Por Juan Meza
Siguiendo la línea editorial de burla a una sociedad anestesiada por parte de “del gran diario argentino”, Hernán Firpo, “periodista” de Clarín, en un intento de humor periodístico, publicó un pasquín a cerca de la gente que busca en la basura para poder alimentarse. Este sujeto, no me animo a llamarlo persona, realizó la nota sin hurgar en lo más profundo de esta atrocidad humana: la desigualdad y como este sistema perverso, con la mano del gobierno de la alianza cambiemos, lleva a miles de personas a vivir en la calle y a rebuscársela para poder comer aunque sea un pedazo de pan de la basura. Cabe recordar que este personaje ya había realizado un texto similar al que tituló “El oficio de dar pena en el subte”.
De manera humorística (como intentó hacer el “Fulano”) hacemos una reproducción de su texto usando pequeñas modificaciones.
Este es un diario increíble. Cuando uno está casi totalmente familiarizado con la miseria periodística como parte del mismo, alguien emerge con una de esas notas sin sentido ni humor que encontramos aquí y allá. Con el payaso de IT, Stephen King sólo se animó a la escena de la alcantarilla, pero he aquí, a plena luz del día, y de noche también, al abominable hombre de la mugre.
Lo lees, no lo crees y como en una clase de vergüenza ajena que no recordás haber vivido nunca antes, hace que desvíes la mirada en dirección a la pantalla salvadora del celular. El abominable hombre de la mugre sale con una nota intentando justificar su sueldo. Es ágil y no tiene ni 20 años de profesión. Te lo querés imaginar de hombre araña en el Trencito de la Alegría o, por qué no, descolgándose de algún departamento en Barrio Norte.
Después pensás que alguien que literalmente sale de entre la basura con una nota así, debe ser una de las personas más repugnantes del mundo. Claro: si no tenés la desgracia de haber caído tan pero tan bajo, honestos deberíamos ser todos. ¿Pero qué hacemos si una persona viene de la mierda? Apretamos los labios, lamentamos la situación y dejamos de leer. Tardamos en comprender que quizá hayamos estado delante de una de esas “honestidades conmovedoras”.
Después pensás en el típico lustrabotas del editor en jefe. No es casual. Mientras el “periodista” es extorsivo, apunta al lóbulo frontal y juega con tu miedo, el lustrabotas hace equilibrio en el filo de la navaja, ofreciendo un servicio a cambio de monedas.
Nada.
Te acordás de los lustrabotas porque esta situación de periodista -mil veces demonizada- también debería convertirlos en gente automáticamente decente.
La nota original la podés ver acá: https://www.clarin.com/opinion/decencia-buscan-basura_0_LOIG4y8tD.html
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