Talentoso, habilidoso y comprometido, el brasileño Sócrates trascendió los límites del rectángulo verde. La historia de un jugador de fútbol que nunca olvidó sus raíces y luchó desde su posición mediática contra la dictadura brasileña. Por Diego Ferraro.
Su nombre ya cargaba con un peso histórico que no lo dejaría ser uno “del montón”. Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Olivera, popularmente conocido como Sócrates , fue bautizado así por su padre en honor al pensador y filósofo griego, debido a que en aquel febrero de 1954 en el que llegó al mundo estaba leyendo el célebre libro “La República”.
Hijo de un funcionario público con ideas de izquierda, el pequeño Sócrates nunca olvidó cuando en 1964 su padre comenzó a quemar los libros de la biblioteca familiar al tomar el poder la dictadura militar, para evitar posibles represalias. Educado en el colegio de los hermanos Maristas, en él comenzó a demostrar sus dotes futbolísticos. Pero sus padres insistieron en que priorice los estudios por sobre el deporte. Pese a la insistencia familiar, nunca dejó de lado el deporte, y consiguió articular sus pasiones de modo de darle espacio a cada una de ellas. El camino a la trascendencia recién comenzaba.
Desarrollo futbolístico e intelectual.
Una vez finalizados los estudios secundarios, Sócrates se inscribió en la Universidad de San Pablo para estudiar medicina. En la misma, participó de los movimientos activistas de la facultad que se oponían a la dictadura que gobernaba las tierras brasileñas, y le dio una sólida base intelectual a sus heredadas ideas de izquierda. Militaba activamente en el Partido de los Trabajadores (PT), estudiaba y se destacaba futbolísticamente en el Botafogo de Riberao Preto, un pequeño equipo de San Pablo.
En 1977 y con apenas 23 años, ya era médico recibido. Apenas un año antes había resultado goleador del campeonato Paulista (un torneo regional donde participan todos los equipos del Estado de San Pablo) y los equipos más importantes comenzaban a posar sus ojos sobre el mediocampista ofensivo, longilineo, de barba y rizos. En 1978, el equipo más popular de la ciudad, Corinthians, se hacía de sus servicios. Una nueva etapa que no sólo tendría que ver con el fútbol se abría en Sócrates y en el deporte brasileño.
Raudamente Sócrates se inmiscuyó en el corazón de los gavioes (como se conoce a los hinchas de Corinthians). Su magnífica visión de juego, sus goles, sus dotes para hacer correr mucho más a la pelota que a sus propias piernas lo hicieron el niño mimado de los fanáticos. Fuera de la cancha, era un hombre más instruido que el común de los futbolistas, pero su simpleza y su humildad lo hacían ser la voz cantante de un grupo de jugadores que en el se identificaban; Sin aires de grandeza, ni dentro ni fuera de la cancha.
Los malos resultados perseguían a Corinthians en 1982. Inmerso en una crisis deportiva, económica e institucional, la cúpula directiva del club renuncia en abril del mismo año.
Momento trascendental en la vida de Sócrates: militante activo del PT, que propone el socialismo como forma de organización social, sugiere que el club se autogestione. Las decisiones serían tomadas por todos los miembros del club mediante consenso en asambleas democráticas. La idea fue un éxito dentro del club, y a fines de 1983 el club estaba saneado económicamente y era bicampeón estatal.
Pero el objetivo de Sócrates era que esto trascendiera más allá del mundo Corinthians. Brasil seguía gobernado por la dictadura militar, y el principal objetivo de la democracia corinthiana era no sólo democratizar al deporte y a las instituciones, sino el concientizar a la sociedad contra la opresión dictatorial del gobierno, a través de un deporte masivo como el fútbol.
Con Sócrates a la cabeza del movimiento, Corinthians desafiaba abiertamente a la cúpula militar que manejaba las riendas del país utilizando leyendas en las camisetas que decían “democracia”.
Consultado sobre que lo llevaba a comprometerse más en cuestiones sociales que la inmensa mayoría de sus colegas, Sócrates se manifestó argumentando que “la gente me dio el poder como un futbolista popular (…) Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos. Si yo estuviera del otro lado, no del lado de la gente, no habría nadie que escuchara mis opiniones”.
En 1984, su contrato con la entidad paulista finalizó, y una etapa en el deporte y la sociedad brasileña se cerraba.
Las ideas fijas, hasta el fin.
Al emigrar de Corinthians, aceptó una oferta para ir a jugar a la Fiorentina de Italia. Consultado al llegar a Florencia sobre cuáles eran las razones que lo llevaban a emigrar de su país en un momento de tanta popularidad dentro y fuera de la cancha, respondió con ironía: ” siempre quise venir a Italia. Me intriga leer a Antonio Gramsci en su idioma original”. Nunca se adaptó al rústico fútbol italiano, y un año después volvió para jugar en Flamengo, siendo además cara visible de la campaña DirectasYa, la cual abogaba por elecciones democráticas y el fin de la dictadura en todo Brasil.
Tras su paso por el Santos F.C., con las copas mundiales de 1982 y 1986 disputadas sin mayor éxito a nivel títulos pero con gran reconocimiento por el espectáculo que su juego brindaba, el 12 de noviembre de 1989 se retiraba de la práctica activa del fútbol en la misma entidad que lo viera nacer: Botafogo de Riberao Preto.
Ya retirado, ejerció activamente la medicina, e inauguró el “Medicine Sócrates Center”, una clínica para deportistas de alto rendimiento.
Su carrera como director técnico no fue exitosa, por lo cual dirigió muy pocos encuentros.
Admirador del “Che” Guevara y Fidel Castro, homenajeó al líder cubano llamando a su primer hijo con su nombre. En 2011, le fue ofrecido el puesto de director técnico de la selección nacional cubana, pero Sócrates aclaró que sólo aceptaría el cargo si cobraba lo mismo que cualquier trabajador cubano. Para entonces, la salud del brasileño ya estaba deteriorada por sus excesos con el alcohol y el tabaco, que lo perseguían desde muy joven.
En una entrevista otorgada en 1983, declaró: ” yo quiero morir un domingo que Corinthians salga campeón”. La madrugada del domingo 4 de diciembre de 2011 la vida de Sócrates se apagaba para siempre, mientras apenas unas horas más tarde Corinthians se consagraba campeón del Brasileirao.
Con el deseo cumplido, el puño en alto, campeón y con las convicciones en su lugar, Sócrates abandonaba el mundo terrenal. Y dejaba nacer la leyenda de un jugador distinto, dentro y fuera de la cancha. La leyenda de un jugador del pueblo, que dejará una estela eterna en el deporte de Brasil.