COOKE Y EL PERONISMO OLVIDADO

Por Redacción ANCAP

Arte de tapa Martín Vera

John William Cooke, el gordo o el Bebe, fue la mayor representación de la izquierda dentro del movimiento peronista. Supo ser el principal confidente de Juan Perón, como delegado personal, no dudó en plantear al general que el peronismo debía profundizar el lazo con Fidel Castro llegando a reclutar jóvenes para entrenar en la isla caribeña en su estadía entre 1959 y 1963. Para su regreso a la Argentina el bebe armó lo que se llamó Acción Peronista Revolucionaria, un grupo de debate y discusión política que tenia en sus filas a Norma Arrostito y Fernando Abal Medina.

 

Dentro del movimiento peronista planteó la presencia de dos tendencias, la revolucionaria para impulsar las ideas de cambio social y por otro lado los cuadros dirigentes, que no iban en una línea revolucionaria sino más de dirección burocrática. Aseguró que sacar los pies del plato iba a significar estar por fuera de la clase obrera, por eso mismo siempre creyó fundamental ser parte del movimiento peronista para lograr un cambio profundo en las masas.

La purga de los traidores al movimiento era una de las premisas, acabar con la burocracia sindical, algo que no ocurrió. No es un dato menor como se llevó adelante esa limpieza de traidores a la causa por parte del General Perón una vez vuelto del exilió. Su foco estuvo puesto en lo contrario a lo que proponía Cooke, la mira estuvo en los y las dirigentes revolucionarios, y el reformismo fue el camino elegido. El bebe supo ser un dirigente que puso el cuerpo, que lucho en Cuba junto a su compañera Alicia Euguren y a los hombres y mujeres de Fidel, Camilo y el Che.

El pasado 19 de septiembre fue una fecha aniversario de su temprana muerte en el año 1968 con 48 años de edad.

Aquí dejamos un extracto de la entrevista realizada a Cooke en las revistas Revista Che, de 1961, y Crisis, 1975. “El mundo socialista les permitió salir de esa ruina a que estaban condenados, y he aquí que ciertos “antiimperialistas” resuelven que Cuba debió dejarse morir de hambre, o llamar a los embajadores norteamericanos para que la vuelvan a gobernar, para que no sufra la “democracia” y puedan seguir tranquilos Somoza, Ydígoras, Frondizi, Prado y demás paladines de la cruzada anticomunista. Todos regímenes democráticos que no podrán hacer lo que hace Fidel Castro: darle un fusil o una ametralladora a cada obrero, a cada campesino, a cada pobre. Una cosa es que nosotros tengamos una visión de las cosas argentinas que difiere de la del Partido Comunista y tratemos de mantener la adhesión de las masas trabajadoras; otra muy diversa es unirnos al fanatismo regimentado que ve a los comunistas como criminales y a los países socialistas como enemigos del género humano”.

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