Por Ludmila Fernández López
Es Ni una menos. Es #niunamenos, Ni-Una-Menos. No es “nadie menos” ni “basta de violencia en general”. Es ni una menos para que paren de matarnos a las mujeres y a otras identidades devenidas femeninas, víctimas de la violencia masculina que organiza este sistema patriarcal.
Es Ni una menos y son tres palabras que costó instalar en la agenda mediática y en la opinión pública, y que todavía tienen poco impacto en la agenda estatal. Es #niunamenos y parece tonto tener que confirmar lo obvio: que no se trata de una marcha en defensa de todos los seres humanos, sino de las mujeres en particular. Que da la casualidad, venimos a ser más de la mitad de la población mundial.
Pero aunque fuéramos dos o tres, ¿por qué nos cuestionan las marchas? ¿Por qué nos juzgan los motivos y nos prescriben el camino para protestar? Nadie sensato le pedirá a lxs activistas que defienden a las ballenas de los barcos arponeros que también peleen por la vida del oso panda y, ya que están, que nos resuelvan la hambruna mundial. Lxs activistas de las ballenas tienen su causa y admiramos su valentía, nos emocionamos con sus hazañas y hasta les donamos dinero. ¿Y las activistas por la vida de las mujeres? ¿En serio vamos a seguir con el “nadie menos”? Cuando decimos “nadie menos” -por medio de las imágenes que hacemos circular en redes sociales, pero también en chistes o comentarios en la vida cotidiana-, estamos banalizando una lucha. Las mujeres que desde la buena intención adhieren a ese mensaje, parecen pedir disculpas por pedir algo para ellas mismas. No tenemos que pedir permiso para luchar.
El 3 de junio es #niunamenos, pero queda mucho espacio en el calendario para demandar por el cese de las múltiples violencias y conflictos sociales que tienen como víctimas a varones, a personas de todos los géneros, a perros o a gatos. Quienes confluimos en la Plaza cada 3 de junio pero también cada 8 de marzo y toda vez que podemos, nos sentimos agraviadas por el cartelito de “nadie menos”. Porque es una idea que pretende debilitar la lucha feminista; es una idea que le tiene miedo al feminismo y también a las mujeres libres, y por eso las vuelve a invisibilizar en el famoso genérico masculino que la Real Academia nos legó.
Los ejemplos para entender el absurdo del “nadie menos” son múltiples y no se agotan en el activismo por las ballenas. Es que si trasladamos a cualquier otra protesta social este intento desesperado por cubrir el movimiento de mujeres bajo un manto de “igualismo”, enseguida es claro que al resto de los colectivos y teorías sociales no les demandamos lo que se le pide al feminismo. Que sea limpio, ordenado y no pinte paredes. Y que nunca se enoje. Como una buena niña de su casa.
Imagen Fuente: https://www.instagram.com/jonebengoa/?hl=es
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