SOCIEDAD REAL O SOCIEDAD DIGITAL

Por Ernesto García

Dibujo Martín Vera

«…cuanto menos significado lleve el mensaje, más rápido habrá de moverse, dado que la producción e interpretación de sentido exigen tiempo, mientras que la circulación de información pura sin significado es instantánea».

Franco «Bifo» Berardi.

Una de las cosas históricamente novedosas y que tiene enormes consecuencias para la organización social y el cambio cultural es la articulación de todas las formas de comunicación que integra, mezcla y recombina en su diversidad el amplio abanico de expresiones culturales producidas por la interacción humana producto de una serie de transformaciones en el proceso de comunicación. Comunicar es compartir significados mediante el intercambio de información. Ese proceso de comunicación se define hoy, cada vez más, por las nuevas tecnologías de la comunicación, las características de los emisores y los receptores de la información, sus códigos culturales de referencia, sus protocolos de comunicación y el alcance del proceso. Su significado sólo puede comprenderse en el contexto de las relaciones sociales en las que se procesan la información y la comunicación. Con la difusión de internet, ha surgido una nueva forma de comunicación interactiva caracterizada por la capacidad para enviar mensajes de muchos a muchos, en tiempo real o en un momento concreto, y con la posibilidad de usar la comunicación punto-a-punto, estando el alcance de su difusión en función de las características de la práctica comunicativa perseguida. Esta nueva forma histórica de comunicación, como bien señala Castell en La comunicación en la era digital, se denomina «autocomunicación de masas» y potencialmente puede llegar a una audiencia global. Al mismo tiempo, es autocomunicación porque uno mismo genera el mensaje, define los posibles receptores y selecciona los mensajes concretos o los contenidos de la web y de las redes de comunicación electrónica que quiere recuperar.

La dimensión cultural del proceso de transformación de la comunicación puede comprenderse en el punto de intersección de dos pares de tendencias: el desarrollo paralelo de una cultura global y de múltiples culturas identitarias; y el ascenso simultáneo del individualismo y el comunalismo como dos modelos culturales opuestos, aunque igualmente poderosos, que caracterizan nuestro mundo. Existe efectivamente una cultura global que puede observarse en tres niveles. En primer lugar, existe la conciencia de un destino común del planeta que habitamos, ya sea en cuanto a medio ambiente, derechos humanos, principios morales, interdependencia económica global o seguridad geopolítica. Éste es el principio de cosmopolitismo respaldado por actores sociales que se consideran ciudadanos del mundo. En segundo lugar, hay una cultura global multicultural que se caracteriza por la hibridación y mezcla de culturas de distintos orígenes. En tercer lugar, la capa dominante de la globalización cultural es la cultura del consumismo, directamente relacionada con la formación de un mercado capitalista global. Para que se globalice el capitalismo, la cultura de la mercantilización se hace presente por todas partes. Y el propio hecho de que el capitalismo sea global y que todos los países vivan ahora bajo el capitalismo proporciona las bases para compartir los valores del mercado y la cultura del consumo. Al mismo tiempo, la existencia de diversas fuentes de identificación cultural crea un modelo complejo de interacción entre consumismo global, cosmopolitismo e hibridación global, por una parte, y las distintas fuentes de identificación cultural. El significado, en este caso, es creado tanto individual como colectivamente a través del uso de diferentes elementos. Todos estos diferentes elementos y las prácticas que los rodean son un factor primordial en la creación de riqueza y nuevos significados.

Pero, como dice Castell, solo unas cuantas megacorporaciones forman la columna vertebral de la red global de redes de medios y su dominio se basa en la capacidad para conectar en todas partes con empresas de comunicación de ámbito local y nacional y servirse de ellas.  Sólo las redes globales pueden controlar los recursos de la producción de medios globales, pero su capacidad para conquistar cuotas de mercado depende de la adaptación de su contenido al gusto de las audiencias locales. El capital es global, las identidades son locales o nacionales. La cultura se fragmenta y se integra en el proceso de comunicación. La formación de la nueva esfera pública en la «sociedad red» se lleva a cabo construyendo protocolos de comunicación entre distintos procesos de comunicación. De esta manera el funcionamiento de la infraestructura tecnológica y el diseño de distintos sitios hacen que la arquitectura comience a oscilar entre explotación y participación. La gran cantidad de trabajo que se genera en cada sitio personal es pagada en una moneda afectiva: la diversión y el significado que estos sitios otorgan a sus usuarios. Pero también existe una moneda económica que sobrevuela esta cultura. Es dentro de estos medios donde se busca, procesa y circulan conocimientos e información a la que tienen derecho usuarios, por un lado, y empresas por otro. Es así como la confluencia de las estructuras económicas mercantiles y las distintas estructuras políticas existentes van moldeando la representación social mayoritaria en las comunicaciones. Por otro lado, el reforzamiento de la idea de participación ciudadana, participación que poco tiene que ver con una esfera decisional real, produce la creencia que se ha encontrado una vía directa de participación. El derecho a la comunicación, de hecho, se encuentra sujeto a distintas políticas gubernamentales, licencias, diversos tipos de regulaciones y bajo el poder degigantescas corporaciones interesadas en conservar privilegios, invisibilizar las luchas sociales e imponer sus propios intereses corporativos. Se hace imprescindible romper los algoritmos, los límites de la «sociedad digital», que intentan marcar los grandes medios,a fin de visibilizar la «sociedad real», sus luchas, su diversidad; disputar sentidos y significados, cargar de contenido real a las palabras y romper la ficción en post de una participación real.

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