MASTURBANDO AL MUERTO

Por Federico Firpo

“Fede, yo puedo entender que un pibe de nuestra edad lo vote, incluso uno más joven, que vota por primera vez, porque no lo conoce o le creyó en la campaña, pero que un tipo de la edad de nuestros viejos o alguien de más de 50 los vuelva a votar… ellos ya lo vivieron…” Me decía Pablo, un artista amigo del barrio del sur. Y paradójicamente, lejos de todas nuestras percepciones, siendo la primera vez en Argentina que un grupo de élite, ligado a los Grandes Poderes Económicos, llega a la presidencia por medio de elecciones democráticas, el mayor caudal de votos ha sido brindado por personas que superan los 40 años.

Si quisiera uno trazar un paralelismo, a lo largo de la historia argentina, podría utilizar como marco de referencia una distancia de 20 años aproximadamente (entre procesos y procesos, más o menos repetidos). Partiendo desde 2017, por ejemplo, y llegando incluso a los años de la Década Infame, allá por 1937 más precisamente. En aquel entonces, 80 años atrás, entre Gobiernos de Facto, fraudes electorales y falsas elecciones, siempre con las Fuerzas Militares supervisando la marcha, las dos vedettes más importantes, es decir el modelo agroexportador y la entrega de la economía nacional a los Grandes Capitales extranjeros, sellados en este caso a partir del Pacto Roca-Runciman, serán un anticipo de lo que a futuro ira dejando los índices más grandes de exclusión social para nuestro querido país. Aliado común, el Sector Primario de la economía, o mejor dicho los verdaderos dueños del Poder, hoy reagrupados en la Sociedad Rural. A mediados de la década de 1950, contra el avance popular, adentrados en la cínicamente autodenominada Revolución Libertadora (en alusión a que se liberaba al Mercado y a la Sociedad, de las garras del Estado y de los pobres en ascenso, respectivamente), se proscribe al peronismo en términos electorales y la tristemente célebre tecnocracia reinante, comienza a definir el destino de la economía nacional, otra vez poniendo de rodillas la soberanía, regalándola para la ocasión a manos de intereses estadounidenses.

1976, será el año testigo de la peor de las masacres en los términos del Terrorismo de Estado y nuevamente, militares, sectores concentrados de la Economía Primaria y la Embajada de los Estados Unidos, en alianza directa, esta vez puestos en la figura del Ministro de Economía: Martínez de Hoz. 1995, con Domingo Cavallo, uno de los mejores alumnos del recientemente citado ministro, defendiendo a rajatabla las recetas del FMI y el Banco Mundial, repitiendo las fórmulas neoliberales que durante el periodo dictatorial (1976-1983) le habían inculcado. Las Escuelas de Harvard y Chicago, representan la esencia intelectual de estos planes de vaciamiento, ajuste salvaje y, para el marco social y laboral, la fórmula por excelencia: desocupación-represión-disciplinamiento, obviamente explicado todo en un manto de benevolencia, disfrazado por los medios de comunicación, agradecidos con la parte de la torta que a ellos les toca. Finalmente, he aquí el 2017, lugar en que se repiten los nombres y las intenciones, con la diferencia de que, a aquellos Poderes Económicos Concentrados, les tocó esta vez subir al escenario visible de la política.

No parecieran ser las ambiciones democráticas las que mayoritariamente mueven el suelo de estos proyectos. De hecho, incluso en el discurso, uno puede previsualizar una suerte de preponderancia de la destrucción por encima de todo afán constructivo. Fraude, quema de libros, Terrorismo de Estado y, ahora en democracia, la judicialización de toda expresión opositora, con una mezcla de victimización que justifique el atropello, llevándose por delante cualquier vestigio democrático, todo lo cual no podría ser posible sin el ocultamiento, acompañamiento y ayuda de los medios audiovisuales de comunicación masiva, cómplices en tanto generadores de nuevos métodos de autocensura, o como bien se dice actualmente, desapariciones blandas.

Hoy mismo, prácticamente todas las televisoras argentinas se encuentran hablando de un niño de 12 años, quien argumentaba supuestamente haber disparado un arma y consumido droga. Lo concreto es que a metros de donde se realizaba esa “digámosle entrevista”, un policía había matado a un joven de 21 años, en lo que conforma otro caso de gatillo fácil, con la mentira excusaría de que ese chico, por él asesinado, había querido robarle. No solo que prácticamente ningún medio realizó la cobertura pertinente acerca de tan atroz mentira seguida de asesinato, sino que tampoco se dijo que se trataba de un joven laburante que venía de bailar con sus amigos. Porque de esto justamente se trata, de generar el odio, de dividir a la sociedad y de buscar en el más débil al culpable de todos los males. Hasta la sensibilidad se ha sabido dividir, porque a diferencia de un caso contrario, nadie jamás en televisión osaría decir que hay que matar a ese policía (que dicho sea de paso él sí es un asesino). Lógicamente, el mayor logro de un Doctor en ambiciones de Poder, consiste en germinar la semilla a partir de la cual un hombre o una mujer que ha laburado a lo largo de toda su vida, odie a un hombre y/o una mujer que han laburado a lo largo de toda su vida.

El resentimiento puede naturalmente aparecer y de hecho existe entre las personas, otra cosa es cuando la inyección negativa es sistemáticamente proporcionada hasta la incorporación definitiva. Y si hablamos de resentimiento y de envidia, probablemente lo más normal sea querer tener aquello con lo que no contamos pero que otros sí tienen. Podemos hablar así de una especie de resentimiento hacia arriba. En un mundo en el que a algunos les sobra, por mucho, lo que otros quizás nunca en sus vidas puedan ver, las broncas entre unos y otros estarán siempre a la orden del día. No así, el resentimiento hacia abajo, cuya lógica solo consiste en creer que nada le corresponde a quienes hayan conquistado derechos, los mismos que (una y otra vez) injustamente les fueran arrebatados, ante los ojos de la historia.

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