BAJO EL ALA DEL CAUDILLO MANSO

Por Ivan Fierro

“No juzgues, que nadie es tan malo;

y no te confíes, que nadie es tan bueno.

Practica el heroismo diario de cumplir con tu deber…”

Abdul Baha.

Devenido peón por día, changueando de lo que venga y salteado, sufiendo las penurias del emigrado en derrota por no sacrificar los restos de la montonera que había logrado salvar del degüello seguro a manos de la soldadesca enemiga, Ángel Vicente Peñaloza rememora en Chile su última campaña, tratando de entender una guerra larga y cruenta que viene consumiendo su juventud mas no su temple guerrero.

Demasiado vivas estan en sus recuerdos las impresiones de esa lucha sin cuartel; los ayes de les herides; los llantos de huerfanes y viudes; el dolor por les caides; la miseria de las poblaciones ocupadas por ambos ejércitos; el cansancio de leguas y leguas al galope; el olor a sangre, pólvora y acero de cada arremetida; la angustia infinita  provocada por la incertidumbre del destino de su propia hija; la impotencia acumulada por el asesinato de su amigo Yanzón; la desazón ante el avance de una “civilización” fundada en el despojo y la codicia, impuesta por medio de la astucia, la mentira y la crueldad y fomentada por los referentes de las causas enfrentadas.

Cavilando para sus adentros, sopesa las personalidades de sus adversarios y, frente a las figuras del sanguinario “fraile” Aldao y del despiadado Oribe, Benavidez destaca por haber sido, para el Chacho, un enemigo digno y honorable.

El jefe llanisto piensa que, si bien los avatares políticos y guerreros acaecidos durante casi veinte años lo han enfrentado a ése hombre de rectos procederes, el Gobernador sanjuanino ha demostrado siempre buena predisposición para evitar inútiles derramamientos de sangre y buscar alternativas dialogadas a este conflicto que ha consumido millares de vidas en pos de impostadas entelequias con las que cada contendiente procura hegemonizar políticamente al resto y favorecer los intereses de su facción.

Benavidez y el Chacho han combatido por la misma causa hasta la muerte de Quiroga. Tal vez por eso, Peñaloza no ve en el Caudillo manso a un enemigo, sino a un adversario estríctamente político cuya reputación de ecuánime y valiente lo ha catapultado hasta convertirse en el pilar de la Confederación en Cuyo y, en auscencia del Chacho, también del Oeste.

A su vez, el sanjuanino sabe que el pueblo riojano no reconoce mas autoridad que la de Peñaloza y que la única manera de lograr la paz en su zona de infuencia es buscar acuerdos con ese singular hombre. Será por eso, piensa el Chacho, que Benavidez (soslayando las admoniciones de Rosas) ha intentado por tres veces que la montonera riojana entregue a Baltar antes de llevar a cabo el ataque de “Manantiales” y solo se decidió a ello por presiones extremas del “Restaurador”.

Recuerda que fue tambièn Nazario quien gestionò ante el “Tirano” la busqueda y restitución de su hija Anita de entre las tropas de Oribe, demostrando con ello verdadera voluntad de diálogo y acuerdo.

Por último, en la correspondencia intercambiada, Benavidez ha sido considerado y hasta amable y le ha deslizado propuestas de protección y asilo político en la provincia de su mando.

Al tiempo que procesa todos estos datos, viejos Unitarios y nuevos Liberales tironean del Chacho y le proponen ponerse al frente de una nueva campaña antirosista. Sin embargo la sangría de combatientes y recursos ha sido fatal para La Rioja y todo indica que no podrá seguir montonereando hasta el fin de los días. Con todo Ángel Vicente Peñaloza, acompañado de algunos leales montoneros, encabezará una nueva incursión a los Llanos con el fin de repatriarse, pero dicha expedición será abortada por las autoridades chilenas, quienes le intiman a dispersar a sus escazas tropas antes de emprender el traspaso de la cordillera.

Hastiado de los trajines bélicos y las intrigas políticas el Chacho jugará en una carta su destino y, de incógnito, emprenderá un nuevo cruce de Los Andes (esta vez con la sola compañia de su mulo marchero) con el objetivo de palpar personalmente el estado de cosas en sus pagos y, en base a ello, planificar el futuro.

Andando la noche para evitar contactos indiscretos; comiendo poco y mal; soportando estóicamente las inclemencias del tiempo, arribará a Jachal y se reencontrará con Anita, radicada allí bajo la protección de Benavidez, quien tuvo ese gesto en agradecimiento al Chacho por salvar la vida de su yerno, el Mayor Gordillo, luego de que los chachistas intentaran reducir a éste a fuerza de bala en la mentada batalla.

Como atraides por un misterioso magnetismo, hasta allí comienzan a llegarse sus partidaries trayéndole noticias del estado de desolación en en que ha quedado La Rioja tras la invasión de las tropas de Oribe y pidiendole directivas para capear el funesto temporal que arruina vidas y haciendas.

