Los hijos de las clases populares y los “otros” (o breve caracterización del sistema educativo)

Por Vicente Pincén

Los hijos de las clases populares de este país están obligados, desde la tierna infancia, a emprender el arduo y poco próspero tránsito por la escuela pública. Este tránsito es poco próspero en el amplio sentido de la frase.

Depositados en cuasi prisiones donde todo el tiempo se les ordena lo que deben decir, hacer o pensar, los hijos de las clases populares alcanzan la madurez física mas no la intelectual, ya que durante al menos catorce años son adiestrados a recitar y llevar a la práctica una cosmovisión fabricada por “otros”. ¿Qué quiénes son esos otros? Sin duda alguna los expertos a los que se les ha encargado diseñar el genial currículum que regula los procesos de enseñanza- aprendizaje de las escuelas argentinas.

Estos expertos (a sueldo de quién sabe qué intereses), han establecido un cuerpo de “saberes” que los docentes deben enseñar y los alumnos deben aprender en tiempos y formas predeterminados, como si se sintieran omnipresentes y omnipotentes, subidos al pedestal que, a buen seguro, los aleja de la realidad de lo que pasa en las aulas.

Lo cierto es que tanto la obligatoriedad de la escolarización, así como el diseño curricular que la condiciona, comienzan a agrietarse y hacer agua por todos lados dejando a sus fautores en evidencia tanto de su ineptitud como de su soberbia.

Lógicamente, esto tenía que suceder por varias razones. Una de ellas es que el sistema educativo actual falla en sus formas y funciones, ya que los lugares donde se pretende que los niños desarrollen sus capacidades intelectuales, son en realidad el sitio donde se les mata el espíritu curioso e investigador. ¡Ya en el siglo XIX el Gral. Belgrano alertó sobre este tipo de instituciones antes de donar los 40.000 $ destinados a levantar las primeras cuatro escuelas del país!

Otra de las razones es que los hijos de las clases populares se ven obligados a pasar gran parte de su niñez con docentes mal pagos que, saturados de trabajo por las exigencias burocráticas, y en ambientes poco favorecedores, deben escoger entre atenerse al rol que el famoso currículum les prescribe u ocuparse en contener a los alumnos actuando las veces de psicólogos, confidentes, sargentos de caballería, padres y madres, en vista de que el entorno de los niños y jóvenes a los que pretenden enseñar no reúne las condiciones socio-económico-afectivas mínimas que se requieren para propiciar la adquisición de conocimientos.

Por último, y solo por no aburrir a los lectores, mencionaremos como otra de las tantas razones la brecha que separa a los ministros, funcionarios, inspectores regionales y distritales de la realidad de los docentes y alumnos que conviven en las aulas y son los que en definitiva sufren todas las políticas educativas, ya que en estos últimos se materializan las incongruencias que los “otros” pensaron y obligan a reproducir.

Buscando una panacea para maquillar un panorama poco promisorio en lo que a las bonanzas del sistema educativo se refiere, los expertos han imaginado planes “progresar”, han propuesto la eliminación de los aplazos, elucubran múltiples sofismas para someter a los hijos de las clases populares a un adoctrinamiento sistematizado que, lejos de acompañar a las personas a transitar el camino hacia la completa autonomía, produce autómatas que encajan perfectamente en los planes de quienes toman las decisiones.

Continuará…

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