LA ALTERNANCIA «DEMOCRÁTICA» CÓMO ENTRETENIMIENTO DE MASAS

Por Iván Fierro

El juego de la alternancia democrática en Argentina toma elementos del fútbol y del teatro.


La población asiste a él periódicamente con una pasmosa credulidad y una disfrazada pasividad de cordero frente al cuchillo, para canalizar en el ejercicio del voto, pasiones y energías que, puestas en acción con un objetivo creador, productivo e innovador, redundarían en las mejora sociales que se pretenden alcanzar depositando las esperanzas y las responsabilidades en aquelles a quienes se adoptan como jugadores u equipos predilectos o personajes favoritos.

La similitud del juego de la alternancia democrática con el fútbol resulta evidente a simple vista. En los dos hay «partidos», «equipos», «cuadros», «rivales», «fanatiques», «simpatizantes» y una larga lista de analogías que sería largo detallar, pero que demuestran palmariamente la estrecha relación que une a ambos juegos.
Con el teatro la relación es más compleja, pero no por eso menos rica en elementos en común y quizá más gráfica para observar el entramado de este «orden» democrático que periódicamente da la posibilidad de que el pueblo genere para que sus riquezas se fuguen al exterior o engrosen las cuentas de sus esquilmadores natives.

Quien quiera realizar comparaciones se encontrara con que la clase política es el elenco de una compañía cuyos gerentes otorgan actuaciones estelares, papeles protagónicos, de reparto o de extras, de acuerdo al libreto que consideren apropiado para romper taquillas en las urnas.

Les dueñes de la compañía son les dueñes de todas las cosas, a saber: grandes grupos económico-financieros formados por personas de carne y hueso qué fungen de mecenas sin vocación artística y eligen los libretos de acuerdo a sus necesidades e intereses.
Los argumentos, libretos o guiones son esa suerte de collage que se arman con recortes de doctrinas y teorías sociales con el objetivo de cautivar a la platea.
Los equipos de producción están compuestos por una serie de colaboradores encargades de proveer a la clase política de los recursos necesarios para que la puesta en escena resulte lo más verosímil posible.

Les asistentes de dirección son les consultores politiques que se dan a la tarea de pensar gestos, poses y palabras que les personajes deben adoptar en sus apariciones públicas. En las últimas elecciones, los asistentes de direccion que se destacaron fueron: Hernan Iglesias Illa por Macri y Juan Courel por Fernández. La dirección generalmente está a cargo de les líderes de cada agrupación partidaria, quienes tienen la misión de orquestar y corregir a todo el staff hasta redondear la estética de acuerdo con sus concepciones de la «doctrina».

Es evidente que les espectadores somos les votantes que vemos la función compenetrades de manera tal que nuestra realidad se confunde con los actos de las tragicomedias a las que a sangre y fuego nos hicieron adictes.
Pero, a veces, la ilusión se rompe y la ficción entra a hacer agua por todos lados, de igual manera que cuando parte del público se desengaña al percibir incongruencias en la trama o se hace evidente el condicionamiento y la manipulación de la final de un torneo. Recordemos, para ejemplificar, alguna mala obra que hayamos visto en un teatro de cuarta categoría o lo acontecido cuando debía disputarse la final de la «copa libertadores» entre los dos más grandes equipos de la Argentina en el estadio Monumental y, por «fallas» en la custodia del recorrido se produjeron incidentes que «obligaron» a que el encuentro se disputará ¡en España!, o lo que sucedió luego de que Cristina Fernández, al negar el visto bueno a la candidatura de Randazzo, le dejará la puerta abierta a Macri para que la oligarquía transnacional echará mano a todo lo que no pudo usufructuar (al verse frenada por el descontento popular que tuvo su momento cúlmine en las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001) durante el gobierno «nacional y popular».

Sin embargo hoy seguimos siendo cautives del juego de la alternancia democrática porque no tenemos el coraje de tomar, como pueblo, los asuntos del pueblo en nuestras manos y perseveramos en delegar responsabilidades en asuntos tan trascendentales y de vital importancia como lo son la educación, la salud, la producción de alimentos o el reparto de las riquezas, en manos de gente que no tiene ni la capacidad ni la voluntad para hacerse cargo de tamañas tareas mientras apostamos a una despiadada competencia entre hermanes para hacernos un lugar cómodo bajo el sol intentando imitar el modo de vida que las clases privilegiadas ostentan en detrimento del equilibrio ecológico, poniendo en riesgo con ello la continuidad de la especie humana sobre el planeta Tierra.

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