Por no poner en riesgo su estratégia pide a les que se allegan a consultarlo, contengan las manifestaciones de júbilo que ocasiona su regreso y se resuelve a parlamentar con el noble adversario, sin previo aviso, para hablar cara a cara con el hombre que hace de contrapeso a la figura de Rosas en la Confederación y ha demostrado siempre tolerancia y respeto por sus contendientes en desgracia.

Simulando ser un “roto” chileno surca los arrabales de San Juan en busca de la casa del Gobernador y, por medio de  subrepticias averiguaciones, da con ella. Haciéndose pasar por un mensajero, pide a la custodia de la residencia entrevistarse con Benavidez, para quien dice traer un recado de caracter confidencial. Una vez frente a éste le revela su verdadera identidad y, confiando en la mansedumbre del sanjuanino lo exhorta a que juzgue su conducta y disponga de su vida, haciéndole saber en ese acto de desprendimiento que solo busca aliviar los males de su pueblo.

El asombro de Benavidez, al ver en su propia casa al hombre con el que ha guerreado durante tanto tiempo, cede a las manifestaciones de respeto y admiración  que ambos se prodigan al rememorar las contiendas pasadas. Desde aquellos momentos comenzará una alianza entre estos dos referentes autóctonos que redundará en una merma en la efusión de sangre gaucha y perdurará hasta que la perfidia y la falta de escrúpulos recrudezcan nuevamente en la política regional.

Bajo el ala del Caudillo manso el Chacho se instalará en San Juan y llevará una vida austera rayana en la pobreza, cultivando siempre las relaciones con sus paisanes e intercambiando pareceres, ideas y opiniones con el Gobernador, mientras se van sucediendo, en la Confederación y en el mundo, una serie de acontecimientos  que mas tarde lo llevarán a reaparecer con mas peso en la escena polìtica de este lado de Nuestramérica.

En tanto el rumor de fondo antirosista se mantiene como un sordo murmullo provocado por la brutalidad con que la burguesía ganadera de Bs. As. impone sus condiciones al resto de las provincias, respaldada aquella en los cuantiosos beneficios que le reporta el monopolio aduanero, Benavidez sacará la cara por el Chacho ante los insistentes reclamos de Rosas, quien pretrende que el riojano sea remitido a la ciudad puerto para escarmentarlo por la osadía de guerrear contra su régimen.

El sanjuanino no solo nó entregará a Peñaloza, sinó que, por la libre, le otorgará una modesta pensión y lo ayudará a regresar a su provincia, en la convicción de que el Chacho se ha convertido en el Caudillo natural indiscutido de La Rioja y ha dado sobradas muestras de lealtad y respeto por la palabra empeñada.

Por aquellos días, Rosas ha bajado un poco la guardia en la contienda hacia el interior de la Confederación. No ha podido evitar la penetración de la flota anglo-francesa en la “Vuelta de Obligado” y enfrenta un prolongado bloqueo que perjudica la entrada de divisas, principal pertrecho de guerra con el que mantiene su superioridad bélica frente a los otros caudillos. Poco a poco la figura del “Restaurador” comienza a perder fuerza y su imagen y sus opiniones empiezan a parecer obsoletas, lo que dará lugar a que entren a tallar en la carpeta donde se juega fuerte otras personalidades trascendentes como la del Gobernador de Entre Rìos, Justo José de Urquiza.

En esta coyuntura, Peñaloza retornará a La Rioja como Comandante de milicias, respaldado por Benavidez, para coadyuvar a la destitución de Vicente Mota, a la sazón al frente del Ejecutivo provincial y aliado de Rosas, a la vez que para convocar a nuevas elecciones en las que Manuel Bustos será designado al frente del gobierno.

Nombrado por este ùltimo Comandante de Armas de La Rioja, mantendrá a raya los intentos del obstinado Mota, quien insiste una y otra vez con apoderarse por la fuerza de las riendas del carro provincial. Asentado nuevamente en Huaja asumirá protoinstitucionalmente diferentes roles, equivalentes a los actuales de: Juez en lo civil, penal y comercial; Secretario de desarrollo social, de cultura y de hacienda; Abogado de oficio y Defensor del pueblo, a instancias de la población gaucha de los Llanos que deposita en el Caudillo la confianza de la que se ha hecho merecedor por la gennerosidad de sus actos y la cabalidad de su espíritu.

