“MORIMOS PERSEGUIDOS, EN LA OSCURIDAD”

         

Por Redacción ANCAP

El 29 de septiembre de 1976, fue asesinada María Victoria Walsh, hija del escritor y periodista Rodolfo Walsh. Fue militante de la organización Montoneros; había nacido el 28 de septiembre de 1950, en la Ciudad de La Plata. Ejerció el violento oficio de escribir en el diario La Opinión, donde también fue delegada gremial. Una vez en la clandestinidad su nombre pasó a ser Hilda.

La hija mayor de Walsh decidió volcarse al cien por cien a la lucha armada y deja su labor en el diario de Jacobo Timerman, quedando a cargo del  Departamento de Prensa en el Frente Sindical de la organización Montoneros.

Cae en su casa del barrio de Floresta emboscada por un operativo de gran dimensión de la dictadura, que contó con la presencia de Infantería, un tanque y un helicóptero, en ese entonces estaba junto a Viki, el Secretariado político de la organización: Alberto “Tito” Molina, Ismael “Turco” Salame, José Carlos “Tucu” Coronel y Eduardo Beltrán. La resistencia contra los militares se extendió durante una hora y media, al menos eran 150 los uniformados que llegaron hasta la Calle Corro N° 105.

El operativo de aquel día trágico del 76, estuvo dirigido por el Coronel Roberto Roualdes y Ernesto “el Nabo” Barreiro, represor de la provincia Córdoba, condenado por sus acciones durante la dictadura. El día en que Vicki desaparece, era su cumpleaños, desde la terraza de su casa del barrio de Floresta se defendió hasta su muerte. Luego de la masacre desatada, el Ejército, secuestró a la hija de un año y medio de la dirigente montonera, que posteriormente fue entregada a sus suegros. Su compañero de vida ya estaba detenido hacía más de un año.

“La muerte de Vicki, se dio en el marco de uno de los operativos militares más grandes que se desarrollaron en la Ciudad de Buenos Aires”, advirtió Myriam Bregman, como integrante del  Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), que representó en la querella a Patricia Walsh, hermana de Viki.

Carta de Rodolfo Walsh a Vicki

Querida Vicki: La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé con ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y Pablo: “era mi hija”. Suspendí la reunión.

Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era excesiva suerte no ser golpeado, cuando tantos otros son golpeados. Sí, tuve miedo por vos, como vos por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más.

No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizás te envidio, querida mía.

Hablé con tu mamá. Está orgullosa en su dolor, segura de haber entendido tu corta, dura, maravillosa vida.

Anoche tuve una pesadilla torrencial, en la que había una columna de fuego, poderosa pero contenida en sus límites, que brotaba de alguna profundidad.

Hoy en el tren un hombre me decía: “Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año”. Hablaba por él pero también por mí.

   

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