Por Juan Meza
Este 9 de octubre se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Ernesto “CHE” Guevara. Para ser más precisos, 52 años que una ráfaga de balas se posó sobre su cuerpo en una escuelita en La Higuera en Bolivia, pasando así a la inmortalidad.
Mucho se escribió, se escribe y se seguirá escribiendo sobre vida, obra, muerte y legado del Che. Este humilde homenaje posará su mirada en las ultimas horas en las que el che tuvo una lapicera en su mano y no pudo dejar plasmado, aquel 8 de octubre, en la característica libreta que lo acompañó a lo largo de cada aventura.
“Hay una ausencia en nuestro Comité Central de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto para pertenecer a él y que, sin embargo, no figura entre los miembros de nuestro Comité Central.” esas fueron las palabras de Fidel Castro el 3 de octubre de 1965 antes de comenzar a leer la carta de despedida del Che que había escrito de puño y letra para él y su pueblo.
“…Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas. Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte! Te abraza con todo fervor revolucionario. Che” así culminaba la carta leída por Fidel aquel día. El Che se encontraba en el Congo, brindando sus servicios a la lucha por la emancipación de aquel pueblo. El mundo entero no sabía en qué rincón se escondía o donde estaba uno de los estandartes de la revolución cubana, quien había entrado triunfante a La Habana el 1° de enero de 1959 junto a Camilo Cienfuegos.
Luego de andar por Europa y vuelta a Cuba de incognito, Ernesto volvió a las andanzas calzándose el traje de guerrillero. El destino fue Bolivia, donde planeaban hacer lo mismo que hicieron en Cuba, bajar desde las montañas a la ciudad junto a los campesinos, luchando por la liberación del hostigamiento al que estaban sometidos bajo el gobierno de Barrientos. Pero el pueblo de boliviano, por aquel entonces, no tenía la fuerza y la unidad necesaria para acompañar a este grupo de guerrilleros donde se encontraba Ramón, así se hacía llamar el Che en los meses que estuvo en Bolivia.
El ejército boliviano le pisaba los talones, y el 8 de octubre luego de un largo combate en la Quebrada del Churo, el Che fue capturado y trasladado a La Higuera, donde sus últimos momentos de vida lo pasó en una escuelita rural, de piso de tierra. Al día siguiente, con orden de la CIA, el ejercito boliviano acata la orden y termina con la vida de Ernesto, creyendo que allí lo mataban.
Entre sus pertenencias, que no eran muchas, se encontraba su anotador. Libreta que lo acompaño en cada viaje, en cada aventura, en cada lucha. Desde su viaje en bicicleta a lo largo de la Argentina, como en su primer y segundo viaje por la mayúscula América, como así también en los momentos de combate en La Sierra Maestra, el Congo y esta última misión en Bolivia.
Allí, primero Fuser, luego el Che, iba a notando el día a día de todo lo que iba sucediendo. Plasmaba ideas, pensamientos, sentimientos y hechos. Aquel 8 de octubre de 1967, cuando fue capturado, ya no pudo escribir lo que fue ese combate en la Quebrada del Churo. Las fuerzas represivas del presidente Barrientos, apoyadas por la CIA, le negaron al hombre nuevo dejar en palabras escritas lo que ese día pasó por su cabeza y su corazón. ¿Habrá sido su ultimo pensamiento para Fidel y su pueblo? Es una pregunta sin respuesta hoy. Lo que sí se sabe, que mas allá de la desventaja con la que corrían en Bolivia, donde el Partido Comunista les soltó las manos, especialmente Mario Monje, el Che siempre estuvo convencido de lo que hacía y en ello posaba su esperanza y su lucha, así lo reflejó en su diario en los meses que estuvieron en combate y como aquel sábado 7 de octubre donde escribió sus últimas palabras:
“Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente, hasta las 12.30 hora en que una vieja200, pastoreando sus chivas entró en el cañón en que habíamos acampado y hubo que apresarla. La mujer no ha dado ninguna noticia fidedigna sobre los soldados, contestando a todo que no sabe, que hace tiempo que no va por allí. Sólo dio información sobre los caminos; de resultas del informe de la vieja se desprende que estamos aproximadamente a una legua de Higueras y otra de Jagüey y unas 2 de Pucará. A las 17.30, Inti, Aniceto y Pablito fueron a casa de la vieja que tiene una hija postrada y una medio enana; se le dieron 50 pesos con el encargo de que no fuera a hablar ni una palabra, pero con pocas esperanzas de que cumpla a pesar de sus promesas. Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos, que no tiene casas cerca, pero sí sembradíos de papa regados por acequias del mismo arroyo. A las 2 paramos a descansar, pues ya era inútil seguir avanzando. El Chino se convierte en una verdadera carga cuando hay que caminar de noche. El Ejército dio una rara información sobre la presencia de 250 hombres en Serrano para impedir el paso de los cercados en número de 37 dando la zona de nuestro refugio entre el río Acero y el Oro. La noticia parece diversionista. h = 2.000 ms.”