Por Verónica González
“Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle”.
Armando Tejada Gómez
Según confirman fuentes policiales encontraron a Maia en Luján junto a Carlos Savanz, el hombre que se la había llevado hacía tres días.
Según dicen también, la niña se encuentra “en buen estado de salud” y el secuestrador fue encarcelado.
Cuando se supo la noticia de la desaparición de Maia hubo un fuerte revuelo en las redes, las fotos se empezaron a multiplicar como también la desesperación y la angustia, lo cual es de vital importancia en estos casos, actuar rápido hasta encontrar a la víctima.
También muchas voces se levantaron con el dedo acusador hacia la madre, juzgando su comportamiento y su descuido; su “estadía” en la calle, como si vivir en la calle fuera una elección, como si supieran de los peligros extremos y cotidianos a los cuales se exponen las personas que tienen que sobrevivir en condiciones de pobreza y de exclusión permanente.
Nos parece importante reflexionar acerca de nuestras miradas, de nuestro techo y piso sin lluvia, de nuestros hijos abrigados, jugando, para atravesar los límites que nos impone nuestra condición privilegiada, para que no tenga que desaparecer una nena de 7 años para activar una alarma.
Las urgencias se suceden a cada segundo; niñas y niños son abusados en la calle y en sus casas más veces de las que imaginamos, pero son más propensos si sus derechos y los de su familia son vulnerados, porque están sobreviviendo al desamparo de un sistema que construimos entre todes.
Maia es una más de las tantas y también estamos felices de su aparición con vida. Esperamos que se encuentre bien física y psíquicamente, que no haya sufrido ningún trauma que se agregue a la lista interminable de carencias y adversidades que atraviesa cada día; que las autoridades no vuelvan a arrojarlas bajo un puente; que no triunfe el olvido y la indiferencia; que podamos empezar a cuidar a nuestras vivas y a seguir exigiendo justicia por nuestras muertas y que les niñes puedan jugar y reír sin que les duela la panza de no comer ni el alma por existir, sin diferencias de piel ni de lugar y que haya para todes por igual.
Foto de tapa: Virginia Chaile
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