Por Maria del Monte
En un texto autobiográfico, el periodista y escritor Rodolfo Walsh escribió: “En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía.” Tarea que desempeñó de una manera apasionada, comprometida y con una mirada crítica sobre la realidad en la que estaba inmerso, y esto se puede observar en sus obras periodísticas fuente rica de consulta para todo comunicador/a.
Periodistas de la talla de Walsh a la hora de publicar una nota hacían una investigación profunda, un análisis arduo de la temática que decidieran para sus escritos, aunque esto les llevara horas y horas frente al papel en blanco. Por otro lado se comprometían solo con la realidad que urgía en aquellos años.
En la actualidad, la labor de la mayoría de los/as periodistas a la hora de trazar una nota, deja al desnudo que en el mundo globalizado se cotiza más la ficción que la realidad. Prefieren escribir sobre la vida de fulano o mengana antes que informar sobre el conflicto de Gaza donde mueren miles de inocentes o sobre la indigencia que abunda en la Argentina, que también acarrea su buena cuota de muertes diarias, las cuales no son informadas, no son de interés para la prensa. Y si no están los que se pelean a muerte con el gobierno de turno y los gobernantes con ellos ¿y el pueblo? Que confía en quien informa y en quien gobierna ¿A dónde lo ubicamos, lo olvidamos? ¿Sería aplicable acá la famosa teoría de los dos demonios?
Los comunicadores – no todos, pero si la gran mayoría- frivolizan las noticias y a la hora de escribir sus notas lo hacen pensando que es más redituable: ¿la realidad que azota al mundo o la trivialidad de las estrellas de tv? Sin duda alguna, para esta camada de periodistas, vende más lo ficticio que la desolada y cruel realidad en la que vivimos.
Volvamos a al viejo oficio de pensar antes de informar, antes de escribir, antes de comunicar y antes de hablar. Es violenta la perspectiva de la realidad porque es la vivencia del contexto en el que estamos sumergidos, no hay espejitos de colores a nuestro alrededor, sino un mundo regido por el egoísmo y la ambición, el sálvese quien pueda y la violencia diaria, el odio y lo falso.
Regresemos y reivindiquemos el violento oficio de escribir la realidad, que es violento porque así lo requiere el mundo cotidianamente, comuniquemos sin mentiras ni disfraces solo con la convicción de que cuando algo no está bien es nuestro compromiso informarlo.
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