Por Leon Paterno
El verdadero nombre del Gauchito Gil era Antonio Mamerto Gil Núñez. En la tarde del 8 de enero de 1878, Antonio fue trasladado desde la ciudad de Mercedes hacia Goya, ambas de la provincia de Corrientes. En ese entonces, hacía mucho calor en toda la Argentina, sobre todo en esa zona donde era más intenso y húmedo. El Gauchito iba a cumplir su condena en aquella ciudad.
Antonio vivía con su papá, su mamá, sus hermanos y hermanas. Dicen que, desde que era chico, siempre supo manejarse con los animales. Un día como cualquiera, Antonio con sólo 7 años enfrentó a un puma, su mamá estaba amamantando a una de sus hermanas más chiquitas, él estaba jugando muy cerca de ahí, pero cuando vio al puma fue corriendo, agarró un palo con fuego (los animales le tienen miedo al fuego) y el puma se fue.
Lo llamaban “Curuzú” (cruz en guaraní) porque tenía una cicatriz con forma de cruz en la espalda y por que también llevaba una colgada del cuello. Con un patio de tierra y cerca del monte Valenzuela se fue criando; trabajó con su padre como peón, largas horas bajo el sol y soportando el maltrato de los patrones. Pero tanto tiempo en esos campos grandes le dio mucho conocimiento sobre los animales.
Decían que ese chico tenía “una mirada poderosa”, unos ojos bien negros y profundos, con la que había aprendido a domar hasta los potros más salvajes.
En ese entonces era 1865, el Presidente de la Argentina era Bartolomé Mitre y se había aliado con los gobiernos de Brasil y Uruguay para enfrentarse los tres contra Paraguay (por eso la llamaron la “guerra de la Triple Alianza”) y ahí el Gauchito desertó, por que no quería ni podía pelear contra su propia gente y si uno desertaba iba a ser llamado “traidor a la patria” advirtió Mitre.
Tiempo después, Antonio y muchas personas más, iniciaron una nueva “vida”, bien lejos de lo establecido por las sociedades. Se escondían en los montes y hoy en día se los conoce como “bandidos rurales” o “gauchos rebeldes”. Se les decía “bandidos rurales” por que iban donde estaban los más ricos, esos que se enriquecían con la plata de la gente, recuperaban alimentos, ropa y demás cosas para poder vivir, para repartir entre la gente que menos tenía. Así era el Gauchito.
Pero… cuando se durmió en un árbol, lo encontró la policía mandada por el Coronel Zalazar y lo pusieron en una celda. Muchas personas le pedían por favor a Zalazar para que libere al Gauchito. Entonces, Zalazar dijo que si juntaban 20 firmas iban a aprobar la libertad de Antonio, pero en vez de juntar 20 firmas juntaron 30. Pese a eso, el papel llegó demasiado tarde a las manos de Zalazar, ya habían enviado al Gauchito a su prisión definitiva.
Pero en esa época escondían la muerte, decían que “el preso quiso escapar”, entonces el Gauchito miró al
hombre que lo iba a matar y le dijo “cuando llegues a tu casa tu hijo va a estar muy enfermo pero se va a curar con la sangre de un inocente”, al soldado no le importó en lo mas mínimo lo que le había dicho el Gauchito, pero él era de esas personas que tenían sueños de lo que iba a pasar en el futuro. Cuando el soldado volvió a su casa con la misión completa, vio que su hijo estaba volando de fiebre y entonces rezó y le pidió al espíritu del Gauchito que por favor curara a su hijo. Dicen que, en unas horas, al hijo del soldado le había bajado la fiebre.
Luego de eso, el soldado fue al lugar donde tuvo que matar al Gauchito, clavó una cruz, rezó y le agradeció al Gauchito. Por eso, todos los 8 de enero las personas se juntan en la ruta provincial 23 ( eso queda en Mercedes, Corrientes) para recordar al Gauchito.
*Integrante de el Semillero de Ancap.