Por Federico Firpo para ANCAP
En un mundo que se debate puertas afuera, nunca está de más recordar cómo se han sucedido las invasiones en sus distintos tipos. Quizás en el lenguaje podamos encontrar una de las caras mas visibles. Y por qué no, en la religión también.
Con la excusa de evangelizar nuevas Tierras, han sido, son y muy probablemente sigan siendo sometidas a la voluntad de un nuevo Imperio todas las poblaciones intervenidas. Por otro lado, la entrada de cara a ese gran Imperio occidental, parece ser siempre y nuevamente, la del lado de la moneda que llama, una y otra vez más, al rechazo de aquellos (por ellos) considerados menos humanos.
Es increíble qué, en pleno Siglo XXI y en vistas de cómo las sociedades han sabido conformarse, atendiendo a los motores propios de sus incesantes movilidades, definidos justamente a través de la iniciativa misma de los pueblos, más aun, sumándose todos los conocimientos recibidos a manos de los avances en la ciencia, sigamos, sin embargo, creyendo, como instalados, que las respuestas a todas nuestras preguntas sobre la dinámica del mundo, podremos resolverlas a través de la mirada y el enfoque que nuestra “señorita” (por lo general bastante fascista) del segundo grado, de la primaria, mantiene desde hace ya más de cincuenta años, atendiendo nunca a la posibilidad del más mínimo cambio, a pesar de que el mundo siga igual girando. O peor aún, que algunos se enojen hasta el enfado, cuando se nos hable de un nuevo paradigma lingüístico con visión de inclusión, por el hecho de cambiarse solo una letra, la cual demás está decir que no lastima a quienes no parecen sentirse tan dolidos cuando una bala perfora e impacta en su propio vecino.
Y algunos incluso podrán ser benevolentes al respecto cuando al ver, también en la actualidad, que un grupo de forasteros africanos intentando cruzar al límite con el margen europeo en el acto muera, ya sea por asfixia o por las consecuencias de una desmedida represión. Y qué tendrá una cosa que ver con la otra algunos se dirá. Será mas bien cuestión de salvar las distancias, pero de una o de otra manera nos encontramos siempre con las bases de la cobarde opresión. Los mismos imperios que nos dicen a diario como hablar, que vestir y a que intereses responder, son los que ayer masacraban invadiendo en las tierras de a quienes hoy no dejan entrar, por sentirlos extranjeros. Será que se habrán creído que el mundo es de ellos y solo para lo que ellos decidan. Sabemos hoy que eso nunca termina por buen puerto.
Por eso, es que resulta incomprensible que a la hora de analizar las posibilidades, por ejemplo, en el retoque inclusivo del lenguaje, algunos desde Argentina respondan que eso no corresponde porque la Real Academia Española así no lo permite. Deberíamos entonces hablar a modo de: “Pues coño”, “oye hostia”, “joder”, “con un demonio”, “qué te ha pasado tío”, “el coño de tu madre”, “lámeme la polla”, pero, en concreto, la realidad es qué: contrario a todo lo que desautorizarían la RAE y la maestra de 2do grado del “Feinmann malo”, nosotros hoy no hablamos así. Habría que hacerles entender a estos diversos formadores de opinión (rancia), que es esta la consecuencia de lo que iniciativas sociales mediante, con sus respectivas soberanías, los pueblos mueven. Es decir que el verdadero dueño y creador de todo lenguaje se encuentra en el pueblo hablante, le duela a quien le duela.
De igual modo, podremos interpretar la causa invasora en clave histórica, interpelando, asimismo, acerca de las razones por las cuales las crisis como consecuencia del abandono a estas tierras antes invadidas, dejan hoy en situación de evidente desesperación a prácticamente un continente entero, el mismo que, cuando conviene, suele ser utilizado para los fines de sus mega-farmacéuticas a modo experimental (con humanos, a pesar de que todos los tratados de posguerra lo prohíban), por ejemplo.
Tal es el caso de quienes ayer masacrados en sus propias tierras, a manos de europeos que los trataban sencillamente como “salvajes africanos”, o bien según esa misma lógica colonizadora: “criaturas próximas a ser civilizadas”, hoy sin embargo y a modo de constante, son asesinados (a la inversa) por querer cruzar a las tierras del viejo continente. Lo sugerente, por no decir superlativo, de las relaciones de fuerza, es que tanto hoy como ayer, quienes cometen y cometían las atrocidades, contra todo rasgo de dejo humanitario, son los que manejan las armas y los organismos centrales, a los fines de silenciar y determinar por cuenta del mundo qué debe de ser tomado como conducta inhumana y que no, disparando con todas y cada una de sus herramientas obscenamente persuasivas cuando no explícitas, una y otra vez, contra pueblos previamente por ellos desmantelados. No importa cuando se lea.
Quizás sea hora de reconocer en esa lengua, por nosotros desarrollada, la mejor de nuestras propias armas. Porque solo de este modo y contra todo atropello de la la razón, podremos decir qué: hoy adentro como ayer afuera, son sus desalmadas fuerzas contra los pueblos que nunca más serán callados.