Los domingos
cuando cae la tarde,
me devoran los monstruos
me sacude un poema
y se enrosca
la esperanza
lejos de mi espalda.
La soledad
es un disparo cierto
dentro de mis ojos
y cierran todas la plazas.
Si no me hamaco
no vuelo
ni me crecen las alas.
Los bailes
ya no ocurren
dentro de las casas
y los encuentros
sólo son el recuerdo
de alguna foto gastada.
Los domingos
se sienten los años
los agujeros negros
y el invierno
se dibuja
en algún vidrio mojado.
Quizás
si no fuera domingo
y no hiciera frío
para los olvidados.
Tal vez
si escuchara alguna canción
para despistar este corazón
que insiste en tener plumas
para volar
donde la esperanza
anda en cuclillas
esquivando tormentas.
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