MUCHA AGUA BAJO EL PUENTE: 19 AÑOS SIN DARIO Y MAXI

Por Redacción ANCAP

Foto de portada La Tinta

Jóvenes, como la impunidad que envuelve a los responsables de sus asesinatos, Maximiliano Kosteky y Darío Santillán serán recordados por una parte del pueblo argentino para la cual los crímenes contra la rebeldía debida no prescriben. Rebeldía debida, sí, en contraposición a la obediencia debida, a la comodidad corrosiva, a la pasividad cómplice.

Diecinueve años han pasado desde aquella traicionera emboscada en la que la élite política, defensora de sus privilegios de clase, masacrara en las personas de éstos compañeros las esperanzas de una generación urgida de trabajo y cambio social. Y es que con la masacre de Avellaneda el Estado se aseguró el escarmiento a una juventud que osaba organizarse y movilizar al sector mas vulnerado de la sociedad, para arrojar a la cara de sus hambreadores el guante de la dignidad.

Por aquellos turbulentos días de 2002, Eduardo Duhalde; Oscar Rodríguez; Felipe SoláLuis GenoudAlfredo Atanasoff;  Jorge VanossiAníbal FernándezJuan José ÁlvarezCarlos Federico Ruckauf y Jorge Matzkin, sabían que el horno no estaba para bollos con la muchachada de los empobrecidos barrios del conurbano bonaerense que pretendía hacerse oír en el centro neurálgico del neoliberalismo  rioplatense. Ellos tramaron el plan y desataron la cacería aquel  frío 26 de junio en que miles y miles de personas se movilizaban con la sangre caliente a fuerza de hambre y privaciones. Todo se sucederá con la velocidad del rayo: las columnas populares dispuestas a encontrarse en el puente Pueyrredón, la patota de Franchiotti interponiéndose y actuando como carnada, el forcejeo con la mujer que los increpa, Darío tratando de defender a la compañera, la balacera, los gases, la persecución, la multitud agolpada en la encerrona de la estación, Maximiliano ensangrentado tirado en el hall, el visceral gesto de Santillán intentando socorrerlo, la muerte para ambos.

Después vendrá el bombardeo mediático, que alcanzo su corolario con la hipócrita tapa de Clarín sentenciando “La crisis causó dos nuevas muertes”, y la consabida criminalización del pueblo en lucha. Lo cierto es que el gobierno de facto encabezado por Duhalde, impuesto tras el “que se vallan todos” de las jornadas de diciembre de 2001, tuvo que llamarse a retiro luego de estos asesinatos y diluirse entre las turbias aguas del “progresismo” estilo Siglo XXI. Mas tarde, mucha agua bajo el puente.

En estos días en que, reciclados, los responsables políticos de la masacre de Avellaneda siguen operando desde dentro y fuera del Estado; en que el campo popular militante sufre la fragmentación impuesta con dádivas y zonas de confort; en que el posmodernismo nos brinda la “posibilidad” de “luchar” de forma virtual mientras se profundiza la explotación y crece la miseria, bueno es traer a la memoria que, con las vidas de Darío y Maxi, intentaron arrebatarnos capacidad organizativa, espíritu de sacrificio, amor al arte, solidaridad en los hechos. De nosotres dependerá, y de nuestra Memoria colectiva, que triunfe la impunidad o el ejemplo de nuestros compañeros.

 

Deja un comentario

Descubre más desde comunicación popular

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo