MONTONERO ‘E TIGRE

Por Ivan Fierro

Hoy es el dia de una nueva entrega de la Columna de Fierro. Un espacio para recordar la historia que no ocupa tanto espacio en libros y escuelas.  Será la tercer entrega de la historia de lucha y de vida de Ángel Vicente Peñaloza, el Chacho. En este caso, un abordaje a su lucha junto a Facundo Quiroga y su camino con Martina Chapanay. Prólogo obligado: https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=3127648397325816&id=663239363766744

 «El principal maestro de los hombres   

en las acciones de la vida es el

 infortunio.»

 Licurgo.

La epopeya Andina y «Pacífica» de los Gauchos al mando de San Martín cambiaba la correlación de fuerzas, en el Sur del continente, a favor del bando independentista y daba aire a una revolución que se veía amenazada por la contra y, por momentos, parecía sucumbir frente al empuje restaurador de España.

Criolles y Charrúas se empeñaban en proteger los cotiledones de las semillas de federalismo sembradas en la Banda Oriental por José Gervasio Artigas, presentando pelea a realistas hispánicos, imperialistas portugueses y centralistas porteños, en una campaña trashumante que dará origen a esa guerra civil que durará más de medio siglo.

Simón Bolívar regresaba desde Haití y reclutaba en el bajo pueblo de los Llanos del centro de Nuestramérica las huestes libertadoras que cercarían y aniquilarían, desde el Norte, a los vestigios del ejército español.

Mientras Gauches, Llaneres, Guases, Choles e indies se desangraban en pos de defender la independencia continental, la incipiente burguesía de Buenos Aires profundizaba las relaciones carnales con el imperio británico y bregaba por mantener sus privilegios portuarios aglutinándose tras las banderas del unitarismo e intentando imponer su hegemonía al resto de las «Provincias Unidas del Río de la Plata».

Frente a esta situación y al verse afectado en sus intereses económicos, políticos y religiosos, el «unitario de espíritu» «Tigre de los Llanos», Juan Facundo Quiroga nuclea en torno de las Montoneras, de espíritu federal, a gran parte de la población riojana y decide enfrentarse a la «provincia metrópoli».

Erigido Caudillo por mérito propio, el Tigre interviene en la vida pública y privada de les riojanes cuando las instituciones formales de la región muestran debilidad o contraposición con sus intereses personales.

Tan es así que, siendo Comandante de Armas, Quiroga recibe un día al Juez de Paz del departamento de los Llanos, quien le solicita intervención para castigar el terrible desacato de un decidido joven en el poblado de Huaja. El caso era así: un amigo del desacatado fue apresado (en opinión de éste, injustamente) por el Alcalde y puesto en el cepo. Al enterarse del suceso, el decidido joven intimó al Alcade la inmediata liberación de su compañero. Ante la negativa de aquel, procedió a «tomar el toro por las astas» y a efectivizar de hecho la excarcelación. La impotencia del funcionario requirió la intervención del Juez de Paz, quien citó al joven para que compareciera frente las autoridades judiciales. Viendo que el denunciado no se daba por aludido a los insistentes llamados de la justicia se resolvió formar un contingente para someter al rebelde y hacerlo «repimporotear en el calabozo». Llegados Juez de Paz y sus «pretorianos» al domicilio del desacatado, se encontraron con un fornido rubio de ojos azules que la emprendía a garrotazos contra quien quisiera echarle mano y provocaba el desbande de las fuerzas institucionales, Juez de Paz incluido, en medio de la algarabía de les curioses que observaban la escena, henchidos sus pechos de justicia popular.

Intrigado, admirado y tal vez gustoso del despliegue de coraje exhibido por el indócil poblador de Huaja, Quiroga lo mandó llamar, quizá de Gaucho a Gaucho, y logró entrevistarse con quien sería su Montonero más leal: Ángel Vicente Peñaloza.

Cuenta la leyenda que desde ese cordial encuentro, en una fiesta en la que por divertir a la paisanada el Tigre y el Chacho pulsearon sobre una mesa que al romperse dejaba empatada la competencia,  comenzó una relación de mutua estima entre los dos hombres que, movidos por circunstancias diferentes, fueron protagonistas de una época heroica y sangrienta del devenir Nuestroamericano.

Corría el periodo de la mal llamada «Anarquía del año `20» o de las «Autonomías Provinciales» y el Chacho se incorporaba plenamente a las Montoneras de Quiroga. Dejaba una vida de relativa tranquilidad para ofrendar su sangre a la causa federal, a la que instintivamente adhería, por ser ésta la causa del gauchaje pobre de sus pagos.

