Una crónica de viaje a lo profundo del país del caribe. Muestra de la realidad económica y política de uno de los lugares más cuestionados y desconocido. Desde la patria de Simón Bolívar análisis de la relación Estado- Empresarios y Socialismo- Capitalismo. *Por Federico Firpo
Cuatro años atrás, más precisamente en julio de 2011 me tocaba cruzar de Colombia a Venezuela vía Santa Marta- Maracaibo en lo que habría de ser una frontera totalmente militarizada. De regreso en Venezuela, en cinco oportunidades nos pararon haciéndonos bajar de un micro comercial para revisarnos hasta los dientes, me llamó de alguna forma la atención siendo que bastaba con dos revisiones solamente como para corroborar cualquier irregularidad que pudiéramos presentar los pasajeros. Si bien era un misterio para mí conocer Venezuela, ya que no estaba entre mis planes y sinceramente casi no llegan noticias más allá de las relacionadas con actos de violencia (que nos brindan ciertos medios de comunicación), necesitaba ver por mis propios medios cómo era la vida diaria, cotidiana, en la patria de Simón Bolívar.
Manejándome hasta el momento con una tarjeta de débito, sacando plata de los cajeros (a moneda de cada uno de los países que venía visitando: Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia), me encontraba en Venezuela con una situación que cambiaría de alguna forma mi economía de viaje. Una amiga Vasca me había advertido de la importancia de llegar con dólares y de no sacar dinero de los cajeros en este país porque perdería en el cambio. Sucede que en el mercado negro cambiaban el dólar al doble que en el banco y se me iba a hacer muy caro de seguir con el mecanismo de la extracción por vía cajero (banco). Tengamos en cuenta que hablamos de 2011 momento en el cual uno podía extraer dinero en el resto de los países simplemente usando la tarjeta de débito, cuestión que en la actualidad, por lo menos con la cuenta sueldo, ya no es posible. Otra cuestión es el cambio de dólares a bolívares (moneda venezolana), en el año 2011 se cambiaba por 8 bolívares el dólar (aproximadamente) siendo que en el banco se encontraba a 4 bolívares (es decir la mitad), mientras que en 2015 en el banco se obtiene a 12 bolívares el dólar cuando en la calle se consigue aproximadamente 750 bolívares por cada dólar. Es decir que el dólar al cambio ilegal supera en más de 60 veces al legal. Solamente conociendo este dato uno puede comenzar a descifrar ciertas cuestiones que tienen que ver con la vida económica de este país.
Volviendo al 2011, y en referencia a los misterios que engloba llegar a una “patria socialista”, otra de las cosas que me había dejado boquiabierto es que llegando a Maracaibo, ciudad venezolana de arribo , desde Santa Marta (Colombia) lo primero que se puede divisar es un enorme McDonald’s y hago referencia a esta cuestión, no solo por la contradicción que pueda implicar adentrarnos en una patria enemiga del capital en su más grande expresión (Estados Unidos), sino también porque es a través de estas multinacionales que podemos descifrar ya en el 2015 una de las particularidades de la economía venezolana. Podremos medirlo en términos especulativos, podremos entender también que se hable por ende de “guerra económica” entre grandes empresarios y el Estado quedando siempre el pueblo a la expectativa y en definitiva podremos comprender muchas veces el descontento de una porción importante de la población, con costumbres sumamente consumistas, al interior de un gobierno con una impronta socialista. Habiendo nombrado a la empresa norteamericana ya conocida por todos, vemos que en los términos del cambio de la moneda local al dólar, para un turista (es decir para un tenedor de divisas), el McDonald’s de Venezuela pasa a ser el más barato del mundo, paradojicamente para la economía doméstica de un venezolano (tomando el sueldo promedio como referencia) esta misma empresa pasa a tener su precio más alto en el mundo. Podría ser esto un dato de color, pero no lo es. En definitiva, llevado esto al resto de las cuestiones de la vida diaria venezolana, mientras que puede ser muy accesible para un extranjero manejarse por estos pagos (teniendo en cuenta el tipo de cambio grandemente devaluado) no lo es así para un venezolano. Por ejemplo, el sueldo promedio en Venezuela es de 10000 bolívares, cuando el kilo de carne se encuentra en 1000 bolívares.
