“LO QUE DEJÓ RAYMUNDO COMO EJEMPLO SE PUEDE APLICAR A MUCHÍSIMOS MOMENTOS DE LA ARGENTINA”

Por Federico Paterno

Redacción Juan Meza

Entrevista a Cynthia Sabat quién junto a la última compañera de vida de Raymundo Gleyzer, Juana Sapire, realizaron el libro “El compañero Raymundo” que trata sobre la vida y la militancia del cineasta desaparecido en la última dictadura cívico-militar.

Contanos ¿Con qué nos vamos a encontrar con el libro?

El compañero Raymundo” no es una biografía tradicional, es bastante más que eso. Tratamos de combinar su vida personal, como hijo, como padre, como amigo, con su perfil como cineasta y militante. Es muy completo. Encaramos a Raymundo como una persona que contemplaba todas esas características. En 10 años de producción dejo una obra impresionante, un trabajador incansable, que no dejaba ningún aspecto de sus películas al azar, se encargaba de absolutamente todo. Se sentaba a escribir cartas a la televisión de Europa para vender los derechos de sus películas y así hacer más dinero y así poder hacer más películas. Así que yo creo que con esta biografía, nuestro principal interés es que se difunda el trabajo de hizo Raymundo y además inspire a otras personas.

¿Cynthia como fue trabajar junto a Juana, la compañera de Raymundo?

Yo la conocí a Juana en el 2010, cuando vino a testimoniar la causa por el Vesubio  sobre la desaparición de Raymundo. El Vesubio fue el último centro de detención que se sabe que estuvo Raymundo Gleyzer. Ella me comentó la idea de escribir un libro con sus memorias y además con el archivo Raymundo que ella tiene en Nueva York, lugar donde vive, y que había sido utilizado en partes. Había un montón de material por descubrir, había cartas, guiones de películas, todo tipo de papeles, muchísimas fotos inéditas, folletos de distribución, programas de exhibición de las películas. Un material riquísimo en manos de un investigador. Para mí fue increíble hacer este libro, el tema es que yo tenía que mudarme a Nueva York y convivir con ella durante 3 meses para poder escribirlo. Lo hicimos, esto sucedió en el año 2011 y se repitió en el 2014 y eso trajo aparejado un trabajo muy profundo, porque Juana y yo convivimos todo el día. Desde el desayuno hasta la noche trabajábamos en el libro, conversámos mucho, aparecieron anécdotas que no las había recordado antes y así íbamos ordenando esos relatos conjugándolos con la lectura de los documentos. Además me ocupe de entrevistar a los amigos de Raymundo que siguen vivos, algunos viven en México, otros en Perú, otro en Alemania. De todo ese cóctel de material surgió este libro. 

¿Y cuantos años fue de trabajo esto?

Lo hicimos en 5 años. Es un récord, porque cuándo uno lo lee parece que llevó 10 años porque hay un material muy rico, una elaboración muy grande con respecto al relato. Por suerte nos llevó 5 años y que apenas terminado el libro, pudimos publicarlo, eso es una suerte inmensa 

¿Por qué la elección del relato en primera persona?

Eso fue una elección importante, que es un hallazgo del libro, a mí me parecía que era tan rico como cuenta Juana Sapire, tiene una forma tan viva de relatar que es como si estuviera sucediendo todo en ese momento. Yo no tenía ninguna intención de hacer ningún libro académico, con una distancia con el lector como suele suceder con los libros de cine. Quería un libro que esté vivo, que pueda seguirla a Juana paso a paso en la historia, que ella la vaya contando. Juana es una persona con un carisma tremendo y cuenta las historias y uno las está viendo delante de uno. Yo no quería perder eso y le propuse escribir el libro en primera persona, que fuera una primera persona que mezclara las vivencias con una mirada un poco más distante y más de investigadora que es la mía. Todo el libro está escrito en primera persona y uno lo que debe hacer es dejarse llevar por el relato.

Interviene Diego, el hijo, ¿cómo fue conocerlo a él? ¿En qué te ayudó?

Diego vive en Connecticut, tiene la misma edad que yo, 45 años, y era importante porque era mi par de alguna manera, era el hijo de esa generación, los dos teníamos la misma edad cuando pasaron las cosas, vos imagínate que Diego tenía 3 años y medio cuando desaparecieron a su papá, era muy chiquito, no le quedaron casi recuerdos de su padre. Pero si es alguien que estuvo muy consciente de lo que sucedía, su mamá lo cuidó muchísimo, lo protegió mucho en el exilio. Primero se exiliaron a Perú después a Nueva York y allí hicieron su vida. Diego siente que su ciudad es Nueva York pero por otro lado habla perfecto español con acento porteño que uno no podría pensar que es de Nueva York, o sea habla perfecto inglés y perfecto porteño, es fanático de Boca Juniors, ama a Charly García. Entonces tiene una historia ligada a la Argentina muy entrañable que le produce tristeza y alegría a la vez. Para mi entrevistarlo en profundidad para el libro fue una gran hallazgo porque no es una persona que le estén haciendo reportajes todos los días, entonces el que se haya brindado a mí, que se haya abierto, que haya confesado muchos sentimientos muy íntimos de él y de su historia familiar fue una joya, yo lo valoro muchísimo y toda esa historia del exilio porque contamos en esa parte del libro, como Diego se forjó una identidad en el exilio sin un papá y con una mamá que también se estaba adaptando a otro país, a otra vida y tratando de dejar un poco atrás todo el horror que había vivido. 

