por Verónica González
Hay días…
que se duermen mis alas
y no hay caricias posibles
para despertar.
Una ola gigante
tapa las ganas de intentar
y el amor se transforma
en una basurita en el ojo
que nadie quiere soplar.
Hay días…
donde la infancia atropella
mi vestido amarillo
y no hay baile en la vereda.
No hay párpados cerrados
para los besos nuevos
que saben a mar.
Los barbijos agrandaron
la soledad
y el frío se atrincheró
en verano.
Los adultos se volvieron
más serios,
ya nadie quiere jugar.
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