CATALINA GARRAZA, UNA MARIPOSA SOBREVOLANDO LA LIBERTAD. VIDA Y MILITANCIA DE UNA COMPAÑERA EX PRESA POLÍTICA.

Por Verónica González

“Vamos juntas compañera por el camino mejor

donde el obrero ha dejado su semilla de sudor.

Vamos juntas compañera que no tardará en llegar

nuestro día, nuestra hora, en que todo ha de cambiar.

 

Mi compañera sin nombre, compartamos nuestro pan,

nuestra risa, nuestro llanto,

mañana la libertad”.

 Canción compuesta por Stella presa política en Olmos,

extraída del libro: “Nosotras, presas políticas”.

“Primero me presento. Mi nombre es Isabel Catalina Garraza, aunque siempre me han dicho Lina. Y ahora, después de mucho tiempo, uso el nombre Catalina”.

Yo vivo acá en Buenos Aires pero soy “puntana”, nací en San Luis hace sesenta y pico de años”.

 Su sonrisa franca y el canto donde se mueven sus palabras, lo demuestran.

Ella es una de las compañeras que fue presa en la última dictadura militar argentina; que padeció la tortura física y psíquica dentro de varias cárceles, donde permaneció privada de su libertad desde septiembre de 1976 hasta el 3 de diciembre de 1983, unos días antes de la asunción de Alfonsín.

Decimos “presos por luchar” y esa idea contiene toda una historia que nos antecede y nos marca, como uno de los periodos más dolorosos de nuestra historia pero también, nos habla de compañeras y compañeros que arriesgaban su vida por un mundo mejor para todos; de la solidaridad en los lazos; del cuidado y la ternura.

Nos habla de la resistencia aún en las condiciones más adversas y nos invita a mirar otra vez, para agradecerles esa entrega y ese seguir construyendo, en el presente, justicia social e igualdad de oportunidades.

Familiares, abuelas, madres que acompañaron este proceso, que fueron y siguen siendo, pilares fundamentales para que no se repita el horror NUNCA MÁS.

Para todos y todas este homenaje, esta manera de agradecer a través de Lina esa batalla; este modo de transitar el mundo lejos de la indiferencia y el individualismo que nos mata. Para que una noche estrellada, como la que contempló Lina cuando salió en libertad después de tantos años, no sea un privilegio sino un derecho y no haya más presos políticos ni cárceles que atenten contra la dignidad de las personas.

Lina nos cuenta acerca de su militancia de aquellos años.

Tal vez, mi militancia tiene un montón de condicionantes. Por un lado, el momento histórico de ese momento. Tengo toda la influencia de los 60 y de los 70.

En el mundo por ejemplo, en el 68 en París, empezó lo que es “la imaginación al poder”, esa casi revolución pero que no llegó a ser, de todos los estudiantes y obreros del 68, del mundo occidental. Porque ya antes había estado la revolución rusa; los socialismos en este lado del mundo; el socialismo de Cuba. Entonces todo eso era un cúmulo de un imaginario, donde uno iba tejiendo utopías a lograr en cada lugar, en el lugar de uno. Entonces, también con lo de Cuba y el Che; para nosotros el Che fue una luz, un ejemplo a seguir con toda su entrega, y todo el trabajo que hacía, con todo lo que sabíamos de él y además, era argentino.

También estaba la lucha del pueblo vietnamita.

O sea que había ¡tantas cosas, tantos movimientos, tanto mundo convulsionado! y como que… había todo un camino para luchar.

Y uno…también entraba en todo ese camino. Y por supuesto, acá en Argentina, todo lo que a nosotros vino desde el peronismo, todo lo que es la época de la resistencia; donde mi recuerdo es que no se podía decir el nombre de Perón; donde sólo los borrachos contaban anécdotas en el medio de la calle, a los gritos y no iban presos (risas).

La resistencia con el exilio de Perón. Me acuerdo de las luchas sindicales, sobre todo de mis viejos. Tal vez de ahí viene toda mi historia y la de mi familia, porque mis dos viejos. Mi papá era sindicalista, trabajaba en Obras Sanitarias de la Nación, cuando eso era una empresa estatal. Y mi mamá era maestra y estaba en su comité de lucha y en todas las manifestaciones. En mi casa y en la mesa, era sobre todo hablar de esas situaciones. Tal vez por eso, esa historia que vine mamando.

Además, me marcó mucho cuando entré en la facultad en el 72. Y justo ahí estábamos en la dictadura de Onganía y Lanusse y fue la matanza de los compañeros en Trelew. Creo que ese punto fue muy importante para decidir hacer, militar. Eso fue todo lo que a mí me lleva a esta militancia, a emprender la militancia; que era luchar, brindar lo que uno tenía para la gente, para que viva mejor y para que todos viviéramos mejor.

Y por supuesto, después con la primavera del 73, también con la llegada de Cámpora y Perón, más allá de todas sus contradicciones, significó para mí y para toda esta generación, una movilización enorme, no movilización de marcha sino interna, donde como que reafirmamos toda esa lucha y para dónde tenía que ir.

