Con la asunción de Mauricio Macri, una nueva etapa se abre en la historia argentina. ¿Continuidad o Cambio? ¿Los pasos a seguir diferían si ganaba Scioli? Historia de un modelo agotado y un futuro que promete afinar los lápices. POR DIEGO FERRERO.
Fin. Los doce años de Kirchnerismo tuvieron un corte el 10 de diciembre. La alianza electoralista Cambiemos pudo dar su zarpazo en las elecciones del 25 de octubre y re confirmarlo el 22 de noviembre pasado en el primer ballotage de la historia democrática Argentina. El Ingeniero Mauricio Macri es el encargado de conducir los destinos del país hasta diciembre de 2019, y de hacer efectivo el tan prometido cambio que pregonó a lo largo de los últimos meses.
Ahora bien, ¿Qué análisis podemos hacer a futuro? ¿Qué podemos analizar de antemano de cara a lo que viene? Es aquí donde el título de este texto debe empezar a ser justificado: se viene la hora del ajuste.
La primera pregunta que me hago es ¿Qué sucedía si ganaba Scioli? ¿Cuán diferente podía ser el futuro? Poco y nada. Claro, hay diferencias en la ejecución de los planes de gobierno, pero el momento de hacer un ajuste en la economía es inevitable. Macri está alineado y relacionado con capitales y fondos extranjeros, es de una extracción más conservadora y está vinculado a una derecha neoliberal y reaccionaria; estos grupos suelen efectuar los cambios de manera drástica y antipopular, sosteniendo sus discursos abiertamente a favor del libre comercio y de la inversión extranjera, con un Estado menos fisgón en las transacciones privadas.
Scioli habría enarbolado la continuidad de un modelo que reforzó a lo largo de estos 12 años a la Burguesía Nacional y la elevó a primer plano casi como en las épocas de esplendor peronista y que, con algunas políticas proteccionistas, pudo sostener el discurso de “la reactivación de la industria nacional y el crecimiento de la pequeña y la mediana empresa”, rodeado de anuncios populistas que decoran de otra forma los paquetes de medidas.
Pero entonces, ¿por qué el planteo que el ajuste viene de todos modos? Sencillamente, por el agotamiento de un modelo: el Estado de bienestar kirchnerista luce agotado, estático, quieto, y este proceso lleva más de dos o tres años. Quienes gustan de afirmar que una de las mayores virtudes del kirchnerismo fue la re inclusión de los jóvenes en la política, olvidaron contarle a esos jóvenes una parte del cuento, y el capítulo obviado es el capítulo final. El movimiento que Néstor y Cristina Kirchner supieron con gran habilidad hacer crecer no ha inventado nada, pero si innovó en un país que venía cascoteado por los fondos extranjeros desde hace casi medio siglo. Pusieron en acción un plan de Estado “inclusivo, un modelo Nacional y Popular”. En definitiva, un modelo utilizado bastante en el siglo XX conocido como Estado de bienestar. Método favorito del economista inglés John Maynard Keynes, es un modelo basado en el incremento del gasto público para la generación de un Pleno de Empleo (ficticio, siempre hay cuanto menos un porcentaje mínimo de desempleo estructural para mantener la competencia en el mercado laboral), la reactivación del consumo interno y el sostenimiento de la industria nacional con medidas proteccionistas. Este modelo keynesiano sacó a Estados Unidos de su hora más negra, la Gran Depresión y los períodos de Pre y Post guerras, pero cuenta con un problema fundamental: se agota. Una vez que la sociedad eleva un poquito su estilo de vida, que la industria pequeña y mediana se reactivan aunque sea levemente, que las inversiones de las burguesías nacionales dan su fruto puertas adentro, el modelo se estanca. El ciudadano medio ya pudo acceder a los bienes de consumo y lujo que podía, la industria ya produce lo necesario y los inversionistas se empiezan a poner nerviosos, porque el consumo se queda estático y las ganancias empiezan a bajar…como aquí estos últimos dos o tres años.
¿Qué suele seguir a los modelos bienestaristas, nacionales y populares? Los ajustes. Los países capitalistas están regidos justamente por la economía, y el proceso que da paso a los gobiernos más conservadores vinculados al capital extranjero y el libre mercado a lo largo de estos últimos cien años son los modelos nacionales y proteccionistas, que agotados viran en la búsqueda de la reactivación económica, abriendo las puertas a la inversión multinacional a cualquier precio, las cuales desde fines de la segunda guerra mundial están comandadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Los modelos nacionalistas (y siempre capitalistas) ya burocratizados, con un Estado amplio que no puede sostenerse por si solo y una economía estática, en todos los casos han dado paso a gobiernos derechistas que ajustan a trabajadores y clases populares. Para ejemplo basta ver la misma economía de Estados Unidos, que después de experimentar un crecimiento sin igual en los ’50 y principios de los ’60, se estancó para volcarse definitivamente al neoliberalismo en los ’70; y en el terreno nacional, el primer peronismo luego de los primeros años de un crecimiento sostenido que parecía ilimitado, se dibujó sus propios límites, y en épocas de un sistema democrático poco desarrollado en nuestras tierras, la reacción de la derecha era golpear la puerta de los cuarteles.