La primera mitad de la década de 1820 fue para el Chacho tiempo de convulsiones económicas, políticas y emocionales que prefiguraban una vida vertiginosa. Repartiendo su tiempo entre las rudas labores de la ganadería a campo abierto y las tareas propias de los hombres de la Milicia de Campaña en los Llanos, comenzaba a oficiar de hombre de confianza de Quiroga y realizaba para él algunas diligencias. Estas ocupaciones lo mantendrán en constante movimiento por el territorio y lo obligarán a visitar, recurrentemente, los diferentes poblados de la zona: Chepes, Pituil, Malanzán, Guandacol, Atiles, Loma Blanca, Olta, Chamical, Solca, Tama…

Será en este último en el que se tope con aquella morocha cautivante y «de armas tomar», que ahuyentaba a sus babosos pretendientes a punta de fusil o bajo amenaza de ser molidos a palos de algarrobo.

La morocha se llamaba Victoria Romero y era dueña de unos ojazos penetrantes, una talla esbelta y arrobadora, un cabello renegrido y sedoso y un espíritu indomable y altivo.

Se cuenta que el Chacho quedó prendado de la personalidad de esa floreciente mujer y comenzó a visitar Tama con una asiduidad poco habitual.

El amor entre les dos insumises se hizo evidente para les comedides al advertir que Victoria se retraía llamativamente cuando Peñaloza, que solo en la mirada dejaba traslucir sus ansias de enamorado, se ausentaba del poblado.

Tiempo atrás el Chacho había mantenido una relación con otra belleza riojana de la cual se desconoce el nombre, fruto de la cual nació Anita, primogénita del futuro Caudillo, quien fuera raptada por el «fasineroso» Bárcena y vuelta al lado de su padre muchos años después.

Seguramente, el secuestro de esa hija conllevó la separación de la pareja y una profunda desazón en el alma de Ángel Vicente.

La pena se le diluida parcialmente cuando por cumplir con sus obligaciones, o con otras excusas, se llegaba hasta Tama y sus ojos se extasiaban en la contemplación de Victoria, a quien con el correr del tiempo se animó a confesar sus sentimientos, sellando una unión de por vida que les llevará a transitar juntes los avatares de un tiempo convulsionado y azaroso.

Dicha unión se formalizará, luego de un noviazgo entre serenatas y arrumacos, en Julio de 1822, ante José Ramón Álvarez en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, cita en él desde entonces renombrado poblado de Tama.

El casamiento fue un evento inolvidable para toda la comarca. Desde diferentes puntos de la provincia llegaban gentes y obsequios para les recién casades. La fiesta se prolongó en tres días y tres noches de canto, baile y beberaje, luego de les cuales la pareja asentaría sus reales en la casona de les Peñaloza en Huaja.

Allí nacerán las hijas de Victoria y Ángel, María Mercedes y María Facunda, quienes morirán al poco tiempo de paridas (1823 y 1824 respectivamente), encayeciendo aún mas el corazón del Chacho frente a las adversidades.

Entretanto, el mundo sigue su rumbo conteniendo seres y hechos que incidirán en la historia humana y forjarán, quizá sin saberlo, los destinos de gran cantidad de hombres y mujeres de las futuras generaciones.

En el Reino de Prusia, un ignoto niño llamado Carlos Marx abre grandemente sus ojos para observar la realidad social que lo rodea y entrena su prodigioso intelecto en las primeras lecturas que lo ayudarán a convertirse en descollante filósofo revolucionario.

En el Este de África, Shaka mantiene en vilo a les intruses ingleses y holandeses asentades en Puerto Natal y consolida la nación Zulu con sus cuarenta mil guerreros.

En toda Europa surgen las Sociedades Revolucionarias Secretas, en respuesta a la reacción monárquica de la Santa Alianza y como motorizadoras de la llamada Revolución de 1830.

La India ve arruinada su economía debido al monopolio comercial instituido por la «Compañía de las Indias Orientales», de capital ingles, y se convierte en la «joya de la Corona Britànica».

En Francia, Charles Fourrier sueña con «falansterios» y pone sobre el tapate la situación de las mujeres en la sociedad de su época.

En Londres, Bernardino Rivadavia atiza la llama de la discordia entre Buenos Aires y las provincias interiores al conceder unilateralmente la explotación de las riquezas del cerro de Famatina a la «Rio de la Plata Mining Company», creada con capital de sus antiguos socios de la «Hullet Brothers».

