Entre las espinas de Baruch

Por Ernesto García

«…los reyes no son dioses, sino hombres, que a menudo son cautivados por los cantos de las sirenas».

Baruch Spinoza.

«Éste, en pos de ganar unos dinerillos escasos y por demás inseguros revolotea por todos los mares, confinado a las olas y a los vientos una vida que no se podría restituir con dinero alguno».

Erasmo.

Con el paso del tiempo, las ideas, la influencia y los debates en torno a la filosofía de Spinoza abrieron nuevas perspectivas en torno a problemas actuales. Si bien es rescatado y debatido en el ámbito de la filosofía y la filosofía política, sus ideas son poco conocidas y muchas veces silenciadas al interior de los debates en torno a los que serían los precursores del pensamiento social como Hobbes, Locke, Rousseau, Montesquieu. Sin negar la importancia y la contribución de estos pensadores en el desarrollo de las ciencias sociales, rescatar los aportes de Spinoza en cuanto a lo social, buscar las coincidencias o discrepancias, los encuentros y desencuentros con otros pensadores de su tiempo y en los siglos posteriores, intentar una mirada spinoziana de lo social desde la óptica de su pensamiento podría aportar nuevos caminos para entender lo social.

En cuanto a la vida de Spinoza y su formación intelectual, a fin de entender el desarrollo de su pensamiento y su vinculación con otras ideas, se tienen en cuenta sus estudios tempranos de juventud y las ideas que dominaban en su época como modo de indicar las influencias filosóficas que se encuentran en el spinozismo. Las circunstancias de la vida de Spinoza, las condiciones culturales en la que se desarrolló, el estoicismo, el contacto con ciertas concepciones del pensamiento bíblico y medieval, con el racionalismo de la filosofía cartesiana y la ciencia del siglo XVII, entre otras, fueron centrales en el desarrollo de su sistema filosófico. La comprobación en Spinoza de ideas de una y de otra procedencia en su sistema filosófico no implican considerarlo como una suma o síntesis de tales ideas, sino como una creación original, diferente a otras doctrinas, aunque comparta ciertos aspectos particulares.

En vida publicó sólo dos libros. Uno de ellos aparece con su nombre, en Amsterdam en 1663, llamado Los Principios de la Filosofía de Descartes y las meditaciones metafísicas. El otro es el Tratado Teológico-Político, publicado en 1670, que apareció sin el nombre de autor y con un falso pie de imprenta. En este estudio, a la antigua tendencia filosófica por salvar las viejas representaciones religiosas, Spinoza antepone los ojos del historiador y lee las Sagradas Escrituras como expresión de una época que expresa un cuerpo legislativo para un Estado determinado. En el Tratado teológico-político Spinoza confronta teología y política, y trata dos órdenes distintos de hechos: una crítica e interpretación de los textos bíblicos, y una exposición de ideas relativas a la vida pública, al Estado y al poder eclesiástico. Llega a la conclusión que La Biblia no estatuye un sistema político inmutable, sino que contiene leyes que concernían a los hebreos y a las condiciones propias de su estado en la Palestina de aquel tiempo.

Después de su muerte, ese mismo año, sus amigos editaron, en 1677, con el título de Opera Posthuma, un volumen con los escritos que se conservaban del autor con las iniciales B.D.S y que constaba de cinco obras, todas escritas en latín, entre ellas, la más conocida su Ética demostrada según el orden geométrico (escrita entre 1663-1675); El tratado de la reforma del entendimiento (escrita entre 1658/61-1677); el Epistolario (entre 1661-1676), cartas que son de gran valor a la hora de seguir el desenvolvimiento y sentido de su pensamiento y ayudan a interpretar las ideas que el filósofo expone en sus obras. Sin embargo, varias de las cartas que hoy conocemos no aparecieron en esa primera edición de la Opera Posthuma. Finalmente, el Tratado político (1677), escrito que quedó trunco en el capítulo XI cuando el autor, víctima de una tuberculosis muere un 21 de febrero, antes de poder desarrollar sus ideas respecto del gobierno o el estado democrático. Hecho singular que recuerda las famosas palabras «Aquí se interrumpe el manuscrito» al final del tercer volumen de El Capital de Karl Marx, sorprendido también por la muerte, justo antes de desarrollar el concepto de «clase social».