¿Diego también tiene este vínculo con el cine? 

Cuando era adolescente quería ser director de cine, hubo una época que quería ser actor y director. Después cuando creció abandono esa idea y lo que lo une al papá es una visión social muy fuerte. Él trabaja como asistente social, con chicos, con personas en estado de vulnerabilidad. Es muy sensible socialmente. Quiere brindarse a los demás a través de la enseñanza, de la ayuda social. Finalmente lo que peso más en esa posta de lo que sacó del padre es querer a los otros, el querer ayudar, el querer ser una persona útil para la sociedad.

¿Cómo evaluas vos la vigencia de la frase de Raymundo “el cine es un arma de contra información” y el cine de base? 

Lo que dejó Raymundo como ejemplo se puede aplicar a muchísimos momentos de la Argentina. Cuando él hizo cine también hubo dictaduras, también hubo gobiernos que fueron contrarios, inclusive en la etapa del gobierno de Isabel Perón, fue una etapa tremenda del país y había sido una democracia. Yo creo que el legado de Raymundo en la era digital floreció porque hay una proliferación de medios alternativos que lo que hacen es justamente eso: “contra información”. Si pensamos en las noticias en los grande medios masivos de información, nos damos cuenta en el trabajo que hacen los medios alternativos para hurgar en esa realidad tan difícil y dar otro punto de vista. De alguna manera Raymundo Gleyzer se adelantó a su tiempo y lo hizo con películas de 16 mm, cuando hacer hizo era un trabajo tremendo, era transportar proyectores pesadísimos, latas de 16 y así y todo lo hizo. Hoy es mucho más fácil editar una película “clandestina”, o una pelicular que contenga ideas peligrosas para su realizador porque se hace de forma digital. Me parece que el legado de Raymundo es ese. Hay una frase famosa de Raymundo que dice “nosotros no hacemos film para morir sino para vivir, para vivir mejor y si se nos va la vida en ello, vendrán otros que continuarán”. Una de las cosas que yo descubrí haciendo el libro es que Raymundo no era personalista, no quería que todo girara en torno a él. Al revés, él delegaba poder, conocimiento, le enseñaba a la gente a usar la cámara porque quería que todo el mundo supiera usar una cámara, editar una película, supiera producir, porque tenía esta idea de cine colectivo. Yo creo que es un gran ejemplo a tomar, creo que el libro va a inspirar a mucha gente que lo lea en ese sentido.

¿Que tuviste como novedoso o que te llamó la atención cuando entrevistaste a los compañeros de militancia de él?

Una de las cosas que llama mucho la atención, que no solamente la noté yo sino todos los que hacen libros con exiliados de la dictadura es una tristeza muy grande, una tristeza que aún sigue. Uno puedo pensar “bueno está en México o está en Perú o en donde hayan hecho su vida”, sin embargo el recuerdo de Raymundo duele. Duele muchísimo a todos sus amigos. Cuando lo recuerdan, en alguna anécdota divertida, siempre está teñida de tristeza, por no haber podido cerrar una etapa, por haber perdido un amigo, por haber perdido a alguien que tenía tanto empuje y era tan joven. Raymundo tenía 34 años cuando se lo llevaron. Eso me sorprendió, no pensé que el recuerdo a tanto tiempo de su desaparición produce tanta, tanta tristeza en la gente que lo conoció. 

¿Sentís que Juana cumplió el objetivo con el libro? ¿Pudiste hablar con ella después del material finalizado? 

Creo que Juana está muy feliz, porque para ella era parte del trabajo de guardar los materiales era terminar compilándolos en este libro. Ella se quedó muy feliz, el libro tiene todo el aval de ella. Estamos presentando juntas el libro, le encanta la idea de haber llegado a este libro porque entre cosas dice que siempre escriben mal el nombre de Raymundo y siempre escriben mal el título de sus películas, entonces al dejar este libro es una fuente de material donde la información está chequeada y el que quiera saber algo sobre Raymundo se tiene que dirigir al libro. Lo que quiero acotar es que como todo investigador hice un trabajo impresionante de mucho y profundidad pero tengo que decir que el archivo de Raymundo no se ha agotado. Es muy probable que salgan nuevos libros de Raymundo que aborden la figura desde otro lado con otros archivos y eso sería lindísimo que ocurra.

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Imágenes: Gentileza de Cynthia Sabat, del archivo personal de Raymundo Gleyzer.

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