el Conurbano hay un millón treinta y un mil doscientos cincuenta y siete. Estos que son números fríos son el espejo de lo que sucede en la Argentina que Mauricio Macri diseñó, en el país al que vendría a dejar con pobreza cero, pero que muy por el contrario no sólo no fue un punto de referencia, sino que no hizo absolutamente nada para combatir este flagelo estructural que está presente en el país al menos desde 1976.

Morir de frío

Pero nunca sobra el funcionario que diga que los números no son tan importantes porque que haya un sólo caso es suficiente, y lo dicen como para desembarazarse de la crítica. Pero casos hay a la orden del día. Y sin ir más lejos estos días de julio hay uno que congela las venas. Porque la semana amaneció con los medios de comunicación hablando del eclipse solar o el partido que la selección Argentina tendría contra Brasil por la semifinal de la Copa América; mientras las personas desayunan algo caliente para apalear el frío helante de este invierno que arrecia la ciudad. Y ahí me quiero quedar, en la helada, esa que se prefigura con una túnica negra y un hacha en la mano, para asestarle el último golpe a los más golpeados, a los que el escritor Eduardo Galeano llamaba “los nadie”. Y así fue que el domingo se cruzó en las calles de Buenos Aires, dónde más tarde caminara un turista sacando alguna foto, con Sergio Zacarías. Tenía 52 años, vivía a tan sólo 4 cuadras de la Plaza de Mayo, a 400 metros de la Casa Rosada. Vivía es una forma de decir. Sergio subsistía en la calle, a dónde lo despojó el plan económico y de dónde no lo rescató el estado ausente. De más están las excusas de los funcionarios del gobierno de la Ciudad que dijeron que “venían trabajando con él”. Así lo dijo el jefe de Gabinete porteño Felipe Miguel, lamentando con lágrimas de cocodrilo una vida que se fue por la desidia de un gobierno cuyo plan para la pobreza es la ignorancia. Y no podemos decir que es otra cosa ya que Red Solidaria informó que “Las personas en situación de calle nos piden ia a un parador del gobierno de la ciudad y a veces no logramos comunicarnos con el 108”, o sea que una respuesta para la pobreza es el silencio, un silencio tan frío como los días venideros. Como dato adicional la misma Red Solidaria informó que ya hay 5 muertos en el país por hipotermia que estaban en situación de calle.

Sergio Zacaría murió de hipotermia a escasos metros de la Rosada

Pero no sólo el silencio es la respuesta política a la problemática más importante del planeta. Hay 750 millones de personas en situación de pobreza extrema en el mundo según en Banco Mundial. En la provincia de Buenos Aires una respuesta a la pobreza también es la represión. Que se manifiesta en desalojos violentos y en violencia institucional con incontable casos de gatillo fácil.

La política de la bala para el sin techo

En el Barrio Acuba de Lanús, en la zona conocida como Villa Caraza, cincuenta familias decidieron tomar un predio deshabitado para poder emplazar viviendas precarias ante la imposibilidad de poder acceder a un lugar habitable digno. Este lunes, cerca de las 15 horas, un comando de la policía bonaerense y Gendarmería Nacional, desplegó un operativo de desalojo para esas familias a fuego y sangre. Decenas de hombres, mujeres y niñes, sufrieron heridas por la cacería practicada. 13 detenidos dejó el operativo que desarrolló la policía de Maria Eugenia Vidal en conjunto con las fuerzas de Patricia Bullrich. Y justamente en un distrito, Lanús, que se caracterizó por reprimir la pobreza. El intendente del PRO, Néstor Grindetti, y su jefe de gabinete y de seguridad, Diego Kravetz, ya cuentan con antecedentes oscuros cuando en abril de 2017 irrumpieron en un comedor infantil, también en Villa Caraza. En aquél entonces se dedicaron a pegarle a los pibes que van ahí por un plato de comida, ahora fueron por los que intentan al menos tener un techo de chapa en la cabeza para que el frío no los mate como a Sergio Zacarías.

Otro modo de tratar la pobreza es el asesinato. La policía bonaerense tiene un largo prontuario en el gatillo fácil que sobresaltó en el último tiempo con la masacre de San Miguel del Monte. Matar a pibes y pibas por el sólo hecho de parecer sospechosos. La “doctrina Chocobar” que da licencia a la policía de disparar y después preguntar y contar con los aplausos del mismisimo presidente de la nación.

La política del gatillo fácil

Matías Alderete, de 15 años de edad, iba a la escuela nro 18 de La Matanza, el jueves 27 de junio cuando el policía Arnaldo Arias Mamani lo fusiló por la espalda porque “creyó que iba a ser asaltado por dos jóvenes” cerca de la rotonda de La Tablada. “Esto se tiene que esclarecer para que ningún chico más pase esta situación. Hoy mi hijo no está y lo único que puedo hacer como madre es pedir justicia” comentó Claudia, madre de Matías, en la marcha que se realizó a los tribunales de San Justo para pedir que se esclarezca el caso. Al mismo tiempo pidió la colaboración de los testigos para que pueda probarse la suerte que corrió su hijo. Mientras tanto, el oficial Mamani sigue libre. El proceso es muy irregular ya que la policía traslado el cuerpo de Matías sin vida hasta el hospital Balestrini, a donde llegó sin vida. A su vez, realizaron un cordón policial en la zona de los hechos y en el hospital para evitar que los testigos quedan ver lo que ocurrió.

Matías Alderete fusilado por el oficial Mamani

Este caso es un ejemplo de miles que se ven día a día a lo largo y ancho del país. Correpi dió a conocer que el gobierno de Cambiemos cada 22 horas mata una persona por el uso de las fuerzas de seguridad. El esterotipo de las víctimas del estado son pibes pobres de barrios populares. Esa es la política gubernamental para tratar la pobreza, algo por lo que venían a acabar y que muy por el contrario lo han profundizado.

 

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