Por Federico Firpo
Bajo sospecha y en la mira de la lupa, hemos puesto desde un principio, para esta copa, cada movimiento que desde el arbitro hasta la tecnología nos permita entender que el fútbol hace rato ya es un negocio, sino el mayor de todos ellos.
Se va el 2020 y como era de esperarse los llorones de Racing nos despedimos como lo habíamos anunciado. Retirándonos, siendo testigos de una serie de cuartos de finales definida por penales cobrados para River y Boca y a la inversa con un penal no cobrado a Racing en cancha de Boca, más allá de todo lo demostrado por la tecnología de punta. Esa misma que le anuló dos goles a Racing en octavos y que se encamina para servir a los propósitos comerciales de una nueva final superclásica.
Sin embargo y más allá de las broncas clásicas (valga la redundancia), cabe destacarse lo papelónico del desempeño académico, nunca a la altura de las circunstancias, desde el momento en que clasificó a octavos. Inexplicablemente, se cambió de la nada el planteo que supo llevar a los mismos jugadores a las instancias finales. Milagroso fue ver al arquero Arias atajando todo en Avellaneda y el Maracaná, incluyendo penales definitorios. Injusto terriblemente hubiera sido llegar a las semi teniendo al arquero prácticamente como pieza única del juego, porque a juzgar por los hechos (más allá de los “erróneos” fallos de toda la vida), los compañeros parecieran haber cedido la bola a la suerte de lo que el guardametas pueda responder. Increíblemente mezquino lo de un equipo que había demostrado ser de los más ambiciosos hasta ese momento. Cuatro partidos al hilo con el portero oriundo de la vecina patria trasandina como figura indiscutible del equipo.
Soy fiel partidario y casi total creyente qué, por lo general, las cosas suelen terminar como empezaron. No será este el caso. El del Racing por primera vez en más de medio siglo con declaraciones abiertas de proyectos quinquenales. Los liderados por el Capitán Lisandro, quien con la 15 al pecho nos alucinó con sus incansables corridas a pesar de su longeva edad para el deporte. Los mismos once que ganaron hasta siendo nueve contra un clásico rival desconocido, ese que otrora siempre nos hubiera ganado con la sola camiseta, se iba llorando del cilindro. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿Por qué del 4-4-2 siempre invicto al 5-3-2 celebrador de empates y triunfos con lo justo de locales?, ¿adónde se fue la ambición de esa inquieta y estratégica blonda melena? Yo no lo se, pero es una pena así haber cerrado la persiana, siendo que en nada coincide con como se había empezado a abrir de cara un nuevo y positivo horizonte.
Otro año más de supuestos proyectos parece desvanecerse, en este sueño de cielo albiceleste qué, una vez más, nos deja cortina y de a pie. Seguiremos llorando porque es ese nuestro destino.
Seguiremos como hasta ahora, siendo el más argentino de todos los equipos.