Por Maria del Monte
Cuando la tierra me acune en sus brazos y me
haga parte de ella, yo abriré los míos y con triste
cansancio me rendiré a un dulce y eterno descanso.
Dormiré abrazada a ella, le contaré mi dolor, escucharé sus penas.
Cuando la tierra me acune y me haga parte de ella,
nos fundiremos en el abrazo perpetuo del amor.
Seremos una, una. Eternamente, como seres simbióticas apegadas
cuerpo a cuerpo. Ella y yo.
Cuando la tierra me acune y me haga parte de ella
la protegeré, como una mamífera con su cría, de los
sordos que no escuchan sus lamentos, de los ciegos que no
ven sus lágrimas.
Cuando la tierra me acune y me haga parte de ella, yo abriré
mis manos para acariciarla, como una madre arrulla
por primera vez a su hijo.
Y le daré todo mi amor de mujer…