Monseñor Enrique Angelelli fue asesinado en manos de la dictadura cívico militar de 1976 encabezada por Jorge Rafael Videla. El 4 de agosto de aquel año apareció su cuerpo al costado de la ruta 38. Al momento de su desaparición lo acompañaba Arturo Pinto, Vicario Episcopal que no perdió su vida, pero fue salvajemente golpeado. Por Redacción Ancap
La caratula de la causa decía”accidente automovilístico” el asesinato de un sacerdote comprometido con los más necesitados, la dictadura se llevo su vida por delante.
Monseñor Angelelli era obispo de la Diócesis de La Rioja. Desde 1961 fue elegido por decisión del papa Juan XXIII obispo auxiliar de Córdoba. En 1968 ya quedaría a cargo de la diócesis de La Rioja por nombramiento del papa VI.
Su trabajo se destacó en el vínculo con los más pobres, apoyó el trabajo organizado de los mineros de la provincia de La Rioja como así también de los trabajadores agrícolas del lugar. Sus misas tenían la particularidad de que llegaron a ser transmitidas por radio a los pobladores de la zona.

La causa por la muerte del sacerdote tuvo dos imputados: Luciano benjamín Menéndez y Luis estrella. Fueron condenados ambos a cadena perpetua.
Las primeras víctimas de la provincia fueron los sacerdotes: Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville de la parroquia de Chamical. Hombres uniformados de la “supuesta” Policía federal los lleva para reconocer unos detenidos. El final fue el sonido de las balas y los dos sacerdotes acribillados. Se comprobó que uno de ellos fue torturado antes de ser fusilado.
Varios de los sacerdotes de la provincia en reiteradas oportunidades le pidieron a Angeleli que se fuera de la provincia por temor a que algo le fuera a ocurrir. Había datos concretos que él figuraba en una lista para ser desaparecido.
“Eso es lo que buscan, que yo me vaya para que se cumpla lo del Evangelio, heriré al pastor y se dispersarán las ovejas…” Enrique Angelelli.
Es importante destacara que en agosto de 1967 Mugica al igual que Vicente zaspe y Monseñor Angelelli adhirieron al documento en el que 18 obispos encabezados por el brasileño Helder Camara dejaron claro el armado de lo que sería el Movimiento de Sacerdotes del tercer Mundo. Parte de este documento afirmaba “los cristianos tienen el deber de mostrar que el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos. Lejos de contrariarse con él, sepamos adherirlo con alegría, como a una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del Evangelio”.
“Creo y estoy convencido, de que aunque tengamos que sufrir, los tiempos que vivimos están cargados de esperanza y de cambios cada vez más profundos a los que todos aspiramos y somos llamados a ser actores y no espectadores miedosos” E. A
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