Por Melina Sánchez para ANCAP
Un grupo de abogados, viajó invitado por comuneros y referentes del Malón de la Paz, para hacer asesoría jurídica a los originarios que hoy se encuentran en los cortes de ruta entre San Salvador de Jujuy y la Quiaca, hasta que se caiga la reforma, en esta conversación hablan de su experiencia.
No son juristas de traje y corbata, no atienden consultas detrás de un escritorio, o por ahí a veces sí, pero al día del abogado militante –el 31 de julio- lo pasaron entre corte y corte, entre Salta y Jujuy, entre San Salvador y la Quiaca. La Agrupación de Abogados de Familia, fue acompañada además de una profesora y un estudiante en educación que fueron a registrar entrevistas.
Cuenta uno de ellos, Lautaro Arias Camacho que: La gente está asentada sobre la ruta, en la Quiaca son más de sesenta comunidades, cada una de ellas tiene como una casita sobre la ruta, cada casita tiene el nombre de una comunidad, en cada una de esas casitas, hay por lo menos una persona por turno, así que al momento en el que nosotros hablamos había sesenta personas seguro, pero calculamos que eran más en realidad, alrededor de cien.
Es tremendo lo que está pasando, nosotros, de Salta a Jujuy pasamos como siete cortes. Fuimos invitados por las comunidades que estaban reunidas en La Quiaca. Entonces teníamos una nota firmada por los referentes, incluso por los que están ahora con el malón. Entonces podíamos pasar los cortes, pero más que pasar los cortes, corte por corte nos íbamos quedando y charlando con la gente. Porque sí tenían dudas respecto de lo jurídico, y sobre todo necesitan un asesoramiento respecto de estrategias comunicacionales, porque es un montón lo que están pasando pero no lo están pudiendo visibilizar.
En Hornaditas estuvimos un rato, una hora, también cerca de Tilcara, en Abra Pampa estuvimos un rato más, dos tres horas. Pero sobre todo estuvimos en La Quiaca, dos días, y ahí ya pudimos trabajar concretamente en asesoramiento, y también desde lo comunicacional, para que abran Facebook, Instagram, empiecen a visibilizar desde ahí.
El corte de La Quiaca, que está en la entrada, no son gente que con corten con palos, literalmente hay un asentamiento que está sobre la ruta, hay más de sesenta comunidades distintas en la ruta a La Quiaca, que cortan cada cuatro horas, y llevan no sé cuántos días, pero están hace muchísimos días ahí, instalados. En ese corte hay gente de las comunidades que están alrededor de La Quiaca. Cada comunidad tiene una casita, entonces tenés la casita de Cusi Cusi, tenés la casita de Sansana, Cangrejillos, y así… un montón.
No hay una bandera política, no hay un porteño ahí, no hay una bandera de La Cámpora, del Partido Obrero, del MST, de nadie, son solo las comunidades. Ni nosotros mismos yendo a La Quiaca estábamos al tanto de qué podíamos llegar a encontrar, porque hay que visibilizar un montón.
El de La Quiaca es un corte grande, pero por ejemplo en Hornaditas tenías cinco, seis personas, señoras mayores, gente con bebés, pero olvidate, no hay gente de ningún partido ahí metidos, no hay banderas políticas, literalmente es la gente de la comunidad. Todas las comunidades tienen una presencia permanente en la ruta, ellos se van turnando. Están bien organizados tienen un sistema de turnos para hacerse cargo de la puerta entre comillas, de los pallets y esas cosas que bloquean el camino. Entonces hacen un cambio de horario entre las distintas comunidades, después cada comunidad sí tiene gente que va rotando.
