Por Juan Meza
Bolivia vive sus horas más difíciles. El presidente en ejercicio presentó su renuncia cuando las milicias le exigieron que lo hiciera. Antes había llamado a nuevas elecciones tal había recomendado la Organización de Estados Americanos (OEA). La misma OEA que omitió mencionar que lo que sucedía era un golpe de Estado. El presidente de los Estados Unidos celebra el derrocamiento de Evo Morales quien ya viajó a México exiliado.
Ayer por la noche Evo marchó hacia México donde le brindaron asilo político salvando su vida y la de los suyos, ya que las fuerzas armadas, mediante un comunicado anunciaron que salen a las calles a resguardar los servicios públicos esenciales, imponiendo un Estado de Sitio y prohibiendo el aglomeramiento de gente en las calles. Mientras tanto la mayor parte de los habitantes de El Alto, se expidieron con otro comunicado informando que resistirán ante las fuerzas en las calles y solicitando a la oposición de derecha que se acabe la ola de violencia que hay en todo el país que tiene un saldo de 2 muertos y 15 heridos de armas.
Los años 70, para América Latina, fue una época negra en la rica historia del continente. Los golpes de Estados se daban cuando las milicias irrumpían el poder y desataban una cacería feroz contra el pueblo que pensara distinto a los intereses que estos desclasados defendían. Aquellos golpes se dieron en el marco del famoso “plan cóndor” que no era más que los intereses de Estados Unidos tenía en fragmentar a todo Latinoamérica. Hoy la región huele a esos aires de procesos, disfrazados de democracia. Ecuador supo ponerle el freno a las medidas que quería imponer el FMI de la mano de Lenin Moreno. El mismo presidente que meses antes dejó de brindarle asilo político a Julián Assange, lo que comenzaba a marcar la cancha en lo que iban a ser sus políticas. Un gran mensaje para la Casa Blanca. Chile por su parte sigue resistiendo con todo el pueblo en las calles el atropello de Sebastián Piñera, cuando saca a sus tropas a enfrentar a la ciudadanía, en lo que el mismo presidente se animó a declarar, sin ningún tipo de remordimiento que estaban “en guerra contra un enemigo poderoso”. Ese enemigo es un pueblo desarmado que no tiene miedo a la muerte. Aunque ya no cuenta con el apoyo popular que lo llevó a ganar las elecciones, Sebastián Piñera resiste y no renuncia cuidando a capa y espada los intereses de las minorías que tienen las ganancias de las mayorías. Otro aliado de Donald Trump. Argentina transita las últimas semanas de un gobierno derechista que sólo atinó a quitarle los derechos conquistados al pueblo trabajador y endeudando el país con las recetas del FMI. Puntazo para Estados Unidos. Y en Brasil, el país del norte, supo encontrar un aliado estratégico con Jair Bolsonaro como estandarte, para observar los movimientos de esta parte del mundo.
Bolivia es, hasta ahora, el último país de la región donde el águila intenta posar sus garras. Las últimas elecciones fueron denunciadas por la oposición, toda representante de los intereses de la oligarquía, gritando a viva voz que había habido fraude. Los números arrojaron 10 puntos de diferencia de Evo Morales sobre Carlos Mesa, dándole una nueva victoria a Evo, quien se encontraba en ejercicio del poder desde el 2006. Los intereses internacionales hicieron que un equipo de la OEA, liderado por Luis Almagro, constatara lo sucedido en el recuento de votos. Estos últimos se expidieron recomendando que se realicen elecciones nuevamente porque “hubo irregularidades”. Lejos de polemizar, o de confrontar, el entonces presidente, Evo Morales llamó a elecciones. No conforme con eso, el opositor Carlos Mesa, exigía la renuncia de Evo, mientras que en las calles la violencia crecía a pasos agigantados. De hecho, la noche del sábado fue incendiada la casa de la hermana de Evo, Esther Morales, en el departamento de Oruro, junto a la casa del gobernador de ese mismo departamento, Víctor Hugo Vázquez. Otros miembros del partido MAS (Movimiento Al Socialismo) también sufrieron agresiones.
Pasado el mediodía del domingo Evo Morales, en conferencia de prensa, informaba que renunciaba a su cargo en la presidencia para que los hechos de violencia cesaran contra el pueblo. Carlos Mesa y la derecha había logrado su objetivo, sacar a Evo del poder. Pasado esto, el golpista Camacho, declaró “llevaremos a dios nuevamente al palacio del quemado”. Ya en el palacio, el golpista sin consenso bajó la bandera whipala y posó sobre el piso la Bandera tricolor boliviana y sobre ella posó una biblia, lo que deja a las claras lo que vienen a hacer.
El jefe de la policía, uno de los que salió a pedir públicamente a Evo su renuncia, Yuri Calderón, renunció a su cargo lo que dejó acéfalo ese organismo.
La OEA por su parte sacó un comunicado expresando que se debe respetar el Estado de Derecho sin siquiera mencionar nada del golpe de Estado.
Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, se manifestó celebrando el golpe “aplaudimos a Bolivia por reclamar su libertad”. Lo llamativo de este mensaje emitido por el mandatario norteamericano es a que no se sabe a qué se refiere cuando habla de “reclamar su libertad”. Desde el 2006 hasta la fecha las políticas de Estado de Evo y su equipo de trabajo fueron en favor de las grandes mayorías, contradiciendo la historia de ese país quien siempre priorizó los intereses de las minorías. En los últimos 5 años el PBI creció 4,6%, reduciendo así la desigualdad habiendo una mayor redistribución de las riquezas. Solo el 4% de la población se encuentra desocupada, el nivel más bajo de la región y la inflación es de 1,7%, muy alejado del 54% interanual que golpea a los argentinos.
Hoy en Bolivia el Estado de Derecho es una utopía, el golpe está consumado y el pueblo hará todo lo posible para frenar el atropello que están viviendo.