PARANOMALÍA SECUESTRADORA SIN FIN

Por Federico Firpo

Como retomando la filosofía barata, caemos en la cuenta de palabras caídas, entre parafrasearías de un dibujo antes recetado y unificamos el sistema de ideas de la anti- política. Filosofía mentirosa, pero filosa al fin, por su Poder sobre nuestras vidas.

Y a cuento de esta voz, resuenan los tambores de una vieja anticorrupción, reaparece una tal Laura y sin ser abogada, se hace de la oficina de la Justicia. Nos dice, casi ofendida, que los padres secuestran a sus hijos cuando ellos tienen miedo a contagiarse por ser contagiados. Curioso es, cuando ciertas personas utilizan determinadas palabras, entre tantas otras posibles. Si los que cuentan sobre una Guerra Sucia, nombran como terroristas a los que sin Estado al hombro pelearon con sus vidas y encima ponen en dudas el accionar real del terrorismo desde las propias arcas del mismísimo Estado, no debiera sorprendernos entonces que para defender sus causas hablen ahora de secuestros cuando los callaron toda la vida.

Sería nomás de preguntarle a alguna víctima de la pérdida por desaparición de algún familiar por aquel entonces, algo tan sencillo como tratar de entender por qué esta persona uso justamente esa palabra para definir el accionar en Democracia de lo que representa, en definitiva, a un grupo mayoritario de padres que entiende que en estos tiempos la presencialidad, lejos de ser una solución, resultar por ser el eje conductor del nuevo problema.

En resumidas cuentas, en estos días Laura Alonso refirió sobre el hecho qué: los padres que no llevan a la escuela a sus hijos son militantes peronistas que tienen secuestrados, en sus casas, a sus propios hijos. Como en analogía a la militancia peronista de los ’70, pero siendo en este caso secuestradores los militantes, tirando un palito que tapé quizás el bosque de los secuestros que quitaron la luz de tantas vidas en aquella sangrienta dictadura. De eso no se la escuchó hablar mucho a Doña Laurita, lejos de quejarse ha estado al respecto, quizás por la verborragia o la vergüenza que la lleven a querer creer que eso quedó en el pasado, o que quizás no fue tan así, por qué según ella (según los de ella) si hay que ser justos es que hubo víctimas de los “dos lados”.

O quizás por el otro lado, valga la redundancia, lo haga a propósito, tras sentirse derrotada, para volver a mover el avispero. No queriendo quedarse sola refutando nomás, para ver quien la sigue al vuelo. Subida rapaz que por lo general no dura ni lo que dura su simple falso duelo.

Pero es paradójicamente filosófico, que los representantes del odio por “el curro de los Derechos Humanos”, aquellos que  hoy se ofenden igual que ayer, pero no de los que de la maquinaria estatal secuestraban, torturaban, violaban y asesinaban, llamen secuestradores a quienes, incomprobablemente desde lo científico, dejan de llevar a la escuela a sus hijos, supuestamente por causantes desde lo ideológico por lo político, obviamente hablando con fuerza y Poder desde las arenas políticas desde las cuales se autodefinen como apolíticos.

Secuestradores en nuestro país bien sabemos que los hubo. Evidentemente, cada uno, desde cada ámbito, sabe cómo, cuándo y a quién titular con este nefasto mote. El tema es que a veces sirve de mote, pero en realidad por un largo tiempo fue parte de una realidad viva.

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