En este momento la policía no pisó, no está cerca de ninguna de las comunidades. He visto lo mismo en La Quiaca, en Abra Pampa, y en todas partes. La policía no está en contacto con las comunidades. Los que están cerca de las comunidades son la gendarmería, porque están ahí en la zona de frontera de La Quiaca, y en Purmamarca, porque el corte justo se da donde está el control de la gendarmería. Cuando nos acercamos nosotros para decirles que teníamos autorización para pasar, nos dijeron: bueno, andá, si te dejan pasar bueno, eso no lo manejamos nosotros. Pero donde está el corte no hemos visto ni un solo policía.
Los gendarmes están sobre la ruta, la policía no va a amedrentar los cortes. Pero qué hace, va a notificar de que están todos en contravención porque están todos asentados en la ruta. Entonces va, los notifican en las casas, les dejan debajo de la puerta notificaciones para iniciar un procedimiento en su contra, entonces administrativamente y por la vía de la contravención, es que están hostigando a la gente.
Otra cosa que a mí me sorprendió mucho, es que la gente que es afectada entre comillas por el corte, y tiene que estar parada ahí, es súper solidaria con quienes están haciendo el corte, hay camioneros que pasan y les dejan aceite, les dejan harina, yo he visto levantarse el corte una y otra vez, y empezar a circular, la gente pasa tocando la bocina, levantando los brazos, diciéndoles “aguante”, etc, y apoyándolos. Te diré que de cuarenta vehículos, son dos o tres los que pasan con cara de enojados sin decir nada, son hechos aislados. Incluso el turista, entiende la lucha y apoya a las comunidades en esto. En el tiempo que nosotros estuvimos no vimos agresiones, salvo un hombre, que al parecer era de ahí, que fue a gritar, a provocar a la gente que estaba en el corte y estaba notablemente alcoholizado, y después de un rato se retiró.
Hay 374 kilómetros de Salta a la Quiaca, pero se hizo bastante largo, por la cantidad de piquetes, no solo por el tiempo que duraban los cortes sino porque nosotros en el camino íbamos conociendo cortes, como te decía que no sabíamos que estaban ahí, charlando con la gente, explicándole a qué íbamos, se hizo larguísimo. Salimos de San Salvador de Jujuy a las dos de la tarde y llegamos a la Quiaca a las diez y media de la noche a la Quiaca, es decir que hicimos en ocho horas y media, algo que normalmente haríamos en cuatro, cinco horas.
Pasamos directo a la Quiaca, y después fuimos volviendo, porque vos hacés Salta, Jujuy, y después de Jujuy viene Purmamarca, Humahuaca, y uno va subiendo hasta llegar a la Quiaca que es el punto último. La mayor parte del tiempo, estuvimos en la Quiaca, luego al regresar nos quedamos un rato con la gente de Abra Pampa, que ya habíamos conocido a la ida, y lo mismo pasó con la gente de Hornaditas.
La gente la tenía súper clara en cuanto a la inconstitucionalidad de la reforma y en cuanto a su situación territorial. Las consultas de ellos, puntualmente iban en relación a las causas penales o contravencionales que se le iniciaran respecto a la manera que tenían de notificarlos la policía, sobre qué hacer en el caso de que encuentren una notificación debajo de la puerta. Ellos, en sus propias palabras te pueden explicar con claridad por qué les preocupa el tema del litio y del agua, todo eso lo tienen súper claro, y la propiedad sobre sus territorios, por eso las consultas fueron más respecto de las persecusiones que se les pudiera hacer desde lo penal o lo contravencional por estar haciendo los cortes.
“Imaginate los hermanos que vinieron del campo, están hace más de un mes, se bañan en la casa de otras personas, es inhumano, ya no damos más. Nosotros seguimos, pero necesitamos que en las capitales también se levanten los estudiantes, docentes, el pueblo, no sé, pero se debe visibilizar, aquí estoy viendo los canales y no hablan nada.” Esto nos decía el 14 de julio, hace casi un mes, una docente indígena quiaqueña, haciendo alusión ya a la realidad en la que se profundiza en esta nota, desde el derecho, gracias al testimonio de los abogados del colectivo ALFA.
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