María Soledad Rosas, más conocida como Sole, llevó una vida que se delineó por el camino del amor y la anarquía. En junio de 1997 partió hacia Turín, Italia. Fue un regalo de sus padres por haberse recibido de su carrera universitaria en hotelería. Al poco tiempo de residir en este país conoce a Edoardo “Baleno” Massaro, 11 años mayor. La historia para narrar en esta nota se sintetiza como lo define el libro de Martin Caparros: Amor y Anarquía. Por Federico Paterno
Este relato comienza con la historia de una joven argentina que decidió, luego de conocer el amor libertario de Edoardo Massaro (35 años), viajar a España junto a él. Al regresar convivieron en un pallazzo (casa okupa) abandonado. Massaro integraba una organización Squatter (okupas).
Poco menos de tres meses fue el tiempo que tardó Soledad, con 24 años, en darse de lleno en la causa anarquista. Su alojamiento en la casa okupa de Turín, junto con Baleno, se destacaba también por las diversas acciones relacionadas a la reivindicación de derechos libertarios. Las actividades culturales eran varias, pasando desde radio alternativa hasta literatura para compartir.
Para hacer un poco de historia cabe destacar que la persecución ideológica comienza en 1996. Se promueve una cacería salvaje de encarcelamiento a los ácratas. Los cargos por los cuales se los buscó culpar para poder ser detenidos fueron de asesinato, acción subversiva e incluso venta de armas. La principal acusación fue la del sabotaje con dinamita y bombas molotov a un tren de alta velocidad (TAV) que une el norte de Italia con el sudoeste de Francia, además otros atentados en canales de televisión. Ninguno pudo comprobarse. La policía italiana (carabinieris) intentó inculpar a los anarquistas de ecoterroristas y de formar parte de una organización paramilitar llamada Lobos Grises.
LAS DETENCIONES
Entre el 5 y 6 de marzo de 1998 comienza en Torino una operación de arresto por parte de los carabinieris, como consecuencia de los hechos ocurridos en el tren anteriormente mencionado. A ello se le sumaron las embestidas que habrían sufrido las antenas de canales de televisión y la antena de comunicación de los carabinieris. Todos estos hechos fueron atribuidos a los anarquistas. Los supuestos responsables de estas acciones: María soledad Rosas, Edoardo Massaro y Silvano Pelissero (36 años). Los tres fueron detenidos bajo la acusación de pertenecer a una organización paramilitar denominada Lobos Grises o Luppi Griggi -en italiano-, grupo del que nunca se comprobó su existencia.
Al día posterior de sus detenciones hubo manifestaciones en repudio, con gran número de detenidos. Las marchas se repitieron varios días consecutivos. Las pruebas nunca verificaron la culpabilidad de los tres en estos hechos de sabotaje e intervención de las antenas de televisión. Soledad Rosas no estaba en el país al momento de realizarse los atentados al tren. Massaro se encontraba en la cárcel y Pelissero en Ginebra. La investigación ya tenía dos años de vigencia y las pruebas no aparecían. Culpables tenía que haber.
EL FINAL
El 29 de marzo, Massaro decide quitarse la vida ahorcándose en su celda. El día posterior Soledad decide comenzar una huelga de hambre. Así también lo hizo Silvano, el otro detenido.
El sábado 4 de abril se produce una manifestación multitudinaria en Turín con más de 8 mil personas pidiendo justicia y castigo a los responsables. En la marcha se acercaron personas de Alemania, Francia y Suiza entre otros países.
En una entrevista al matutino Página 12 (año 2003) el periodista Martin Caparros afirma: como opositora fuerte del Estado, se hizo cargo. Se podría haber corrido. La familia le ofreció poner un abogado que separara su causa de la Edoardo y Silvano. Era fácil decir que la habían engañado esos dos, y que ella, pobrecita e ingenua, había sido víctima de una maquinación. Y ella se negó absolutamente, rechazó ese abogado y quiso quedarse con sus compañeros. Ese momento marca la diferencia. Ella decidió seguir adelante.
Posteriormente al suicidio de Massaro, compañero de Soledad, se le concedió el arresto domiciliario a ella. El 10 de julio opta por dejar de vivir y María Soledad Rosas se ahorca en su habitación donde permanecía alojada. Se encontraba en la Comunidad para Recuperación de las Adicciones de Sottoipinti, Bene Vaggeno. Cada uno de los días que estuvo hospedada, la policía verificaba que se encontrara en el lugar. En el 2002 Silvano Pelissero es absuelto por la acusación de terrorista. No había pruebas que lo inculpen.
Sin querer convertirse en símbolo de nada, María Soledad Rosas se convirtió en un ícono de lucha de los Okupas en Europa. En las paredes de Turín se leían grafitis tales como: “Sole & Edo viveno”, “Giornalisti assesini” y “Sole ce viva”.
LA DESPEDIDA
La carta que Soledad Rosas escribió tras la muerte de Edoardo Massaro:
«Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema.
Siempre luchamos contra esta dominación y es por ello que hemos terminado en la cárcel. La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol. Para todo hace falta hacer una “solicitud”, hasta para leer un libro. Ruido de llaves y cerraduras que se abren y se cierran, voces que no dicen nada, voces cuyo eco se escuchan en los pasillos fríos, zapatos de goma que no hacen ruido y una linterna que en los momentos menos pensados está ahí para controlar tu sueño, correo controlado, la palabra prohibida. Todo un caos, todo un infierno, todo la muerte.
Así es como te matan día a día, despacio pero seguro, para hacerte sentir más dolor. Por eso Edo ha decidido terminar abruptamente con este dolor infernal. Al menos él se permitió tener un último gesto de mínima libertad, de decidir él mismo cuándo terminar con esta tortura. Entre tanto, me castigan a mí y me ponen en incomunicación. Eso significa no sólo no ver a nadie sino tampoco recibir ningún tipo de información, no tener una frazada para taparse. Ellos tienen miedo de que yo me suicide. El mío es un aislamiento cautelar, lo hacen para “salvaguardarme”, y así no tener que asumir la responsabilidad si yo decidiera también ponerle fin a esta tortura.
No me dejan llorar en paz, no me dejan tener un último encuentro con mi Baleno. Veinticuatro horas al día, un agente me custodia a cinco metros de distancia.
Después de lo que pasó, los políticos del partido verde que vinieron para darme su pésame y para tranquilizarme no se les ocurrió nada mejor que decirme que “ahora seguramente todo se va a resolver más rápido, ahora todos van a seguir con más atención el proceso y pronto te darán arresto domiciliario”. Después de este discurso me quedé sin palabras, estaba sorprendida, pero pude preguntarles si se necesita de la muerte de una persona para conmover a un pedazo de mierda, en este caso el juez.
Insisto, en la cárcel ya mataron a otros y hoy mataron a Edo estos terroristas con licencia para matar.
Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo. Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor.
Sole
P.D.: Si el hecho de encarcelar a una persona es un castigo, entonces a mí ya me castigaron con el asesinato de Edo. Hoy empecé la huelga de hambre. Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida.»