Como que un poco toda esa militancia y todas esas utopías…algo de todo eso nos devolvió lo de Néstor y Cristina.

La militancia para mí en esa época era eso, el brindar tus pies, tus manos, para lograr junto a otros, algo mucho mejor.

Quisiera que me cuentes acerca de tu secuestro, lo que puedas y quieras contarme.

 Y siguiendo con la historia de la militancia, lamentablemente, llegó la época que los militares tomaron el poder en la dictadura más dura, más profunda que tuvo la Argentina. No sólo la Argentina, ya venía lo de Pinochet en Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, o sea que no éramos una isla. Pero en este lugar fue muy duro y como muchas veces hemos dicho, (su voz cambia y se vuelve más áspera) nosotros no teníamos idea de la dimensión que tomó esto, porque jamás hubiéramos entendido, porque jamás en la cabeza de nadie se le hubiera ocurrido que existiera un “desaparecido”.

En ese momento, yo estaba en la facultad, militaba en Montoneros en la parte estudiantil, pero también en la parte de logística, en todo lo que los compañeros hacían hacia afuera. Entonces…en mi casa había revistas, había documentación y se hacían reuniones, porque mi familia era militante y apoyaba todo eso. Digamos que era una casa operativa, porque ahí se juntaban los compañeros, porque ahí hacíamos actividades, porque teníamos cosas ahí guardadas.

Con la dictadura, empezamos a ver que muchos compañeros caían presos. Igual a San Luis llegó más tarde.

En septiembre del 76 me detienen a mí sola porque en ese mes, en un operativo, cae mi compañero, Pedro Ledesma, mi novio de ese momento, con el cual teníamos proyectos para casarnos. Lo detienen a él junto a otros dos compañeros; a uno lo matan, que se llamaba Cobos, un compañero sanjuanino que estaba militando en San Luis y otro compañero Juan, que cae preso con él. Después de tener a Pedro varios días detenido, llaman al padre y le dicen que le iban a dar la libertad, que lo fuera a buscar y que lo hiciera solo. El padre fue, venían caminando hacia su casa y a las dos cuadras lo secuestran, se lo llevan a Pedro y desde ahí, o sea desde septiembre del 76, nunca más se supo de él. Es uno de los desaparecidos de San Luis.

De ahí, me buscan a mí, me llevan presa. Estuve…como una semana presa yo sola sin mi familia, ahí sí estuve unos días desaparecida, en el sentido de que mi familia no sabía donde estaba, pero yo estaba en la central de policía, en pleno centro de San Luis. Ahí también conocí a otras compañeras que hace rato que estaban; conocí también el centro de tortura que después, en años de democracia es “La Estancia La Amalia”, donde se hizo toda una investigación, porque ese era un centro de tortura.

Luego de una semana me dejan en libertad, pero al mes llegan a mi casa y me detienen a mí, después a mi hermana, después a mi padre y luego a mi madre. Y queda mi hermana más chica que tenía 8 años, por suerte. Tal vez porque era un pueblo chico y los policías algunos, conocían a mi madre de cuando era maestra. Llevaron a mi madre para que dejara a Marisa en la casa de unos tíos. Yo desde ahí junto con mi hermana Ani y mi mamá, estuvimos en distintas cárceles.

Mi viejo en la cárcel de varones. Mi hermana y yo estuvimos 7 años y medio presas. Primero en San Luis, después en la cárcel de Mendoza y de ahí, nos llevaron a Devoto. El último año, en el 83, estuvimos en el penal de Ezeiza.

Mi mamá no. Estuvimos juntas en Mendoza hasta el 78 y ahí la vuelven a llevar a la cárcel de San Luis para después…darle la libertad.

Por suerte a mi vieja le dan la libertad antes y ahí recupera a mi hermana más chica y hasta el 83 se bancaron solitas y nos bancaron a nosotros que estábamos en la cárcel.

 ¿Cómo fue ese “bancar” de tu mamá Chabela y de tu hermana Marisa? ¿Cómo era la actividad de los familiares, fundamental en tiempos de dictadura?

Fue muy duro para todos los familiares y más para los del interior, en el sentido que podían venir a visitarnos cada 45 días y durante una semana entera. En un momento, era a través de vidrio, del locutorio.

El trabajo de los familiares fue muy fuerte, como el de las madres y abuelas. Formaron la Comisión de los presos políticos y se trabajó mucho. No sólo con los políticos, con la iglesia, en todos los lugares. Yo me acuerdo además, cuando volvimos a San Luis fuimos a una misa en Don Bosco.

También mi vieja, cuando nosotros estábamos presos y ella sale en libertad, es una de las fundadoras de la Asamblea de derechos humanos en San Luis. ¡Hicieron todo un trabajo! Ella y otras madres, fueron por todo el interior de San Luis haciendo un censo de todos los compañeros desaparecidos, porque muchos de los oriundos de San Luis estaban estudiando en Córdoba, en Mendoza, por ejemplo. Y había mucha gente que no tenía idea de cómo hacer la denuncia…entonces ese trabajo lo empezó a hacer mi vieja con otras compañeras. Creo que ese trabajo de los familiares, muchas veces, no se visibiliza y fue muy duro para ellos.

