Por Eduarda de Záitsev
Arte de tapa Martín Vera
Desde hace algunos años, el hoy candidato a presidente Javier Milei, viene llenándose la boca, vociferando su remañido eslogan de campaña, al grito de: “¡Viva la Libertad, Carajo!”.
Secundado por un nutrido séquito de aduladores, apadrinado por oscuros intereses, puesto en escena por el poder mediático y adoptando una bien estudiada pose de rebelde-new age-medio pelo-border, este personaje ha coseguido colarse en la cotidianeidad de gran parte de la población vanalizando un concepto caro a los destinos de la humanidad.
Cimentando su doctrina en un mal collage hecho con retazos de ideologías antagónicas, se fue apropiando de categorías, ideas, representaciones y símbolos variopintos, para conseguir una estética efectiva que lo propulsó en el ranking de los aspirantes a conducir el carro del Estado. En esta democracia está en todo su derecho, allá él.
La cabellera despeinada, las chaquetas de cuero, el negro y el plateado predominante en su vestimenta, el tono imperativo, amenazante e inquisidor de sus alocuciones, la parafernalia milenial en sus apariciones públicas son parte de una estrategia comunicacional que le brindó regulares resultados. No lo vamos a cuestionar por eso.
Sus insultos, exabruptos, obsenidades, divagaciones, incoherencias, contradicciones y mentiras dichas desde el púlpito televisivo para la tribuna, lo invistieron con la mitra de apocalíptico pontífice de una nueva religión, creada a su imagen y semejanza. No nos enoja.
Su lamebotismo hacia lo mas rancio de la clase explotadora, su desprecio por todo aquello que tenga tufillo a popular, sus volteretas electoralistas y sus reculadas cuando le apreta el zapato, lo arrojaron en brazos de lo mas nefasto de la casta a la que discursivamente denosta. No nos asombra.
Con todo, nos vemos en la obligación de decir algunas palabras con la intención de quitarle al concepto LIBERTAD el lodo putrefacto con que este personaje lo ha mansillado.
En primer lugar debemos decir que repudiamos sus intentos por apropiarse del título de LIBERTARIO que se autoatribuye. Por respeto a las figuras de millones de hombres y mujeres a quienes ese calificativo les ha costado muy caro, siendo que en otros tiempos, por reconocerse tales y actuar en consecuencia sufrieron cárceles, destierros, torturas y hasta pagaron con su vida el hecho enrostrar a los Estados opresores la esclavitud que siembran a su paso. Bástenos de ejemplo para ello la memoria de Miguel Bakunin, Pedro Kropotkin, Luisa Mitchel, Enrique Malatesta, Juana Ruoco Buela, Virginia Bolten, Luce Fabri, América Scarfó, Simón Radowitzky, Domitila Pareja, Severino Di Giovanni, Dardo Dorronsoro y Sergio Terensi.
En segundo lugar, manifestamos nuestro rechazo a que en su cóctel ideológico incluya a la filosofía Anarquista, que nada tiene que ver con sus aspiraciones de poder y caos, ya que la misma es incompatible con el sistema capitalista que él defiende, por ser éste la expresión mas refinada de la competencia que tiene como fin último el dominio de una clase sobre otra; en tanto que aquella se orienta hacia una sociedad donde la SOLIDARIDAD, el APOYO MUTUO y la COOPERACIÓN cultivadas a través de la universalización de los conocimientos, anularán el egoismo malsano que el liberalismo propugna junto con su ineherente división de clases, condición sine quanon para que las personas logren desarrollarse en verdadera LIBERTAD.
Por último, dejaremos acentado que reivindicamos el concepto de LIBERTAD por el que pelearon y murieron los Mártires de Chicago, los Obreros Rurales de la Patagonia Rebelde, las Libertarias de la Guerra Civil Española y tantos núcleos de personas que a lo largo de la historia han dado muestras de que, por más peluca y maquillaje con que se intente disfrazar la explotación, a cada Varela le llega su Wilckens. Perdón, quisimos decir que “a cada chancho le llega su San Martín”.
Excelente!!!!!