En 1862, en Amsterdam, se hizo una edición del Breve Tratado (escrito entre 1656-1661), texto al que algún tiempo se estimó como un primer esbozo de la Ética, redactado en lengua holandesa y de forma no geométrica. En 1869 aparece una traducción alemana de este escrito mientras que en Francia la primera edición del Tratado Breve apareció en 1878. Traducción que se hizo de una versión alemana de 1870. Probablemente este escrito fue redactado para la discusión de un pequeño grupo de lectores amigos donde expone una primera concepción de su sistema en dos partes relativas a Dios y el hombre. Algunos señalan como característica del Breve tratado la presencia de nociones bíblicas como la concepción de Dios como rector del mundo y la idea de la Providencia Divina, nociones que hace suyas para darles un significado totalmente nuevo.

Hasta aquí su obra. A pesar de la diversidad de temas que trata Spinoza, existe una unidad. Todo conocimiento parte de una idea, la del Ser necesario del que derivan todos los seres. En la concepción spinoziana de Dios o Naturaleza, nada hay fuera de la única sustancia divina. No existe un Dios trascendente, fuera del mundo, sentado en un trono juzgando a los hombres. Sus ideas sobre el mundo físico son tratadas en la segunda parte de la Ética en «De la Naturaleza y del origen del alma» en la que también trata del hombre. El mundo como escenario de la vida del hombre es el lugar donde se da una relación entre alma humana y cuerpo humano; donde la conducta dependería de pasiones o sentimientos, y el perfeccionamiento moral iría acompañado a formas superiores del saber. Rechazó cualquier superioridad del alma sobre el cuerpo, como del cuerpo sobre el alma, rompiendo todo principio tradicional que fundaba la moral de su época. Supo ver, como más adelante hará más claramente el marxismo, que la primacía del cerebro, del intelecto sobre el cuerpo, sobre la materialidad del vivir, del hacer, aceptada como dada, no es más que un prejuicio que tiene como base la posición social de los pensadores y patrones profesionales. Hoy la separación entre cuerpo e intelecto no sólo encumbre un prejuicio de clase, sino que también nos desgarra, nos escinde, cada vez más, producto de interacciones digitales sin cuerpo y cada vez más abstractas y algorítmicas.

Asimismo, no deja de referirse a la sociedad humana, al hombre y sus semejantes; a sociedades políticamente organizadas en estados que pueden tener formas distintas. Para Spinoza, cuando un cuerpo se encuentra con otro cuerpo distinto, o una idea con otra idea distinta, sucede o bien que las dos relaciones se componen formando un todo más poderoso o se destruyen unas a otras. El orden de las cosas es un orden de composición y descomposición de relaciones que afecta sin límites a la naturaleza entera. El objeto que conviene a la naturaleza del hombre lo determina a formar una totalidad superior que los comprenda a todos y a todo. El naturalismo de Spinoza cuestiona a aquellos que «conciben al hombre, dentro de la naturaleza, como un imperio dentro de otro imperio» y creen «que el hombre trastorna más bien que sigue el orden de la naturaleza». Otros filósofos, tales como Hobbes y Hume, intentaron llevar a cabo una explicación naturalista de la humanidad, pero Spinoza mantiene su compromiso con el naturalismo, negándose a retraerse para tratar a los humanos como algo especial. Infiere que cualquier cosa que sea buena o mal para uno debe ser buena o mal para la gente que se me asemeja, esto es, que comparte mi naturaleza. Derivando de esta premisa una moralidad de comunidad de intereses.

En esta época oscurantista, de culto al dinero, de dogma religioso devenido en dogma económico neoliberal, es la solidaridad, la comunidad de intereses lo único que puede romper con el ritual cotidiano individualista, con la búsqueda desmedida del reconocimiento vano y egoísta, con los placeres efímeros y el endiosamiento del individuo sobre el mundo y la sociedad. Hoy la ciencia cool y sus «científicos» más ávidos de dinerillos y fama que en descubrir la verdad, como la iglesia y los teólogos de la época de Erasmo «protegidos por un ejército de definiciones magistrales, de conclusiones, de corolarios, de proposiciones explícitas e implícitas» son la expresión, casi canónica, del culto al individuo que en el fondo tiene como único objetivo acumular riqueza, poder y gloria. Spinoza nos dejó una filosofía práctica aplicada a los problemas humanos de su tiempo, está en nosotros tomarla y darle vida. Fue un autor que en cada una de sus obras puso las relaciones interhumanas en el centro mismo de la definición de individuo.

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