Mi vieja y mi hermana reconstruyeron la casa porque los milicos habían hecho desastre; la habían dado vuelta entera, habían sacado todas las cosas. Algunas cosas se salvaron, unas fotos, unos muebles. Lo reconstruyeron todo.

Mi vieja era jubilada maestra y recibió mucho apoyo desde el exterior, desde los organismos de derechos humanos; los compañeros que estaban en el exterior le mandaban dinero para bancarse ella y bancarnos a nosotros. También acá junto con los familiares, han ido a la CGT, se juntaron con Alfonsín. O sea que, tuvo un trabajo muy grande y además, nos venían a visitar a nosotras a Devoto y a mi viejo, en La Plata, se repartían entre las dos y el esfuerzo fue enorme.

Este trabajo de los familiares tuvo mucho que ver junto con los compañeros en el exterior, como para visibilizar todo lo que pasaba con la dictadura en ese momento.

Resistencia

“Es posible la construcción de la libertad y la solidaridad

aún en las peores condiciones, aún en la mortecina austeridad.

El enemigo quería quebrantarnos y dividirnos,

nosotros logramos fusionarnos y resistimos”.

“Del otro lado de la mirilla”, Olvidos y memorias de la cárcel de Coronda 1974-1979.

¿Qué cosas, situaciones y personas te “rescataban” en los momentos de incertidumbre, tristeza y encierro?

Con lo que más jugaba el Servicio Penitenciario Federal era con nuestra destrucción psicológica. Porque… como no nos podían destruir físicamente, o sea no nos podían matar, ya con la tortura fue una parte. Entonces…no dejarnos hacer ninguna actividad manual, no dejarnos hacer gimnasia. La hora de sol era una hora por día y a veces, nos castigaban por cualquier cosa, entonces nos dejaban dentro de la celda. Eso era Devoto. Estábamos de a cuatro y siempre nos movían de piso en piso. Éramos nosotras “las delincuentes detenidas terroristas”. Nosotras nos hacíamos chistes con eso.

El lazo que nosotras teníamos entre las compañeras, era lo que más nos ha servido para sobrevivir, para resistir ahí adentro, todo lo que era el embate de este plan sistemático para destruirnos. Más que todo, cortarnos la relación con nuestra familia, no dejarnos leer, no dejar que nos llegaran noticias. Entonces, para que fuéramos unos marcianos (risas), en el sentido de estar totalmente desconectados de la gente.

Pero además de la relación entre nosotras, hemos inventado cosas. Por ejemplo inventamos hacer gimnasia a escondidas, hacer en la celda, mientras otros hacían campana; inventamos todo un lenguaje de golpes para saber quién venía, cómo venía, si venía la requisa, todo eso. Como si fuera un morse.

Hacíamos tortas, inventábamos, porque no teníamos harina sino con leche en polvo y usábamos como horno una olla sobre el calentador. Sí, el mate y el cigarrillo eran nuestros mayores compañeros.

También con  las botellas de lavandina y lana que dejaban entrar, hacíamos los telares.

(En la foto hay unos caballos hechos con lana punto cruz que lo  hizo la hermana, Ani y también, un dibujo sombreado que lo hizo Lina en la cárcel junto a otros telares).

Hacíamos dibujos con betún; con los huesos de caracú y pintado con el té que da color; también si nos traían remolacha o con la ceniza del cigarrillo. Con migas de pan, saliva y amasándola, le poníamos colores y se hacía como una masilla que uno la podía moldear y al secarse quedaba hecho el adorno.

Y después, todas las informaciones que los familiares nos traían para nosotras era un oxígeno, hasta no sólo las noticias políticas, porque nosotros también queríamos saber de música, como los muchachos querían saber de fútbol. Inventábamos canciones, fiestas, todo (risas) en la clandestinidad diríamos.

Estaban las “bichas” ¿por qué las bichas?, porque ellas siempre nos miraban por la mirilla, les decíamos que bichaban por ahí. Entonces para nosotras eran las bichas, y ellas que, en general, eran personas que venían sin mucha cultura, tenían prohibido hablar con nosotras, porque decían que nosotras las convencíamos. De vez en cuando era así, porque lográbamos algunos permisos, lográbamos espacios para las fiestas, hacer obras de teatro en el fondo que era el baño.

Nosotras armamos un mundo y pudimos sobrevivir por eso. Todo lo que nos brindábamos entre nosotros; estudiábamos, discutíamos, nos apoyábamos.

En la cárcel lo que uno aprende es el arte de la convivencia (risas), porque uno entra en una celda y desconoce a cualquier que esté ahí, pero ya sabiendo que eran compañeras y que eran presas políticas, la confianza era como desde el principio.

Sabíamos que estábamos juntas de un lado y que nos íbamos a apoyar siempre.

