«ASÍ NO SE PUEDE VIVIR»

Por Juan Alberto Pérez

Como una sentencia premonitoria, las palabras de Ramona Medina en las redes de La Garganta Poderosa aquél 3 de mayo resonaron en muchas personas, pero nunca en los oídos necesarios. Después de varios días de internación, con entubamiento mediante, falleció. No es víctima del coronavirus, es víctima de un estado que decidió enviar a la desidia a Ramona, su familia, a los más de 800 contagiados y a los miles de vecines que habitan el Barrio 31.

Ramona Medina era una vecina del Barrio 31. Trabajaba junto a su compañero como gestores de trámites para les vecines del barrio, sobre todo personas con discapacidad. Además, dirigía la Casa de las Mujeres y Disidencias y participaba activamente de la vida social del barrio. Una de sus principales luchas era la de conseguir una vivienda digna para ella y su familia.

Ramona compartía su vivienda con su compañero, con dos hijas, una de ellas, Guadalupe, discapacitada (padece Síndrome de West y Síndrome de Aicardi) que se encuentra en silla de ruedas y está imposibilitada de hablar, manifestar síntomas y requiere oxígeno a diario. Además, conviven con dos sobrinos, el varón con problemas cardíacos y la mujer con diabetes; y circunstancialmente, convivían sus suegros, de población de riesgo, que se encuentran varados en Buenos Aires dado que son de Tucumán. Ramona era insulinodependiente.

Desde el año 2016 esperaba la relocalización de su familia al sector YPF, donde el gobierno de la Ciudad pretende ubicar a las familias del Barrio 31 y adyacencias. Sin embargo, y a pesar de manifestarse constantemente sobre el hacinamiento que sufría junto a su familia, no llegó a concretarlo, dado que los hogares que les ofrecieron no estaban adaptados para personas con discapacidad, no tienen accesos para personas en sillas de ruedas ni baños adaptados a sus necesidades. «Desde el año 2016 que el GCBA sabe de mi situación, hace dos años imploro por una solución habitacional en el marco de la urbanización y no toman como prioridad a las personas con discapacidad» expresaba Ramona en su carta del 3 de mayo en La Garganta.

Se conoció públicamente su caso cuando el COVID-19 empezó a arrasar en los barrios populares de la Ciudad, mientras Horacio Rodríguez Larreta se presentaba como la «oposición responsable». Recién habían pasado 4 días de que el barrio 31 entero no contaba con suministro de agua, elemento esencial para el combate del virus. En ese momento los casos confirmados dentro del barrio eran 13 ahora hay 851 confirmados. Hubo un estallido responsabilidad de las autoridades del Gobierno de la Ciudad que han tratado con mucho desprecio a las personas que viven en la 31.

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Ramona fue hospitalizada por un cuadro fuerte de neumonía, horas más tarde fue diagnosticada con COVID-19. Hace cuatros días tuvo que ser intubada para poder respirar pero este domingo por la mañana se conoció la triste noticia de su fallecimiento.

En esa vivienda de la manzana 35 del bajo autopista vivieron 55 días una familia, casi en su totalidad población de riesgo, en condiciones inhumanas. El hacinamiento que precedía al coronavirus y la falta de condiciones para realizar un aislamiento social y preventivo como prevén las autoridades gubernamentales, junto al olvido del gobierno de Larreta, empujaron al abismo a esas personas. Más de 24 horas después de que se había confirmado que Ramona era paciente con COVID-19, no se le habían realizado el test a ningún otra persona de la familia ya que el Polo Educativo María Elena Walsh, que es donde se realizan los test, no había sido desinfectado después de que allí transitaran cientos de personas.

Al otro día, como la concurrencia en el Polo Educativo era alta, a Guadalupe, la hija de Ramona, la trasladan a una Unidad Epidemiológica instalada en el barrio, que no es más que el acoplado de un camión. Allí no había rampa de acceso para la silla de ruedas por lo que tuvieron que ingresarla en andas. Como si fuese una mala broma intentaron realizarle 2 veces el isopado (con lo invasivo que esté test suele ser para quien se somete) porque la niña no puede expresarse y nadie se percató si le habían ya realizado la prueba. A su vez, los abuelos de Tucumán, seguían en la vivienda donde todes habitaban encerrados y con diagnóstico positivo, tanto ellos como una de las sobrinas de Ramona.

Este relato da cuenta de la desorganización en que se encuentra el operativo sanitario en el Barrio 31, que poco a poco se va a configurando como el epicentro del desastre de la gestión del PRO, expuestos por la llegada del virus. En el Polo Educativo donde se realizan los test, las personas una vez testeadas deben aguardar los resultados en el exterior, entre la multitud que espera por realizarse la prueba. Allí los dividen entre quienes están contagiados y deben irse a algún centro de aislamiento y quienes no. Se incumplen toda norma de distancia y aislamiento preventivo. Sólo se puede suponer que allí suceda un desastre.

Los barrios populares son definitivamente quienes están sufriendo con mayor intensidad los avatares de la pandemia. Como era de esperar no había posibilidad una vez que el virus se instalara que no suceda esto. En los barrios de CABA ya hay más de 1200 positivos y la cosa sigue en aumento. Mientras que en ciudades más densamente pobladas los números registrados ni por asomo llegan a ese registro. Por poner algunos casos, el municipio de Avellaneda informó este domingo 84 positivos y 4 muertes en total. En el caso de La Matanza, el partido con más habitantes de la provincia, 2.4 millones de personas, los confirmados son 256, muchos menos que en el Barrio 31, aunque en 3 días aumentó en 107 casos. Esto demuestra la falta de humanidad en los dirigentes políticos que se pavonean por los medios hablando de supuestos «fuertes controles y medidas sanitarias».

«Así no se puede vivir» expresaba Ramona ante la falta de agua, el hacinamiento y la falta de respuesta por parte del estado. Así será difícil vivir para su familia que sigue esperando por el traslado a una vivienda digna pero con el dolor de la falta de la madre, una mujer importante porque era el sostén económico y espiritual del hogar.

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