PRIVATINVASIÓN DEL XXI

Por Federico Firpo para Ancap

En estas épocas, en las que, a diario, felizmente, nos fotografiamos en nuestras casas, nuestras habitaciones e incluso nuestros baños, no nos hemos percatado, tal vez, de todo lo que hemos resignado para la propia intimidad. Sin saberlo, hemos abierto del todo el más perverso portal. Los muchos coinciden que cada uno es preso de sus propias acciones, pero nada se ha de decir en cuanto al hecho de permanentemente convertirnos en presa fácil de la imposición. Ninguno de nosotros habrá de reconocerse influenciable. Pareciera que todos somos rebeldes, menos el mundo que nos rodea. Paradójica contradicción. O será que nos han permeabilizado a los fines de dividirnos en asuntos sociales, según criterios individuales. Todo dicho, ya lo sabemos, si estamos mal con el vecino, a la larga, alguien más sacará provecho del conflicto suscitado.

¿Tendrá esto algo que ver con las esferas de los ámbitos laborales? Entiendo que sí, ya sea en lo que refiere a lo relativo de modernizar las relaciones, como también, de imponer los límites junto con sus respectivos alcances. Sabemos ahora quién marca la cancha, el tema es, en adelante, reconocer el cómo. Todos tenemos, al menos, un conocido que sin ser parte de elite corporativa alguna, defienda los deleites del Poder Empresarial, al punto en ocasiones de victimizarlo. Lógicamente, no están solos, sus abusos tampoco. “No es fácil estar en el lugar del empresario…” aquel pariente dirá. Y cuando eso suceda, los vientos del Poder arrasarán, por millonésima vez, sobre nuestras confusas mentes.

¿A quién se le ocurriría, en su sano juicio, dar la llave de casa a un intruso, un desconocido para ser más exactos?, ¿en qué vil mundo nos pedirían la llave de nuestras casas, como pre-condición y pretexto a futuro, de caras a entrar a un nuevo trabajo? ¿Cómo podemos seguir ante un proyecto que de estas maneras se inicia?, ¿Incluían nuestros futuros imaginarios visiones de este tipo? La configuración de la vida privada intercala, a la fecha, rarezas de una nueva era, tiempos de cambio y un porvenir extrañamente esperanzador, en el que hemos pasado del test (psicotécnico, con dibujo) de la casa, a una intrusión directa en la casa misma.

Siendo un tanto irónicos, quizás la impotencia de los dueños del Poder y la Economía, por no haber llegado a un futuro con visores láser describiendo a la persona frente a uno (al mejor estilo Robocop y Terminator), haya sido el motor impulsor de la más abusiva intervención empresarial, en esto que implica adueñarse del mundo. Y en su mayor expresión, es decir en el mundo interior de cada una de las otras personas a dominar, contrastando ese universo que se supone de lo privado. Como si se nos estuviera privando prácticamente de ser personas. O nos dominan los robots, o pasamos a serlo nosotros mismos. A este ritmo, la próxima privación pasará por la violación del Derecho más íntimo, faltará que decidan el día que no sirvamos más a los fines de estos siniestros y que por ende nuestra vida, ya no más nuestra en realidad, pierda todo su sentido.

Quedará por preguntarnos: dónde es que terminan nuestros límites para que empiecen los de los otros, a sabiendas qué; a los tiempos de soga al cuello, deberemos sumarle ahora y a la carrera, los de un ahogamiento (privatizador) inminente.

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