Todavía no me había recibido pero estaba haciendo el último año de profesora de química y me faltaban dos años para ser bioquímica. Entonces, he dado clases para los demás, también había compañeras médicas, compañeras psicólogas, compañeras que sabían literatura. O sea, era un cúmulo de saberes que después, lo fuimos compartiendo entre nosotras.

También otro momento lindo que armábamos en la celda, era los sábados a la noche (sonríe) para inventarnos que era una salida diríamos. Entonces…cada uno, un día contaba una película, un libro o una historia que se acordaba.  Ahí hacíamos esas tortas o con la comida que traíamos, la lavábamos e inventábamos otra y así hacíamos como si fuera una noche de sábado (risas).

Esas son cosas que uno inventa y resiste; como es también jugar a las cartas, ahí aprendí a jugar al truco. Por supuesto no teníamos cartas, pero las inventábamos con los paquetes de yerba, cuando venían los cartoncitos y después, tirábamos todo para que la requisa no lo encontrara.

El compartir era lo fundamental dentro de la cárcel y por supuesto, tener una voz única. Nos habíamos organizado, había delegadas. Hacíamos pedidos en conjunto. Es así como que…La otra parte importante es que, La Cruz Roja internacional, fue dos o tres veces; nos entrevistó, preguntó cómo estábamos. O sea como un control de los derechos humanos, que era muy relativo y muy poco, pero lo importante fue cuando la Comisión Internacional de los Derechos Humanos en el 79, llega y hace un recorrido por todas las cárceles.

 ¿Cómo fue que llega La Comisión Internacional de los Derechos humanos a las cárceles?

La comisión llega… porque desde afuera había todo un trabajo político de hacer conocer lo que pasaba acá adentro. Con los pedidos de los organismos de derechos humanos de nuestros familiares, de las madres, de las abuelas. Nuestros familiares eran un apoyo fundamental, nuestros pilares. La participación y el agradecimiento más grande que uno puede hacer es a la militancia que tuvieron ellos, en derechos humanos. Tal vez no estuvo visibilizado todo el trabajo que ellos hicieron por nuestra libertad. Fueron a embajadas, iglesias, a todos lados. Desde acá ese trabajo y desde afuera de los compañeros exiliados, ha sido fundamental para que se conozca toda esta situación y que se diera lugar a que viniera la Comisión de Derechos Humanos de la OEA.

Eso marcó un punto de quiebre dentro de la situación de las cárceles, porque también la dictadura empezaba a tener contradicciones. La clase obrera empezó a levantarse. O sea, ya había una resistencia afuera también y como tal, nosotros recibíamos esto que alivianaba la situación dentro de la cárcel. Por eso ahí, nosotros pudimos empezar a hacer gimnasia en el patio, estaba autorizado y podíamos hacer deporte. Las mujeres, en general, hacían voley. Y también… es cuando nos autorizan a escribirnos entre parientes encarcelados. Entonces, Ani y yo pudimos escribirnos con mi viejo que estaba en la cárcel de hombres. Creo que en ese momento, estaba en La Plata.

Antes, hasta el 79, podíamos escribirnos con nuestra familia con vínculos certificados desde afuera, como nosotros con mi hermana más chiquita y con mi vieja. Hay que tener en cuenta que las cartas eran censuradas y siempre estaban abiertas. O sea que, teníamos que tener mucho cuidado con lo que escribíamos y transmitíamos porque también poníamos en peligro a nuestros familiares y ellos a nosotros. Porque a nosotros eso nos llevaba a cerrar más el régimen.

Justamente las cartas son una de las cosas más importantes para el preso, es uno de los apoyos más importantes y sobre todo para las compañeras que tenían hijos. Yo creo que eso era lo más difícil, porque lo más terrible era que no se podían tocar, porque las visitas eran en locutorios a través de un vidrio. Eso también era muy traumático, pero se pudieron construir a través de las cartas y los dibujos las relaciones y reforzar esa relación madre-hijo y también los nuestros, con nuestra hermana en nuestro caso.

 Contraseña: Mariposa.

 “Mariposas de madera
Yo te voy a regalar
A ver si te guardas algo
Y no lo largas a volar”.

 Miguel Abuelo.

¿Cómo fue ese conocer el amor a través de las cartas?

 Después que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos llegara a la Argentina, se autorizaron las cartas. Entonces, mi hermana y yo, empezamos a escribirnos con mi viejo que estaba en La Plata en ese momento.

En La Plata, mi viejo  estaba con David en el mismo pabellón. La cuestión es que… empezaron a sumarse saludos de compañeros. Por ejemplo…

siempre me acuerdo de Pancho Perié que era un compañero misionero, que sigue siendo nuestro amigo ahora. Se sumaban en las cartas mías y las de mi hermana con saluditos; otros con dibujos; otros le mandaban saludos a compañeras que conocían. Y de esa manera, íbamos dibujando noticias de un lado y del otro.