En las «provincias Unidas del Rio de la Plata», Quiroga redobla la apuesta y se asocia con los Anchorena, Sarratea, Àlzaga, Fragueiro, Lezica, Trapani, Arroyo, Pinedo y los parientes del Consul britànico Parish, para fundar con capital de la «Baring Brothers» la «Famatina Mining Company».

Ambos proyectos extractivistas fracasarán. Quizá debido a incapacidades técnicas, quizá por la negativa del espíritu del propio cerro que, aún, se resiste a ser violado.

Lo cierto es que la actitud de Rivadavia y la insistencia del partido unitario por imponer su hegemonía en todo el territorio, llevó al tigre de los Llanos a abrazar «pour la galerie» la causa federal y ponerse al frente de las provincias que se resistían a perder sus autonomías.

Recrudecerá la guerra civil, sobrevendrá la guerra con el Brasil, golpes de estado dados por unitarios y federales derrocarán e impondrán gobiernos, Dorrego será fusilado, Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra se harán con el poder en Buenos Aires y el Chacho cabalgará junto a Facundo en multitud de campañas, ganando renombre a fuerza de coraje y bonhomía.

Es posible inferir que en la consigna «Religión o Muerte» enarbolada por Quiroga en algunas batallas, el Chacho intuyera la identificación de un pueblo que se negaba a que, con la excusa de la libertad de culto, se le impusiera una «libertad de comercio» en favor de los ingleses, la cual destruía su incipiente industria y arruinaba su economía, a la par que trastocaba sus costumbres y su identidad cultural.

Observando las infames maniobras de los unitarios y participando más que activamente en los combates adquirirá, empíricamente, nociones de federalismo y palpará la realidad de las familias gauchas y originarias en las provincias de Cuyo y el NorOeste. Algunes historiadores lo ubican en Buenos Aires para el tiempo en que Facundo llega hasta allí buscando refugio, luego de ser derrotado en Oncativo por el General Paz.

El prestigio de Peñaloza irá creciendo hasta convertirse en legendario. De a caballo enlazará cañones para arrebatárselos al enemigo. Recibirá heridas mortales en los entreveros, como aquella provocada por un lanzazo que lo destripó literalmente, la cual subsanó atándose el poncho alrededor del vientre para contener las vísceras y seguir peleando hasta que la pérdida de sangre se lo impidiera. Será ascendido en el Campo de Marte por su desempeño guerrero. Comandará la Caballería de los Llanos hasta en doce cargas consecutivas. Pondrá, por intermedio de Victoria, los bienes de la pareja para apalear las necesidades más urgentes de las familias pobres de Huaja. Su Facón de plata y oro será prenda de empeño y garantía de pago para asistir a les menesteroses. Su ecuanimidad dirimirá conflictos, siempre en favor de la justicia.

La lealtad del Chacho hacia Quiroga lo llevará a compartir los ires y venires del Caudillo, cuya suerte oscilaba entre triunfos y derrotas (como en «el Rincón» o «la Tablada»), entre certezas y supersticiones, entre la confianza en la fiereza de sus huestes y las premoniciones de su caballo «Moro».

En éstos ires y venires trabará relación con otra extraordinaria mujer nuestramericana cuya historia ha sido ocultada por la historiografía oficial y oficiosa, y con la cual se podrían llenar las más hermosas páginas de heroísmo, entrega, amor y valentía en pos de la dignidad humana. Dicha mujer no será otra que la intrépida guerrera Huarpe llamada Martina Chapanay, aquella sirviera de chasqui a San Martìn en el cruce de la cordillera. Aquella que, al igual que el Chacho combatiera por la causa federal al considerarla instintivamente la causa del pueblo y se desempeñara en las Montoneras igual o mejor que muchos hombres. Aquella que domara potros, manejara cuchillo, lazo, lanza y boleadora con destreza digna de admiración. Aquella que amara libremente a los hombres pero no reparaba en despeñarlos cuando los sabía innobles. Aquella que, como Peñaloza, se mantuvo leal al Tigre de los Llanos hasta la emboscada de Barranca Yaco, en la que perdiera la vida y ganara la inmortalidad ese bravo líder riojano. Aquella que, con el correr del tiempo y por esas vueltas de la vida se convertiría en la mujer que vengo la muerte del Chacho.

 

 

 

 

 

 

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