Por Federico Firpo
El valor de las discusiones por el Poder radica en el Ser de algunos queriendo más para los propios, menos para los otros. Las diferencias del empoderamiento, se han valido y se valen de qué: quienes son más parecen siempre haber perdido las batallas acontecidas.
Menuda cantidad de ejemplos dispone para nosotros la Memoria de nuestra propia Historia. El más cercano en estos días, por ejemplo, la suspensión de los despidos y una serie de políticos que lejos de alegrarse, alegan que debido a esto no se va a poder contratar mas personas nuevas (?), poniendo al Gran Empresario como una pobre víctima por el hecho de no poder echar a su personal de turno.
Los que se abrazan en su afán de discurso alentador Pro “el curro de los Derechos Humanos”, advirtiendo que asistimos a un Gobierno que (supuestamente) de manera inexplicable, le da “dinero” a las causas de “tirabombas setentistas”, como no queriendo reconocer que hubo una dictadura genocida. Nada dicen, por ejemplo, cuando sus amigos dueños y jefes a nivel inmobiliario, generan para sí aumentos inauditos en comparación con la progresión en los sueldos por parte de quienes alquilan una vivienda; cuando vemos que las expensas y las extraordinarias cobran diez veces más que lo que un arreglo que cuesta; cuando nos ponemos a sacar cuentas de los beneficios propios de un curro sistematizado, ahí no hablan ya de curro estos “Humanos Derechos”.
Cuando la discusión tiende a ponerse tensa, los eternos dueños de casi todo invitan a derivar las causas ajenas, es decir, las nuestras, nunca las de ellos, hacia la Justicia. Es que claro, difícilmente los mandamases de impronta feudal, los señores de “la verdad”, los ejecutores de La Ley, por una lógica y sencillamente económica razón, son en su totalidad más dueños que inquilinos. Entonces, se trata de preguntarnos a quién habrán de defender en plena disputa. Hoy tampoco desearán hablar de Derechos.
El verdadero Poder está en el que te hace la cruz. En el lugar que a ese paso demos, radica el empoderamiento del que esté dispuesto a darlo todo, inclusive sus mentiras, con tal de sacártelo, justamente, todo.