Pero después en el tiempo, el que siguió mandándome saludos y algunas cosas fue David. Y entonces, como él no me podía escribir porque no era pariente, inventamos algo. Mi viejo transcribía lo que escribía David y entonces… como con David hablábamos de música por ejemplo, entre eso salió lo de “mariposas de madera”. No sé, sin querer, como si fuera una cosa natural que la contraseña iba a ser “cuando entra una mariposa”. Entonces… mi viejo desde ahí en más, desde esa palabra, seguía lo que era transcripción de lo que escribía David. Y así, mientras estuvieron juntos mi viejo y David, se fue dando eso. O sea que, además de lo de mi viejo…yo tenía una yapa (risas) lo que me escribía David. Y bueno…yo le contaba de lo que había vivido en San Luis y él lo de Buenos Aires; de música, poesía. Se fue hilvanando así una relación primero de amistad, de compañeros sobre todo y como que después se fue dando, como que uno va armándose la imagen, la fotografía de lo que el otro piensa, siente y sueña. Entonces ahí, evidentemente, en el camino coincidíamos.

Hablábamos mucho de lo que era mi proceso, de la desaparición de mi compañero, Pedro. Nada de eso es tan fácil, procesar todo ese dolor, esa impotencia, en una situación de encierro. Pero por eso, fue un apoyo muy importante también en ese sentido.

Más vale, mis compañeras que habían pasado por la misma situación, también fueron un apoyo muy importante.

Así se fue hilvanando la relación. En algunos momentos se cortó, por ejemplo, cuando los trasladaban y mi viejo y él se separaban, las cartas tenían un impasse pero, como mi vieja y mi hermana se conocieron con mi actual suegra en las colas y en las reuniones de familiares, entonces… ya en otro momento, ellas venían a parar a la casa de David y de sus viejos.

Todo eso se fue hilvanando porque mi hermana más chica, que tenía un gato y un perro, decía que ella quería padrinos. Entonces… los padrinos estaban en la cárcel que estaba mi viejo (risas) y las madrinas, donde estábamos nosotras.

David y yo éramos los padrinos, o sea compadres, de un gato o gata, no me acuerdo. Por eso se hizo un círculo familiar, más fluido.

Todo eso se fue manteniendo en el tiempo hasta el 83, porque recién ahí nos autorizan a escribir entre amigos. De ahí en más nos escribíamos cartas kilométricas de 7 u 8 hojas. Íbamos al patio, escribíamos; a tomar mate, escribíamos. Le agregábamos dibujos, toda una onda que nos hacía muy bien y la relación se fue consolidando.

Era una relación de cartas como si fuera de pareja, pero la incertidumbre era ¿qué iba a pasar?  porque podía ser que uno saliera antes y el otro después, que cada uno rearmara su vida. Y además, yo era de San Luis y él de Buenos Aires. Entonces, nunca se planteó ningún compromiso formal.


 Por la historia que conozco, se encontraron con David, luego de muchas cartas y palabras de amor, en la cárcel. ¿Cómo fue ese encuentro?

 A principio del 83 o fines del 82, se desarma la cárcel de La Plata, entonces a los compañeros que quedaban, los llevaron a un pabellón en Devoto donde estábamos nosotras sólo que en otro pabellón. La cuestión es que… nos vimos desde la ventana. Yo lo vi desde la ventana cuando jugaba fútbol y él me vio desde la ventana cuando jugaba al voley (risas). Y también, nos pudimos comunicar a través de las letrinas de las celdas, porque eso estaba todo comunicado piso a piso. Entonces, uno sacaba un poco de agua y se escuchaba abajo y arriba. Así que… (risas) eso era un locutorio, era el teléfono y ahí nos conocimos a través de las voces como una caricia. Eso fue una cosa muy linda y tierna.

 La libertad

De pronto entró la Libertad.

 

La Libertad no tiene nombre,

no tiene estatua ni parientes.

La Libertad es feroz.

 

La Libertad es simplemente

la Libertad.

 

Ella se alimenta de muertos.

Los Héroes cayeron por Ella.

Sin angustia no hay Libertad,

sin alegría tampoco.

Entre ambas la Libertad

es el armonioso equilibrio.

 Raúl González Tuñón.

Durante los últimos años que estuviste presa ¿cómo se vivía la posibilidad de salir en libertad después de tantos años? ¿Cómo lo sentiste vos?

El 3 de diciembre sale una lista. Nosotros habíamos vivido el 30 de octubre con una decepción muy grande que había ganado el radicalismo y no, el peronismo. Después uno puede analizar por qué y lo que ofrecía el peronismo en eso momento, no llegó a la gente. Había muchas heridas; estaba diezmado, no había cuadros políticos. La historia sería incoherente si hubiera ganado. Lo de Alfonsín fue importante en la historia de la democracia.

Y como él asumía el 10 de diciembre, y un gobierno democrático no puede tener presos por consejos de guerra porque no había guerra, salimos todos los que estábamos con Consejo de guerra, entre ellos: mi viejo, David, mi hermana y yo, otros amigos también, como Julio.

