VIEJOS, POBRES Y ZURDOS.

Por Ernesto García

La llamada “neutralidad escolar” sólo tiene por objeto substraer al niño de la verdadera realidad social:

la realidad de las luchas de clase y de la explotación capitalista;

capciosa “neutralidad escolar” que durante mucho tiempo sirvió a la burguesía para disimular mejor sus fundamentos y defender así sus intereses.

Aníbal Ponce.

El odio y cinismo pedagógico en las declaraciones de la Ministra de Educación porteña Soledad Acuña, en la entrevista realizada por del diputado Fernando Iglesias en vivo a través de su cuenta de Instagram reflejan la brutalidad, el desconocimiento y el desprecio respecto a los trabajadores de la educación. Son el eco de un sector de la sociedad que se cree desideologizado, puro, neutral; la reverberación de la soberbia de un supuesto espíritu trascendente que se piensa fuera de toda inmanencia, de toda historia. Son las palabras de una clase opresora que, cada vez más, monopoliza la riqueza y la cultura frente a una clase oprimida. Los mercaderes de una meritocracia de cotillón, de panza y bolsillos llenos, de una cultura de limosna y competencia.

La conquista de América trajo consigo una pedagogía impuesta con sesgo eurocéntrico, la pedagogía de la colonialidad. Esta pedagogía (única, sesgada, en singular) implica la imposición de saberes/conocimientos; instala una cultura colonizada que ubica a los sujetos de conocimiento en un lugar de repetición, imitación, de no-creación.  Para Acuña los docentes enseñan mal y considera que “hay que dejar de hablar de aprendizaje para hablar de enseñanza”. Es decir, según la ministra los estudiantes deben ser sujetos pasivos, no interesa que aprendan; el docente solo debe enseñar, es decir, comunicar y transmitir conocimiento. El docente no solo debe ponerse el barbijo y medir sus palabras, debe ponerse el barbijo en los ojos y desconocer que el proceso de aprendizaje se desarrolla en un contexto social y cultural, que es el resultado de procesos mediante los cuales se asimilan e interiorizan nuevas informaciones (hechos, conceptos, procedimientos, valores), se construyen nuevas representaciones mentales significativas y funcionales (conocimientos), para luego aplicarlos en situaciones y contextos diferentes. El docente solo debe enseñar, debe escupir palabras asépticas y el estudiante retener y memorizar información fuera de todo contexto; debe evitar que aprendan, conozcan, comprendan, apliquen, analicen, valoren y cuestionen. Quieren pobres y estudiantes obedientes y aplicados.

Por otra parte, considera que los indicadores y resultados de las “pruebas internacionales” para evaluar del desempeño de los estudiantes reflejan el fracaso de los docentes, estudiantes y familias. Dichas pruebas no son más que mediciones estandarizadas de evaluación, como las pruebas PISA, y elaboradas por organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, es decir, organismos que desconocen totalmente las realidades por las que atraviesan docentes, estudiantes y familias.  Frente a esta pedagogía de la colonialidad se hace necesario que surjan las pedagogías de la resistencia, las pedagogías de la libertad, de la autonomía para ubicarnos desde un lugar humano, para entender quiénes somos y quiénes estamos siendo. Pedagogías de resistencia a la opresión, de la praxis, en tanto prácticas y experiencias. Desalentar la idea de tomar la cultura colonizadora como propia, y por el contrario invitan a soñar, a imaginar y a narrar-se desde un lugar de autoría. Pedagogías de las singularidades como también de las pluralidades, que incluyan el amor, los deseos, la dignidad de todo aquello que nos hace humanos y sujetos históricos complejos.

La educación se trata de un fenómeno social que debe ser asumido desde sus cimientos políticos y económicos; es decir, no es sólo una propuesta pedagógica que debe ser modernizada. Todos estamos implicados en la educación desde distintos ámbitos y desde distintas labores. La tarea de educar es la responsabilidad más importante de toda sociedad, se dirige hacia todos sus integrantes. Nos debe hermanar una preocupación profunda por la difusión y profusión generalizada de las creencias que distorsionan gravemente nuestra visión acerca de la realidad latinoamericana. Nos debe hermanar una preocupación profunda por esta colonización pedagógica de raíces que poco tienen que ver con nuestras vidas, por los saberes colonizados y extranjerizados que encuentran ecos en quienes osan detentar cierta jerarquía social. El poder del imperialismo de los Estados Unidos ya no actúa como lo había hecho la metrópolis española cuando dominaba estas tierras; el mundo ha cambiado, y la dependencia pasó de ser una dominación directamente política a una dominación económica. Hoy en día la dominación se ejerce de un modo menos visible para los pueblos, una conquista que combina elementos culturales a los estructurales económicos. Es desde la pedagogía del encuentro entre los hermanos latinoamericanos que es posible la liberación y el pensamiento propio. Desde la igualdad del pueblo, desde la humanidad extendida como todos los ciudadanos que se puede construir una pedagogía con autoría y también así con alegría, alegría de estar siendo algo propio y no ajeno.

En base a lo antedicho, sostenemos que una verdadera pedagogía latinoamericana debe abandonar la conceptualización que es heredada de las formas institucionales europeas; pues como herramienta de transformación, se debe dar una verdadera pedagogía surgida de la propia realidad latinoamericana en términos de sus vínculos solidarios establecidos y sus propias raíces. Serán las aulas los recintos que funcionan como usinas, insuflando en el corazón de los alumnos pasión por la educación local, nacional y donde se dé un verdadero debate democrático acerca de las directrices que se imponen actualmente en la sociedad que sostienen la dominación de ciertos sectores que lograron históricamente hacerse de privilegios y poder subyugando a los hermanos y excluyéndolos. Y para esto, el Estado debe brindar una educación de calidad garantizada a todos; debe organizar escuelas que inspiren cooperación, solidaridad y vínculos sólidos de amor a lo que es plural, a la inclusión y prosperidad mutua, como el respeto a los pobres y ancianos. Todo hombre tiene el derecho a que se le eduque y la educación en sí mismo es una herramienta contra la esclavitud.

Las pedagogías latinoamericanas deben reunir el cuerpo con la razón, el pensar y el sentir. Lo vincular, en oposición a lo singular. Heredamos un bagaje de categorías y sistemas de pensamiento “moderno” que actúa en pos de la opresión, estableciendo formas de pensar dicotómicas, la disección entre el sentir y el pensar. Las tareas de las instituciones educativas latinoamericanas, en su plan político, cultural y social, deben ser sostener las pedagogías de la libertad y resistir a los intentos de sometimiento.  Las pedagogías y contenidos originados en el extranjero deben derrumbarse. La forma de pensar según la cual hoy en día en la escuela se enseña poco tiene que ver con el pensamiento mecánico y repetitivo. Estos conocimientos se encuentran totalmente desfasados de la realidad latinoamericana que nos envuelve. El fracaso escolar, no se explica porque los niveles de exigencia bajen, ni porque la escolarización se extienda a más estudiantes y durante más tiempo, sino porque el modelo educativo vigente hace tiempo que ha caducado. El cambio ha de venir de la recuperación y actualización de aquellas ideas y experiencias que han demostrado su capacidad transformadora.

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