Las redes sociales estallan, y por decantación, todos tenemos amigos kirchneristas o anti-kirchneristas; y todos aquellos “anti”, al igual que los medios que se han mostrado opositores y constructores de opinión (por cuestiones económicas propias que las disfrazan de pueblo) ven la figura de Cristina Fernández de Kirchner debilitada, terminada, políticamente acabada. Permítanme diferir en este punto: Cristina sabe perfectamente lo que viene, y esto no es solo porque Macri es presidente. No me parece casual que su campaña por Daniel Scioli haya sido tan precaria y que no haya sido alguien de su riñón (como bien podía haber sido Florencio Randazzo) el candidato a presidente por el Frente para la Victoria. De haber ganado Scioli, las políticas a llevar a delante no serían tan diferentes de las que el ex jefe de porteño va a poner en acción. Y a la desde hoy ex mandataria, no ha de desagradarle tanto que este ajuste sea llevado adelante por un presidente que no represente al FpV. Sobradas diferencias me pueden separar de la ex presidenta, pero sí me queda claro que es una gran estratega y que no da puntada sin hilo.
Desde luego, las maneras de llevar adelante el plan de ajuste, de antemano, da la sensación de ser más violento cuando lo llevan a cabo gobiernos como el que acaba de asumir. Pero el plan de ajuste es el mismo cuando uno se abre, aún más, a fondos internaciones; Y digo aún más porque el discurso oficial de los últimos doce años se basó en el fortalecimiento de los valores nacionales, en el desprestigio de los inversores extranjeros, en dar una imagen de gobierno duro respecto de las multinacionales, como si cuando hablamos de Monsanto, Barrick Gold, o el traspaso de la administración de YPF de Repsol a Chevron, por citar ejemplos, estuviéramos hablando de PYMES nacionales impulsadas por el Estado.
Hablar de Scioli es hipotetizar. Hablar de Macri es prevenir, y preferiría estar equivocado yo, de cara a lo que viene. Hablar que el escenario actual estuvo preparado por los doce años anteriores es analizar una historia conocida a lo largo y ancho del planeta. No siempre se prepara con saña, con el afán de habilitar a las alas conservadoras y reaccionarias, pero la aplicación de determinadas medidas tienen fecha de vencimiento y consecuencias que suelen derramarse sobre las mismas clases, sea aplique en el país que se aplique. Quién me está leyendo pensará “pero ya no hay golpes militares que derroquen a esos gobiernos que no son buenos para los intereses de la burguesía internacional”. Desde luego (y por suerte), no los hay. Ahora son las propias sociedades las que legitiman estos gobiernos como el recientemente asumido. Porque la zanahoria del progreso y el crecimiento personal es una de las más hábiles tretas del capitalismo. El desarrollo de las plataformas informativas convence más fácil y rápido que en otros tiempos. Los mismos que quedaron en el fondo del pozo por las políticas neoliberales del menemismo y la incapacidad de un frente oportunista como la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa, están convencidos que hoy por hoy alguien les corta ese crecimiento personal, y recuperados en su condición de clase media estabilizada, votan para cambiar a un proyecto que vuelve a prometer menemismo a ultranza.
El oportunismo político del kirchnerismo para utilizar el caos social de principios de siglo como plataforma de lanzamiento le ha servido de fortalecimiento para sostenerse casi sin tambalear en el poder durante doce años. Cara opuesta de la moneda, se empeñan casi en recriminarle a la sociedad haberla sacado del pozo. Comparan todas las situaciones con 2001, comparativa cruel si la escala es el peor año del país en los últimos 40 años: todos los años van a hacer mejores. Ni hablar que tomen como propia la gesta popular de aquel momento, cuando ni siquiera eran una fuerza y minimizan la lucha popular piquetera y de los movimientos de desocupados auto organizados de aquellos días. Pero el análisis de estos doce años, con sus errores y virtudes, quedará para otro texto.
Otro gobierno asume. Nos contaron para asustarnos que es la vuelta de los ’90. A quienes vivimos (y sufrimos) el menemismo nos puede costar no relacionarlo, pero también hay escenarios claros. Los movimientos independientes, los sectores populares, los sindicatos, las universidades y demás espacios sociales y públicos se han desarrollado a lo largo de estos más de 15 años. La sociedad de hoy no es lo sumisa que era la sociedad de los ’90, y el ojo vigilante de un pueblo que no quiere perder sus conquistas, esas que no conocen de banderas políticas, tienen los ojos posados en la Casa Rosada para que no le quiten nada de lo que le corresponda.
Es hora de un ajuste. Las condiciones están dadas y el escenario preparado. Ellos tienen la decisión, ellos manejan los hilos del país y los destinos de los 40 millones de habitantes. Pero nosotros, el pueblo, somos la voz. Demostremos que crecimos, militemos los espacios que creamos que levantan nuestros ideales (políticos, universitarios, comunicacionales, etc., sea cual fuere que nos represente), militemos embanderados o independientemente, pero defendamos siempre las ideas y conquistas populares. Que no nos quiten lo que nos corresponde, es fruto de las luchas populares, y no propiedad de ningún gobierno.
IMAGENES FUENTE M.A.F.I.A
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