Esa misma noche salimos 39 compañeros de Rawson y 7 u 8 de Ezeiza. Fue algo muy conmocionante y emocionante, salir corriendo del penal de Ezeiza a las 12 de la noche viendo las estrellas, porque era una noche estrellada me acuerdo y corrímos hasta la puerta porque ahí nos venía a buscar Vicentini, que era uno de los que formaban la Comisión de Familiares de Presos Políticos. Y lo primero que me acuerdo… es haber visto pasar un tren. Eso me quedó como una imagen fijada, una sensación de libertad. Pero la sensación era… que uno estaba en un recreo grande y que, en cualquier momento, tenía que volver adentro. Y la otra imagen que me quedó también (porque quedaron compañeras que todavía tenían condenas por justicia federal) darme vuelta y verlas a las compañeras, fue lo más duro y angustiante. Pero sabíamos que era por poco tiempo, así que fue una gran felicidad. La sensación de que uno está en el aire, que va caminando sobre una nube. Y eso me duró mucho tiempo porque además, eran como demasiadas cosas juntas, demasiada gente, demasiado ruido. Hay un montón de cosas que uno no tenía…o sea la vida, eso.

En ese momento, hablé por teléfono con mi vieja de San Luis, que a los 2-3 días se vino para acá. Mi hermana y yo estábamos acá, en la casa de los padres de David que nos habían ofrecido el lugar para estar. Chusmeamos con Silvia que es la hermana de David,  tomamos mate, charlamos un montón, no dormimos en toda una noche. Y a los 5 días es cuando llegaban a retiro los compañeros de Rawson.

¿Cómo fue el reencuentro, con tus viejos, tu hermana? ¿Cómo fue encontrarse, finalmente, con David?

Con David, mi viejo, mi vieja y mi hermana nos encontramos en la terminal de Retiro, el 8 de diciembre. Mis viejos arriba del colectivo se volvieron a poner los anillos. Algo muy emocionante…esto de volver a comprometerse entre ellos. Y ahí sí, lo ví a David, porque mi cuñado lo sacó por la ventanilla (risas). Saludó a toda su familia y después nos vimos, nos abrazamos y nos besamos y de esa manera sellamos el comienzo de nuestra historia de amor, con el pre de todo lo que fue la cárcel, que fue digamos…una preparación para este encuentro. Y desde ahí…nosotros nos fuimos a San Luis. Él después fue a visitarme a San Luis, yo vine también a verlo acá. Y después, en febrero del 84, yo me vine a vivir acá a Buenos Aires.

Ese es otro capítulo, porque ahí empieza la construcción de nuestra familia, de nuestro núcleo familiar, con un montón de dificultades pero la base éramos nosotros dos y hasta ahora estamos juntos, (risas) o sea que algo bien hicimos. Y fundamentalmente, ser compañeros, militar juntos, tener los mismos sueños, con un montón de idas y venidas pero con una construcción de los dos juntos.

 

Y ahora estamos hace (piensa) 36 años juntos. En septiembre del 84 nos casamos, yo ya estaba embarazada de Eva, de mi primera hija.

En el 84, cuando me vine a vivir acá, nos enganchamos con los compañeros en una unidad básica de Belgrano, que hasta los 90 estuvimos trabajando políticamente, socialmente. Era muy diferente a la militancia anterior, porque era en democracia, aunque había un montón de miedos, porque durante toda la dictadura la política era una mala palabra. Entonces…la militancia tampoco era fácil pero logramos un montón de cosas junto a los compañeros y después, en Saavedra seguimos nosotros porque es nuestro barrio.

¿Volvieron a verse con compañeras y compañeros que estuvieron presos con ustedes?

Nosotros tratamos de integrarnos a toda la gente. Juntarnos sí, con ex presos pero sin reproducir el mismo círculo que traíamos de la cárcel, porque nosotros tratamos en lo posible, salir de ese círculo y realmente lo logramos. Tenemos relación con compañeros ex presos de otras provincias, a veces nos juntamos, como hemos hecho el encuentro de ex presas políticas. Reencontrarnos con todo eso sí, pero no en lo cotidiano, porque nos integramos a lo que es un barrio, a la ciudad, entonces caminamos al lado de la gente, el vecino.

Hace un mes atrás, algunas compañeras ex presas tuvieron la idea, como para darle continuidad al libro “Nosotras presas políticas” que cuenta historias, cuentos, dibujos, anécdotas, de construir otro libro digital “Nosotras en libertad”. Ahí yo escribí, en el anterior no había escrito, y tomé como eje lo que fue mi carrera que la hice acá en la UBA la Licenciatura en Nutrición, lo que fue cuando fui testigo en dos juicios a los represores en San Luis y el proyecto de la radio; todo lo que trabajo con la salud; todo lo que estudio.

 ¿Cómo viviste el desarraigo, este trasladarse a una ciudad como Buenos Aires?

