EL PATRIARCADO QUE NO SE CAE Y NOS MATA

Por Verónica González

Fotos por Lidia Barán

«Estoy temblando. No me respondas nada de lo que te digo. Me re cagó a palos mal. Y esta vez fue muy posta». (Mensaje de Úrsula a su amiga antes de su asesinato).

Reiteradas denuncias desoídas; 1 femicidio cada 27 horas según según el Observatorio Nacional de Mumalá y el 12% de éstos fueron cometidos por integrantes de la Fuerza de Seguridad.

Juzgados que encajonan los casos de hombres que, en reiteradas oportunidades, hicieron uso de su fuerza y de su poder.

La policía que debería “protegerte” es la que impone su poder hasta matarte.

Como en el caso de Úrsula Bahillo de 18 años, quien era acosada, violentada y amenazada hacía tiempo por un policía, Matías Ezequiel Martínez, el cual la asesinó de 15 puñaladas en la espalda, el torso y el cuello el lunes pasado en la ciudad de Rojas.

Este hombre tenía varias denuncias de ex parejas por violencia de género y también por el abuso de una menor discapacitada, sobrina de Florencia Veloz, quien también mantuvo una relación con Martínez.

Los casos se suceden, las víctimas parecen rasgar las paredes y querer gritar, pero no hay un Estado presente para dar una respuesta adecuada; no hay una justicia que se comprometa seriamente con la prevención necesaria, para que las denuncias previas dejen de ser un papel y transformarse en un acto de protección.

Si los que debieran protegernos invierten en mejoras para mantener a los que reproducen la violencia.

Si sólo tenemos un papel que expone la denuncia y una medida; que puede ser una advertencia o una perimetral, según el caso, y para que sea respetada tenemos que ir nosotras, “las violadas, golpeadas, amenazadas y humilladas” o llamar para que vengan a cuidarnos los que nos matan, ¿cómo es posible que se frene este círculo perverso donde estamos incluídes todes?

¿Cuántas víctimas vamos a tener que seguir enterrando?

¿Qué medidas se implementan cuando las expuestas ya no sirven?

¿Cuáles son las redes ciertas que pueden enfrentar una violencia que se multiplica?

¿Qué justicia sostenemos?

¿Cuál es la seguridad que puede brindarnos una fuerza impune, desmedida y siniestra responsable de los eventos más dolorosos de este país?

Invertir en prevención desde el nivel inicial; hablar sobre los noviazgos violentos, y no como una charla aislada, sino como un acto recurrente anudado a políticas públicas que actúen en cada caso singular.

Porque la pandemia agudiza las condiciones de encierro y las limitaciones, favoreciendo la desidia, el desamparo y las muertes.

Porque corremos el peligro de naturalizar y de volvernos un número cada vez más alto.

Porque no alcanza con un papel ni un botón de antipánico, al que sólo tienen acceso algunas mujeres y en ciertos lugares.

Venimos hablando de revolución, con pañuelos blancos y verdes; pero también estamos denunciando los abusos desde hace muchos siglos.

Olympe de Gouges en 1791 durante la Revolución Francesa, luego de que las mujeres fueran excluídas de la definición de ciudadanía, expresa: “El ejercicio de los derechos naturales de la mujer no tiene más límites que la perpetua tiranía del hombre”.

Hacemos la revolución con manchas de sangre, de tantas que no volvieron, pero también, de las que están y siguen soportando dentro de su casa y/o afuera diferentes tipos de maltrato; muchas en silencio, otras con denuncias de letras transparentes.

La mayoría tenemos hijes que cuidar, que se quedan sin mamá cuando nos mandan al hospital o nos matan; cuando nos insultan y la humillación es un disparo recurrente y voraz que arrasa con nuestras ganas de vivir, de continuar.

Entonces se vuelve imprescindible reflexionar, dar vuelta todo y apostar a una construcción colectiva, como dice Silvia Federici: “La mejor forma de resistencia a la violencia, no es enfrentarla sola, es juntarnos, crear formas de vida y reproducción más colectivas, fortalecer nuestros vínculos y así verdaderamente, crea una red de resistencia que ponga fin a toda esta masacre”.

 

Cobertura de la marcha realizada a la Casa de la Provincia de Buenos Aires, el pasado miércoles en reclamo de justicia por Úrsula.

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