Por Federico Firpo
Dibujo Martín Vera
“Si nunca un perro mira al cielo”, decía la célebre frase de la canción: “Nuestro amo juega al esclavo”. Y no era para menos, determinando en lo precoz de la experiencia, la rebeldía insurgente en el hambre de un pueblo malherido.
Es que así nos amanecían en sus premuras, los artífices del hambre solificado, con un sistema que a pasos agigantados empezaba a decaer, ante síntomas de un propio pesar, quizás por lo del neo-renacentismo en torno a un Nuevo Siglo, el XXI. Más precisamente, derrumbando sus patrañas en la cara de los anocheceres del nefasto 2001, haciendo relustrar la alfombra con visitas como las de un tal Anoop Singh (FMI), representando otra antesala del adolecido arrodillamiento, ante las garras del buitre foráneo, adicionando un duro frío durante el invierno 2002, para describir, en la tinta de la tortura y la extorsión social, que el asesinato a sangre fría de dos guerreros, no era más que “una crisis que se había llevado dos nuevas muertes”.Valga el lujo de la trompeta con que el eco,de sus redundantes sonatas, implantaba confines para una era comunicacional.
Discusiones de la secundaria, yo con mis 17 años, la Sociología… y a tanto de sabernos vivos, revueltas de la existencia para la rosca en un nuevo ser, hallando porre-diseño al alma esquiva, aprendiendo, yo y los míos, a transformarnos con lo puro de un espíritu a contracara, en el ardor feroz de una inconsciencia que a todos nos tenía un poco perdidos. Como siempre y nunca para variar, la vara del periodismo, tan afín a los fines mercenarios, nos hacía sustancialmente comprender el porqué del:“si nunca un perro mira al cielo”. Cuando no hay horizontes, cuando no existe un más allá donde querer llegar, lógico es, miserablemente, quedarse quieto, inmóvil, por miedo a perder lo nunca conseguido, lo que nunca siquiera se ha querido buscar, justamente, aquello no luchado. He aquí, la mirada de lo difundido, el circo de quien, habiendo todo tenido, arrastra, en el poder de sus fuerzas, la mentira de la violencia a la cual muchos asentirán. Algunos pocos con las fuerzas de las ganas, otros por no querer saberlo nada y los muchos que cobardemente siempre han movido sus razones por miedo al fomentado terror. Sólo el odio y el miedo justifican la violencia a partir de la cual muchos con poco celebran la caída de otros muchos con poco.
Entre tanto, ya ante el primer cuarto del XXI, periodistas de la ranciada por lo nefasto, otra vez, queriendo buscar “reinventarse” para el convencimiento general de sus propias falacias. Retomándose a sí mismos, en una especie de contradicción inherente a la comparativa de sus enardecidas palabras, desmintiéndose a sí mismos con menos de 48 horas. Léase que quienes decían que un Gobierno nos encerraba a todos sin atender al sentido común y a las necesidades sociales, ahora nos vacuna rápidamente por miedo a que la gente se enoje (?). Así de fácil se pasa del ser dictatorial al, sencillamente, complaciente. Sin embargo, la contradicción comunicacional se da aquí por partida doble.
Uno bien podría encontrarse en contra de determinadas decisiones políticas, lo único que se espera, en tal caso, es la mínima pizca de objetividad, o más aún, de, aunque sea, mantener criterios propios de definición, es decir, criterios con los cuales uno, de una o de otra manera, pueda identificarse, o no. Pero solo tenerlos, no mucho más que eso. No pareciera tanto pedir una simple matriz de pensamiento, a partir de la cual definir la lógica con la que los mensajes, de uno o de otro lado, se muevan. Pero cómo podríamos demandar esto a quienes primero, para criticar a un Gobierno, hablan de un son dictatorial, siendo que para estos mismos periodistas, negacionistas de la mismísima Dictadura, debiera ser un honor, en tal caso, el relato ligado al autoritarismo de un Gobierno. Pero ni aún así se mantienen en la dialéctica que los supone replicadores de la palabra verdad, receptores del Mensaje Real, calificadores de pie, respecto de lo que el “hablar con los datos” significa, ya qué a los pocos instantes pasan a hablar de un Gobierno lamentablemente Democrático (?), del cual suponen todo lo hace en el mero afán de ganar votos. Más bien le van a dar votos ellos mismos con sus discursos cuando, todos los que los escuchan, a estos digámosle periodistas, se den cuenta que las voces con las que buitrean sus mensajes no son más que el mero producto de la venta para una campaña del terror propagandístico, financiada, lógicamente, con billetes de acreedores externos.
Hablaban de los famosos “varados” como pobres víctimas de un Estado que los tenía cual presa de sus vacaciones y ahora se preguntan cómo es que ese mismo Estado no trabaja en frenar el avance de la entrada de la variante Delta al país… pongámonos de acuerdo amigo. Y no olvidamos la misoginia con la que se transmiten ciertas visitas a la casa Presidencial, obviando, por otro lado, lo propio, hecho anteriormente a manos de gente suya.
En fin, no apelemos en ellos a la crítica por la búsqueda de mensajes constructivos. Deshonrarán la profesión de todas formas, no tanto por sembrar la duda, ya ni siquiera,en su afán reconocidamente anti-popular, sino,ante el sencillo hecho de saber hoy qué: recordados serán mañana como quienes “tuvieron estos principios, pero bien tuvieron estos otros,al serlo necesario”.
Manchada de nuevo la tinta en sangre, será, por suerte, cada vez más difícil creer en los detentores del odio, alentadores de un Poder putrefacto, que ni siquiera les es propio y al cual ya nadie reivindicará.
Repitiendo de nuestra parte, que “nunca un perro mira al cielo”...
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