Llegar a San Luis no me fue fácil, porque ahí viví todo lo terrible de ese momento. Era donde pasó lo de mi compañero, donde fueron truncados un montón de sueños que tenía en ese momento. Entonces… el venirme acá, si bien fue un alivio también fue difícil. Una en lo afectivo, porque tenía lejos a mi familia, me costó mucho eso. Volvía todos los años pero no era lo mismo, porque lo que extrañaba era el sentarme a tomar un mate cuando tenía ganas, no cuando iba y planificaba un viaje.

Entonces, trasladarme a una ciudad grande con la costumbre de una ciudad chica, donde muchos nos conocíamos; donde uno iba a caminando al centro; donde iba caminando a la facultad. Es totalmente distinto. Acá uno tiene que planificar si se quiere ver con alguien un día a un horario. Todo eso para mí en lo cotidiano, fue un cambio muy grande.

Y si bien, la facultad la empecé mucho más tarde en los 90, cuando tenía mi segundo hijo Juan Manuel. Retomé mi carrera porque en San Luis estudiaba bioquímica, pero en el 76 se me frustró cuando caí presa y lo quise retomar acá. Lo retomé en el 96 a Bioquímica pero después en el 2002 no pude seguirla por el trabajo y decidí cambiar y lo que empecé fue Licenciatura en Nutrición, que me dio todas las relaciones con gente más joven, me dio todo el caminar de acá y me sirvió muchísimo para engancharme en lo que es la ciudad, en esta otra vida y este otro ritmo. Por supuesto, no lo hubiera podido hacer si no tenía a David para combinarnos con los chicos y eso. Me generó mucho esfuerzo y demoré mucho porque me recibí en el 2010 a los cincuenta y pico de años. Igual esa etapa fue muy importante y como aporte hacia los demás, la nutrición para mí es muy importante.

 Sres Jueces, Nunca más.

Los juicios de lesa humanidad que se sucedieron a partir del año 1985 y que continúan hasta el día de hoy, son imprescindibles para impartir justicia y condenar a los represores; también son fundamentales para que todos aquellos que vivieron el horror puedan encontrar respuestas y empezar de algún modo, a elaborar un duelo, una historia de lo que ocurrió con cada desaparecido.

Lina participó como testigo en el primer juicio que se realizó en San Luis, por la desaparición del que era su compañero en aquél momento, Pedro Ledesma y por dos compañeros más.

Ella nos cuenta sobre su presencia y su testimonio.

El primero que se hizo en San Luis en el 2009 y yo fui testigo por la desaparición de mi compañero, Pedro Ledesma y otra compañera y otro compañero más. Ahí me enfrenté a los represores y a los que me habían torturado, los que me habían tenido presa. Era una sensación muy rara pero tenía el respaldo de mi familia, de mis compañeros, de una historia y con eso lo pude enfrentar y por suerte, a todos los condenaron a perpetua. Eso fue una reivindicación y una devolución, como digo también en nuestro documental “Proyecto Mariposa”, una ofrenda hacia los padres de Pedro, mi compañero. Lamentablemente, no hemos podido o no se rompió ese silencio de los milicos para decir dónde está el cuerpo y eso es lo que más le dolió a sus viejos. Por suerte pude acercarme, abrazarlos y brindarle esto, que es un cachito de justicia.

También realizaron un documental “Proyecto Mariposa”. ¿Cómo fue que decidieron hacerlo y cómo vivieron el proceso?

 Primero se hizo “Amores de historia” que cuando nosotros militábamos estábamos cerca de Eduardo Valdez, el diputado, y él siempre quiso hacer algo con nuestra historia y como trabajaba en América enganchó productores e hicieron toda la serie “Amores de historia”, que consistía en poner una historia de amor en cada momento histórico y en el de la dictadura, pusieron nuestra historia que está en el capítulo 5 “David y Lina”.

A partir de eso, Cucho Constantino quería filmar algún documental con respecto a los derechos humanos y a la dictadura. Le preguntó a David: “¿Vos dónde conociste a tu mujer?” y él le respondió: ”Yo la conocí a través de cartas en la cárcel”. De ahí surge la idea de hacer el documental.

Se presentó el proyecto al Inca y en el 2012 se aprobó y empezó la filmación.

El 9 de julio del 2014 se estrenó en el cine Goumont y ahí estuvo como un mes en cartelera porque hubo mucho público. La hemos pasado por un montón de escuelas primarias, secundarias y hemos tenido una recepción hermosa.

Lo más lindo que hemos hecho, fue ir con el documental a hablar con los chicos. Hemos recorrido a través del gremio de los maestros de Neuquén, varias escuelas. Acá en provincia de Buenos Aires, en San Luis, en la universidad.

Para nosotros era una militancia llevar este documental y contar la historia, el por qué de toda esa lucha y cuáles eran nuestros objetivos. La militancia acá, en San Luis y cómo se desarrolló esa lucha.

 ¿Cuáles han sido tus proyectos y sueños a lo largo de la vida? ¿Cuáles sentís que pudieron realizarse después de la cárcel?

