HERRAMIENTAS POR PARCHES

Por Juan Meza

La segunda ola de esta pandemia en esta parte del mundo está pegando más fuerte que el inicio de la misma a principios del año pasado. La incertidumbre se volvió moneda corriente producto de lo destruida que está la economía y por la falta de decisiones de un gobierno dubitativo.

“No es una ola es un tsunami” dijo Axel Kicillof sobre esta nueva etapa de la pandemia del COVID-19. Esta segunda ola vino con más fuerza golpeando de lleno a la salud del país.

El problema en Argentina no es solo el sistema sanitario, que, producto de la cuarentena del año pasado se logró no colapsar y poner más camas, las que no hicieron falta ocupar. El problema además de sanitario es económico. Y el problema económico es una problemática difícil de subsanar y encima gestionando una pandemia.

Al gobierno de Alberto Fernandez le toco bailar con la más fea: tratar de levantar una economía que venía en caída libre, producto de 4 años nefastos de Mauricio Macri y levantarla en pandemia. El gobierno, el año pasado, priorizó la salud por sobre el resto de todo, incluida la economía. Se paró gran parte de la producción del país y el Estado salió a pagar porcentajes de salarios de los empleados en relación de dependencia (sin discriminación), por lo que el ATP (Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción) lo cobró el trabajador de una pyme percibiendo el salario mínimo, como así también el CEO de una multinacional, tal el caso de la empresa Techint. Y también pagó el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) en 4 ocasiones, ayudando al no asalariado, que debió quedarse en su casa, con $40.000 en 7 meses, cuando para diciembre la canasta básica del año 2020 superó los $50.000. El gobierno en esa jugada ya mostró como venía la mano.

Con la baja de los casos para fin del año pasado y con la temporada de verano asomándose se decidió pasar del ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio) al DISPO (Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio) y así aperturar la economía. Los indicadores de recuperación económica y la proyección para este año, tanto de las consultoras como del gobierno, daban una recuperación que podía hacer pensar que en algún momento “se puede levantar este muerto”, pero la segunda ola acecha y es algo que si bien se sabía que iba a venir no se pensó que iba a ser más dura que la primera. En primera instancia cuando se aprobó el presupuesto del 2021 el año pasado, jamás se tomó en cuenta una segunda o incluso o una tercera ola del COVID-19, por lo que si hoy el gobierno debería hacer un nuevo salvataje no tiene partidas presupuestarias para asignar, por lo que se torna difícil sostener la economía hogareña para muches laburantes que viven día a día y la gran mayoría de los trabajos que realizan, los hacen en negro.

En el programa radial de Reinaldo Sietecase, “La inmensa minoría”, el presidente Alberto Fernandez dijo que “los recursos no son ilimitados” dando a entender que va a ser casi imposible ayudar de manera económica a los que menos tienen.

AL MÁS, MÁS Y AL MENOS, MENOS

El pasado miércoles 7 de abril el INDEC dio a conocer las tasas de descrecimiento de los ingresos de la población. Los ingresos de toda la población cayeron abruptamente. El informe dice “Los resultados del cuarto trimestre de 2020 correspondientes a los 31 aglomerados urbanos que releva la EPH registraron que la suma total de ingresos creció 19,6% en relación con igual trimestre de 2019; los ingresos laborales crecieron 18,2% y los no laborales, 23,2%. El ingreso promedio per cápita del total de la población, que corresponde a 28.739.630 personas, alcanzó los $19.524, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $14.357.” todas las tasas dan como resultado un incremento, pero si tomamos en cuenta la inflación, ese incremento se desinfla. En esa puja distributiva el que menos se lleva es el que menos tiene y el que más se lleva es el que más tiene, los dulces de la piñata no se reparten por igual. El 10% más rico percibió el 37,1% de los ingresos del total de la población, mientas que el 10% más pobre percibió el 1,5% de esos ingresos. El gobierno se encuentra lejos de sentarse a discutir esta problemática que, si bien es una de las bases del capitalismo, en los últimos años esa brecha creció de manera abultada. Durante el gobierno de Mauricio Macri la diferencia de ingresos entre ricos y pobres era de 17 veces, o sea, si el pobre ganaba 10, el rico ganaba 170. Al siguiente año esa distancia creció a 20 veces. Al año siguiente, en 2019, aumento a 21, y en 2020 se mantuvo. “Los últimos serán los primeros” dijo Alberto Fernandez mientras se encontraba en campaña en 2019, como su par y antecesor, Mauricio Macri que había prometido “pobreza cero”. Las frases de campañas quedan en la puerta de la casa rosada, una vez adentro, aparentemente la cosa cambia, porque, como dijimos anteriormente, si bien “le tocó bailar con la más fea”, los 3 millones de nuevos pobres son producto de su gobierno. Estos nuevos pobres se suman a los 5 millones de pobres que dejó la administración de Mauricio Macri.

El gobierno tiene al alcance de la mano recursos para sostener esta situación. Debe ajustar las clavijas donde nunca se hizo y desajustarlas donde siempre, históricamente, se ajustaron. El “aporte solidario”, lo que se conoció como “el impuesto a las grandes fortunas”, solo recaudó hasta el momento el 10% de lo estipulado, según informó la AFIP (Administracion Federal de Ingresos Públicos). De esas 12 mil personas que alcanza este impuesto muches miraron para otro lado, otres presentaron amparos judiciales y otres, los menos, lo pagaron. Mientras, el mundo discute aplicar una “Tasa COVID” como sugirió el FMI (Fondo Monetario Internacional). Incluso el propio presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, va a mandar al congreso de aquel país una reforma distributiva, donde los que más tienen van a pagar más. La burguesía nacional sigue mirando su ombligo y sus espejitos de colores. El gobierno de Alberto Fernandez tiene una caja de parches y otra de herramientas, en algún momento va a tener que dejar de usar la de los parches y ponerse a trabajar con esas herramientas que aún no se animó a tocar.

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