Paralelamente a la “guerra tibia” enquistada en el seno de la Confederación Argentina y por la cual se dirime el modelo de país que se insertará en el mercado mundial luego de que se imponga la división internacional del trabajo, el Liberalismo esclavizante personificado en la “Compañia Británica de las Indias Orientales” extiende sus tentáculos sobre Asia y África, creando y sosteniendo ejércitos de Cipayos en la tierra de Buda y enviando exploradores al corazón del continente negro; “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo” quien, inspirado por el socialismo “utópico” que comienza a convertirse en “científico” de la mano de Pedro José Proudhon y Carlos Marx, mantiene en vilo a la jóven burguesía europea y obliga a ésta a perfeccionar sus sistemas represivos en una alianza entre Imperios, Reinos, Repúblicas y Estados “independientes” para ahogar en sangre las revoluciones del incipiente proletariado iniciadas en 1848; Norteamérica ve desencadenarse la “fiebre del oro”, la cual va expandiéndose como una pandemia de individualismo y meritocracia que cimentará la idiosincracia yanqui; el Paraguay atravieza un inaudito periodo de desarrollo económico e industrial, proyectado por el Dictador Gaspar Rodríguez de Francia y consolidado por su sobrino, el Presidente Carlos Antonio López, padre a su vez del tosudo infortunado Francisco Solano López, quien años después perderá la vida en la última resistencia contra la “Triple Alianza”. En ese entonces la tierra guaraní vió surgir de sus entrañas, gracias a la alabor de su pueblo, todo el esplendor de su riqueza debida en parte a políticas proteccionistas que favorecieron un mejor reparto del suelo y la creación de las “Estancias de la Patria”, que producían alimentos para toda la población y los distribuían gratuitamente; la consolidación de la educación pública; la potenciación de la industria naval, de la cual resultó el primer barco de acero propulsado a vapor fabricado integramente en la región; la puesta en marcha de la industria metalúrgica con la Fundición Ybicuy;  la contratación de 200 técnicos europeos que aportaron saberes para la modernización del país y una gran labor cultural con la creación del primer periódico paraguayo; todo esto sin recurrir a empréstito extranjero alguno, lo que redundó en un descollante crecimiento sin parangón en estas latitudes.

En el mismo tiempo, María Josefa de todos los Santos Sánchez de Velazco Trillo (Mariquita para les amigues) retrata en sus escritos el auge y el ocaso de la “democracia” gaucha  en el Río de la Plata, mientras que un Domingo Faustino Sarmiento obnuvilado por los “adelantos científicos” observados en su viaje por Norteamérica y el Viejo Continente, elucubra junto con Juan Bautista Alberdi y otres intelectuales de la época, el modo de implantar todo lo visto y aprehendido en las grandes ciudades, sobre una población agreste que poco y nada tiene que ver con los modelos que “El Loco” tomó como objetos de estudio.

La oportunidad para el futuro “padre del aula” de comenzar a ejecutar sus planes “civilizatorios” , le llegará de la mano del Gobernador de Entre Ríos, Urquiza, quien al ver afectados sus intereses por el bloqueo comercial que Rosas impone al Uruguay tras las firmas de los tratados Arana-Southern y Arana-Lepredour (por los que inglaterra y Francia se comprometían a ordenar asus comandantes que levaran anclas y regresaran a sus patrias), pergeña y desarrolla, en connivencia con los imperios Brasilero, Británico y Francés, sumados a Colorados Orientales y facciones antirosistas de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, la creación del Ejército Grande que provocará la caida del “Restaurador” y contará con Sarmiento como Boletinero.

El triunfo alcanzado el 3 de febrero de 1852 en el Palomar de Caseros por las tropas coaligadas, abrirá un periodo esperanzador para las provincias interiores que se veían, entonces como ahora, obligadas a soportar la preponderancia económica y política de los hacendados porteños, impuesta por medio de su ejèrcito.

Sin embargo, minado en sus base por el liberalismo europeizante de algunos ideólogos, el nuevo gobierno confederado encarnado en el “Tigre de Montiel”, prontamente dará por tierra con las espectativas de los pueblos del interior, quienes en un primer momento confiaron en la cabalidad de los discursos libertarios proclamados por la nueva administración sin percatarse de la flamante estrategia que comenzaba a desplegar la burguesía ganadera advenediza, consistente no ya en llevar la guerra franca contra sus opositores, sinó en asesinar de manera individual a prestigiosos Caudillos a quienes superficialmente les reconocía grados y honores.

Efectivamente, mientras la Confederación entraba en su tan suspirado periodo constitucional (tomando como modelo la carta magna de la incipiente potencia norteamericana) y se constituía el Estado sececionista de Buenos Aires; en tanto que la industria, el comercio y las finanzas inglesas usufructuaban la idolatría ofrendada a sus “avances” por parte de los funcionarios argentinos y llenaban el paìs de productos elaborados en Manchester, haciendo un formidable negocio con la instalación del primer ferrocarril porteño fabricado por la “The Railway Foundri Leed”, el General Benavidez (quien había gobernado San Juan por casi veinte años, dando asilo político a infinidad de proscriptos del rosismo), moría asesinado a instancias de las vociferaciones del otrora Boletinero de Urquiza y el floreciente liberalismo criollo.

Este hecho y la negativa del entrerriano a castigar tan horrendo crimen, sumado a la crueldad con que el gobierno de Bartolomé Mitre busca imponer su hegemonía al resto de las provincias luego de la dudosa batalla de Pavón, llevarán al Chacho a emprender su última y mas emblemática campaña de resistencia a un modelo de país fundado en la enajenación de la soberanía política, la dependencia económica y la injusticia social, legado “fatalmente” como estigma hereditario por quienes a lo largo de nuestra joven y ocultada historia se han arrogado la toma de decisiones haciendo oidos sordos  de los clamores populares.

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