Distintos proyectos a lo largo de mi vida, se han ido cumpliendo pero a través del trabajo cotidiano, la compañía de mi compañero, de David, de mis amigos, de mis compañeros. O sea, no es que uno va cumpliendo sin otros al lado. Por ejemplo, cuando yo terminé la carrera…para mí ese era un proyecto que lo quería terminar desde hace mucho tiempo y me lo propuse estando en la cárcel por una cuestión de realización  personal, para mi fue una etapa muy importante, como un objetivo cumplido, una utopía cumplida.

Después, mi familia. De mis hijos, lo que más quisiera es que encontraran lo que los hace felices y creo que… lo que ellos están caminando es lo que los hace felices y eso para mí es algo soñado (sonríe).

Y otro sueño individual es que, con David, estamos construyendo una nueva casa allá en San Luis, o sea que, para mí eso también es como cerrar un círculo y plasmarlo en esa cada en medio de la sierra.

Y sobre los proyectos de la radio, de la cooperativa, evidentemente, hemos venido amasando antes y nos hemos juntado con otros compañeros que van en la misma dirección, pero ese camino es para brindarle a los demás, a los que vienen detrás nuestro, a los más jóvenes. Eso para mi es un camino hacia la comunicación y hacía la difusión de todo lo que uno viene armando en su vida, con el alrededor y la historia, sobre todo “la tierra y la mujer”, el programa que hago con Bárbara y Gimena.

A través de eso, revaloricé lo que es la palabra y la comunicación, porque través de la radio, se puede transmitir todo lo que uno ha vivido y el bagaje que uno puede aportar. Que no sea una sola, que sean muchas voces; para dar visibilidad a lo no visible, a los que no dan visibilidad los grandes medios. Entonces, eso informa y forma para el futuro.

Todo es construcción pura porque cada uno de nosotros apunta a que, en la sociedad y en la patria, la gente sea un poco más feliz. Se dice que uno individualmente no se realiza si no hay una sociedad que se realiza, por eso es la militancia nuestra.

Pensamos que una voz sola en el desierto no sirve sino que muchas, como dice uno de los compañeros “que hagamos tanto ruido que aturdamos y que la gente escuche más ruido, el grito nuestro, antes que los grandes medios de comunicación”. Por eso armamos una red, por eso armamos una radio que ahora cuando pase la pandemia, la armaremos en lo físico, en un lugar y también una cooperativa artística. Para mí eso es algo muy importante.

Los sueños son lo que estoy haciendo a través del arte, a través de la palabra, eso es sobre todo. La verdad es que, individualmente y con los compañeros que tengo al lado, con mi compañero, con mi familia, me siento muy bien.

 Una mariposa como señal iba llegando, para encender las miradas de dos que soñaban con mirar un cielo estrellado lejos de las rejas. Una mariposa adelantando quizás, el destino de varias compañeras y compañeros que están desaparecidos pero que vuelven, como nos dice la leyenda azteca, como mariposas, como una guía que nos impulsa a seguir luchando.

Son lucecitas que nos legan su bagaje, su herencia de amor, como las y los compañeritos que, como decía Gelman “tenían un pedazo de sol en el alma”.

Es imprescindible rescatar y aprender de los que nos antecedieron, de su inmensa militancia. Ellas y ellos daban los pies, las manos, todo, para que otros vivan mejor.

Siempre recuerdo cuando conocí a Lina y compartimos varios programas de radio junto a David en la Ex Esma; su dulzura y generosidad me llenaron el alma. Ella, la que había estado condenada al encierro durante tantos años, navegaba entre las estrellas sin dejar de poner los pies en la tierra para construir posibilidades para todos.

Sin apartar la mirada del mundo y sus miserias, reparte ternura y propicia la libertad; acaricia los recuerdos pero también los suelta para seguir viviendo.

Recordé un poema muy hermoso para seguir cantando y celebrando aquella y ésta militancia que nos toca sostener y multiplicar.

La poesía de mis compañeros de Martín “Poni” Micharvegas.

Llenos de falsas palabras como andamos,

entre ofertas y eslógans y ritmos traicioneros,

por amor a mi fe y a la vida que viene,

canto la poesía de mis compañeros.

 

La verdad es más fuerte que cualquier cadena.

Nada grita más alto que un verso prisionero:

Mientras la canción se cansa y el arte se desploma,

canto la poesía de mis compañeros.

 

La tallaron en sierras, en selvas, en montañas,

en fábricas y campos en jornadas de acero,

en quebradas oscuras donde brilló la muerte

y en ciudades perdidas bajo los tiroteos.

 

La salvaron del riesgo de morir asfixiada

en la cámara cínica del mensaje con miedo.

Porque ella ha sido escrita para alentar coraje,

canto la poesía de mis compañeros.

 

Viviré para verla vivir sobre la muerte

y arrasar las paredes del terror que erigieron.

Ya que hoy aún libra lucha contra esas maldiciones,

canto la poesía de mis compañeros.

Para conocer algo más de la historia, compartimos este enlace de “Amores de historia”, capítulo 5: Lina y David.

https://www.youtube.com/watch?v=2P0_sSCD9vY

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