Hablar de “guerra económica” supone por parte del Estado, en primer lugar, dejar en evidencia el rol de ciertos actores sociales que muchas veces se encuentran a la buena de la especulación. Hablamos por caso de sectores empresariales, sectores financieros, siempre en pugna y mirando de reojo, desde la cúspide de la pirámide, cualquier posibilidad de sacar el máximo de las ganancias a costa de lo que sea. Con la idea de contra restar el avance “buitre”, de quienes todo lo han tenido siempre, aparece un Gobierno con el pueblo a la vanguardia. De esta forma, desde Hugo Chávez a la actualidad se han llevado a cabo una serie de profundos cambios favorables a sectores históricamente postergados. Y en el caso particular de la “inflación” la propuesta del chavismo es la de los “precios justos” (algo así cómo los precios cuidados en Argentina). Más allá de la intervención del Estado, buscando frenar entonces estos tipos de especulación, es fundamental el papel del empresariado, devenido lógicamente en sector opositor. Ante una fuerte apuesta hacia la nacionalización de las industrias tenemos como contra cara un sector empresarial protagonista de un desabastecimiento en lo que significa una pretensión clara de hacerse de la economía del país. Con un gobierno que intenta regular estos mismos productos de manera socialista se lleva a cabo el sistema de cartillas por el cual las personas pueden adquirir los productos básicos de la canasta familiar, una vez al mes, a precios razonables. Qué ocurre? Ante esta especie de boicot empresarial los productos escasean al punto de no llegar al total de la población afectada, es por esta razón que se generan “grandes colas” desde la madrugada para poder conseguir los productos en cuestión. Y como suele ser… “hecha la ley, hecha la trampa”. Surgen así sectores intermediarios, el más común: “los bachaqueros”, algo así cómo quienes compran sus productos a precios razonables y jugando con la posibilidad certera de la escasez venden luego en las calles lo que compraron pero cuadruplicando su precio. Situación toda que deja de manifiesto una crítica generalizada con bases en lo que se supone una mala administración del Estado. Pretexto que sirve también a grandes sectores opositores para ridiculizarlo, tildándolo de burocrático e ineficiente en su carácter fuertemente interventor. Hay que tener en cuenta que, producto de un pasado reciente con intereses en una población (como hemos dicho anteriormente) sumamente consumista, la apuesta al mercado interno afecta directamente a sectores históricamente destinados hacia las importaciones, sumado a esto la baja en el precio del petróleo deja per se una menor entrada de divisas extranjeras (principalmente dólares) generando el descontento empresarial, pero al mismo tiempo un fuerte margen especulativo, financiero, teniendo en cuenta la fuerte demanda de la moneda en cuestión . El pueblo sigue a la expectativa.
Entre charlas y discusiones, en un cumpleaños en el que algunos se alejaban por la propia incomodidad que a veces genera hablar de política, una amiga venezolana me dijo lo siguiente: “…en realidad este no es momento para ponerse a sacar conclusiones, estamos mas bien en una etapa de transición”. Y, si bien, sobre la base de esta frase se puede poner un freno a cualquier aspiración analítica, también es cierto que ayuda a la hora de entender a mis ojos una serie de cuestiones que de cuatro años a la fecha se han radicalizado en Venezuela. Por ejemplo, el papel de las Fuerzas Armadas. La muerte del Comandante Hugo Chávez ha sembrado todo tipo de especulaciones (ya no solo las relacionadas con factores económicos) y el rumor de un Golpe de Estado se ha puesto a la orden del día. El papel de los empresarios, de los medios de comunicación, el recelo y apoyo norteamericano a los opositores internos y externos (Gobierno de Colombia), las güarimbas contrarrevolucionarias (mafias de sicarios y agitadores), el sabotaje de los sectores empresariales expropiados sumado a una porción de la población civil dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias contra el avance del chavismo (hoy liderado por Nicolás Maduro), han depuesto un escenario por el cual el Estado ha reforzado y ha empoderado el rol de las Fuerzas Armadas. Actualmente, ya no solo en las fronteras, sino también en las calles.
Como si esto fuera poco, el 6 de Diciembre habrá elecciones parlamentarias, si bien no son presidenciales no por eso serán de relativa importancia. Más allá de que no se defina un nuevo presidente, estas elecciones arrojan: por un lado, la ansiedad de quienes quieren de una vez frenar toda la serie de cambios que han transformado la realidad social venezolana del `99 a la fecha, sobre la base de grupos económicos concentrados que no han dejado reparo en generar incansablemente denuncias de corrupción y de abusos de poder en lo que ellos comprenden un Estado cada vez más gigante, cada vez más burocratizado. Mientras que, por el otro lado: el gobierno se encuentra trabajando a la expectativa de poder continuar con la profundización del proceso revolucionario que iniciara 16 años atrás Hugo Chávez, con el pueblo como vanguardia. Las elecciones, en este caso, no representan en sí un cambio estructural, sin embargo, se especula de triunfar la oposición con la posibilidad de presentar un referéndum para destituir al actual presidente venezolano Nicolás Maduro. De ser así, será el pueblo el que decida por sí o por no la continuidad del mandatario.
*Colaborador de ANCAP desde Venezuela
Para comentar debe estar registrado.