LOS RICOS NO PIDEN PERMISO

Por Juan Meza

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República Argentina (INDEC), dio a conocer, en su informe, que una familia tipo, dos adultos y dos niñes, necesitan un ingreso mensual de $ 43.810,70. Para no caer por debajo de la línea de la pobreza. Por su parte la revista Forbes publicó, como lo hace habitualmente, quienes son los argentinos que gozan de buena salud económica, los millonarios. Entre las primeras 50 grandes fortunas suman una cifra obscena de USD 46.440 millones.

Mientras Bulgheroni, Galperín y Rocca, los que completan el podio de la revista Forbes, cuentan sus millones, los declarados y de los otros, una familia en Argentina, tiene que hacer un esfuerzo enorme para poder poner un plato de comida en su mesa. La pandemia trajo la cuarentena, y la cuarentena desnuda las miserias individuales de las personas y las del sistema económico, político y social que rige en nuestro país. Es verdad también que la solidaridad brotó y se hizo más visible, pero ante un Estado que pone parches en los bolsillos de los pobres mientras les alcanza la pala a los ricos, no alcanza.

Según el informe del INDEC, una familia tipo necesita más de $ 43.800 para no caer por debajo de la línea de la pobreza. Y un ingreso no menor a $ 18.029,10 para no ser indigente. Este último informe, comprende los datos del mes de junio que arrojó que la Canasta Básica Alimentaria (CBA) subió un 0,9%. La Canasta Básica Total (CBT) aumentó un 1,7%. El incremento de la CBT se debe, en parte a que indumentaria y calzado aumentaron un 6,6%, ya que las ventas de estos productos fueron casi nulas desde el inicio de la cuarentena a fines de marzo, hasta mayo, inclusive. En junio la inflación minorista trepó al 2,2%.

Para la revista Forbes, los 50 argentinos (individuos y familias) más ricos son los más exitosos. Claro, miden el éxito en cantidad de dólares acumulados y en esa lógica se encuentra Bulgheroni, quien preside Pan American Energy Group, que controla a Axion Energy y PAE. Galperín, dueño de Mercado Libre, la empresa que en esta cuarentena creció en tres meses lo que tenía proyectado crecer en tres años, y que, a su vez, en el Gobierno macrista, fue uno de los impulsores de la reforma laboral. Paolo Rocca, dueño de Techint, quien cuando desde el ejecutivo, más precisamente, Alberto Fernández, en tono desafiante o amenazante dijo, en otras palabras, que iba a poner mano dura a los empresarios que despidan empleados, no hizo caso, despidió a 1400 trabajadores en una de sus obras paralizadas por la pandemia. Aún se está esperando el accionar de la justicia para con el empresario. Gregorio Perez Companc, quien fue un pulpo e hizo negocios en todos los lugares habidos y por haber. Después más atrás viene la familia Macri, que no necesita presentación, como Alfredo Coto o Hector Magnetto.

Los números sueltos son frívolos, pero cuando detrás vienen más del 35% de la población que no logra llenar una olla para darle de comer a sus hijes, todo se vuelve más duro. La cuarentena que tenemos desde el 20 de marzo, producto del COVID-19, hizo que quienes trabajan en negro se vean obligados a no poder seguir haciéndolo. Allí, el Estado colaboró con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), pero no alcanzó. Las necesidades de la población más pobre nunca están satisfechas, y no porque se pida mucho, sino porque se tiene poco. A ese 35,5% de la población pobre, como mostró el último informe en marzo el INDEC, la brecha social atenuó y atenuará ese crecimiento, producto de la pandemia. “Sin dudas va a dar un aumento porque subió el costo de los alimentos y porque mucha gente no sólo que no tiene changas y tiene menos ingresos, también está endeudada” dijo Daniel Arroyo, Ministro de Desarrollo Social.

Al inicio de toda esta pesadilla para las mayorías, se anunció un “impuesto único” que no sería un impuesto, sino una contribución por única vez, para que las grandes fortunas del país cedan el 1% o el 2% para apaliar la crisis en la que ya estábamos inmersos y que la cuarentena acentuó. Esa idea, plasmada en un proyecto de ley, aún no entró al recinto para debatirse. Mientras el mundo intenta ser más igual y dejar a los ricos, ricos, pero a los pobres no tan pobres, cobrando impuestos a las grandes fortunas, y así poder repartir la torta de una manera más igualitaria, acá en el Cono Sur, todavía creemos (o creen) en la teoría del derrame.

Al ejecutivo se le cruzó por la cabeza que las clínicas privadas, cuando los casos comenzaron a ascender, fueran de utilidad pública, para apaliar un poco el déficit que tienen los hospitales púbicos. Cuando los grupos de empresarios, dueños de esas empresas que juegan con la salud de las personas se enteraron, pusieron el grito en el cielo y el Gobierno se quedó estático.

Se anunció con bombos y platillos la intervención y expropiación de Vicentín, empresa que tiene una deuda gigante con el Banco Nación de la República Argentina. Los defensores de la propiedad privada, salieron a reclamar que con los suyo no se metan, que la propiedad privada es sagrada, como la familia o como Dios. El Gobierno, no sólo no dio un paso más, sino que volvió para atrás, negociando con otros sectores. Postergando el plan inicial que bien claro había dejado Claudio Lozano, Director del Banco Nación, y hoy avanza el plan Perotti, Gobernador de Santa Fe, donde la expropiación está cada vez más lejos.

Mientras transitamos esta cuarentena ya se está hablando de la “post pandemia”. La población, toda, espera que se tomen medidas urgentes y necesarias, porque mientras haya políticas tibias, el plato seguirá vacío en la mesa. Porque mientras los pobres son cada vez más pobres, los ricos son cada vez más ricos.

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