Es recordado como uno de los mejores equipos que supo dar el fútbol mundial. A través del trabajo y la solidaridad, donde todos atacaban y defendían y ninguno tenía una posición fija, supieron ser una de las principales potencias mundiales durante la década del cincuenta. Por Manuel López
Su última participación en mundiales fue en México 1986. Si bien estuvo presente en 1978 y 1982, su fútbol ya mostraba cierta declinación. Eliminada en primera ronda con solo dos puntos, fue vapuleada por 6 a 0 ante la URSS y 3 a 0 por Francia. Su única victoria fue producto de un 2 a 0 propinado a la débil Canadá. De ahí en más, el fútbol húngaro desapareció del mapa internacional, aunque tuvo su época de gloria.

Hace más de 60 años existió una generación de jugadores que ubicaron a Hungría en los primeros planos del fútbol mundial. Se los apodaba como los mágicos magiares o el equipo de oro, traducido al húngaro sería aranycsapat. La mayoría de estos jóvenes se desempeñaban en equipos locales. Algunos de ellos eran el Kispest FC, Honved (equipo del ejército húngaro) o el Ferencváros TC. De estos clubes y de otros más, surgieron jugadores como Ferenc Puskas, Sandor Kocsis, Zoltan Czibor, József Bozsik o Nándor Hidegkuti.
La historia comienza a escribirse en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952, Finlandia. Su participación no causó muchas expectativas, ya que para muchos se trataban de deportistas totalmente desconocidos. Hungría se encontraba bajo el Régimen Stalinista. La Federación no tenía la potestad para poder organizar ningún evento deportivo, salvo que el encuentro a disputarse cumpliera con el principal requisito: la victoria.
La presión era demasiada; sin embargo, la solicitud para participar fue enviada y fueron aceptados. El técnico del combinado nacional era Gusztav Sebes, el principal responsable para que su equipo jugara en el torneo olímpico. Sebes estaba convencido del talento y las cualidades de sus muchachos, sabía de lo que eran capaces.
Durante la ronda preliminar, superó por 2 a 1 a Rumania. En octavos derrotó a la Italia de Giuseppe Meazza por 3 a 1, en cuartos se impuso por 7 a 1 ante Turquía y en semifinales puso de rodillas a la defensora del título, Suecia, por un marcador de 6 a 0. Habían llegado a la ansiada final, el rival: la gran Yugoslavia.
El día de la final, Sebes recibió el llamado de Matyas Rakosi, Primer Ministro de Hungría y aliado de Stalin. Lejos de ser alentador, el mensaje estaba cargado de presión y amenazas. Lo único que se exigía era la victoria, la palabra derrota era inaceptable.
Todo el partido fue dominado por el conjunto húngaro. Beara, arquero yugoslavo, era la figura del encuentro. Sin embargo, la resistencia duró hasta los 70´, cuando Puskas estampó el 1 a 0. La revancha había llegado, dado que el guardameta rival le había bloqueado un disparo desde el punto penal. Faltando poco para la finalización, Czibor selló el 2 a 0 y la obtención de la corona olímpica para Hungría.

Cerca de 60.000 personas estuvieron presentes en el Estadio Olímpico de Helsinki. El novedoso sistema de juego impuesto por el 4-2-4 que se plasmaba en un fútbol vistoso y ofensivo, hicieron que el público les brindara su apoyo. Atrás había quedado el 3-2-5, distribución conocida como la W-M empleada por el famoso Wunderteam. En su llegada a Budapest, más de 100.000 personas fueron a recibirlos. Fue a través de aquel certamen disputado en 1952 que se dieron a conocer al mundo.
Entre 1950 y 1954 sembraron un invicto de 32 partidos: vencieron a Inglaterra en el mítico estadio de Wembley por 6 a 3 (los ingleses nunca habían perdido allí). Luego disputaron otro encuentro en Budapest. El resultado fue un humillante 7 a 1. En el Mundial de Suiza 1954 vendrían victorias por 8 a 3 frente a Alemania, 9 a 0 a Corea del Sur y 4 a 2 a Brasil. Además, sometió al campeón, Uruguay. La garra charrúa y la valentía que acusó en el memorable maracanazo, carecieron de ideas ante la aptitud y capacidad de Puskas y compañía. El marcador fue 4 a 2 para los europeos. La derrota se hizo presente en el encuentro menos esperado. Alemania se encargó de quebrar aquella racha luego de remontar un impensado 2 a 0 (conocido como El Milagro o Batalla de Berna). El partido concluyó por 3 a 2 y los teutones se hacían de su primera copa mundial.
La época de los magiares llegaría a su fin junto con la Revolución Húngara durante el mes de noviembre de 1956. El descontento ante el gobierno de la República Popular de Hungría y los manejos impuestos por la URSS, hicieron que el pueblo se levantara y exigiera su propio sistema político. Durante el suceso, muchos jugadores de la selección se encontraban en España. El Honved FC debía disputar el partido de vuelta contra el Athletic de Bilbao, por la Copa de Europa. En su estadía en tierras vascas, se produjo el estallido de la revolución en Budapest. Si bien algunos retornaron, la mayoría decidió no volver a su país, dado que gran parte de ellos portaban cargos militares. Uno fue Puskas, que terminaría jugando y consagrándose en el Real Madrid mientras que Kocsis y Czibor fueron contratados por el Barcelona. Con su salida de la selección se ponía punto final a la historia de los mágicos magiares.