¿A QUIÉN VOTAMOS?

Las elecciones en EEUU abren un debate acerca de cómo elige la sociedad a sus dirigentes. Y en qué medidas estos son fiel reflejos de la mismas. Breve análisis de la situación Norteamericana en comparación con Latinoamérica, y Argentina en particular. Por Juan Alberto Perez

Hay un axioma popular que dice que cada pueblo tiene el gobierno que merece. Que el presidente es el reflejo de la gente que lo erige en ese lugar. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que la ciudadanía es fluctuante en sus gustos y deseos en cuanto a personajes de la política, y mucho más a ideologías gobernantes. Es así como es muy probable encontrar que después de un gobierno conservador se sucede uno con tendencias progresistas y viceversa. Y la serie de interrogantes que plantean estas situaciones son ¿Es realmente el presidente (o quién detente la primera magistratura por medio del voto popular) un fiel reflejo de la sociedad? Y si es así ¿Qué es lo que hace que los cambios que se producen en las sucesiones de mando sean tan marcados?

Es cierto que la figura presidencial, si no es un reflejo de la sociedad, es elegida por la misma ciudadanía mediante el voto, esto es lo que sucede en las democracias tal y como las conocemos en Occidente. Por lo tanto hay un grado de representatividad social por la figura que se erige. En Argentina cuando en 2011 Cristina Fernandez de Kirchner logra el 54% de los votos es una clara muestra de que supo representar la voluntad popular que es la que la elige para un segundo mandato. Como también es cierto que Mauricio Macri accede al poder con 51% de los votos, es decir, con el apoyo de la mitad del electorado. Son personajes de distintos orígenes, con discursos opuestos totalmente, que sin embrago, supieron de algún modo interpretar las demandas ciudadanas.

Pero ¿Qué es lo que pasó en la ciudadanía para que en cuatro años pase de un deseo de estilo de liderazgo a otro tan disímil?¿Cuál es la verdadera cara del pueblo argentino que en primera instancia voto por un liderazgo mucho más personalista y con tintes progresistas y nacionalista, a uno conservador y neo liberal? El juego de la democracia es un juego de alternancias, funciona si existen posibilidades de alternarse los colores políticos conforme la voluntad del pueblo lo requiera. Y la voluntad de los pueblos no es siempre la misma. Oscila, progresa y retrocede. En un momento determinado desea una cosa y en otro momento desea otra. Sino vamos al caso de las últimas horas en Estados Unidos. Los norteamericanos durante ocho años apoyaron a un gobierno encabezado por un demócrata (Barack Obama) que ha dejado su huella en la historia política del país del norte por ser el primer afroamericano en acceder a ese cargo,con toda la simbología que conlleva ser “negro” en EEUU. Un gobierno que, si bien no ha cesado en las acciones bélicas alrededor del mundo como es la costumbre imperialista de los “yankies”, intentó acercamientos históricos como los establecidos con Cuba, intentó impulsar una renovación en el sistema de salud pública de EEUU y una mayor permeabilidad por los derechos de las minorías como por ejemplo los inmigrantes en su mayoría latinos. Pero en este momento los norteamericanos deciden abalanzarse a las urnas para elegir un presidente que está en el margen de la extrema derecha, casi al borde de caerse, como Donald Trump. Un outsider (un fuera del sistema) que proviene del sector privado, que en una maratónica carrera política se convirtió en 18 meses de un civil normal al líder de una de las potencias económicas más grandes y temibles del mundo. Y lo que es peor aún, con un discurso claramente ultra nacionalista, conservador, racista, discriminador y xenófobo. Entonces lo que parece ser, es que la voluntad social ha cambiado de gusto o de necesidad ideológica. Por lo que parece a priori que el axioma debiera modificarse de que cada pueblo tiene el gobierno que merece a el pueblo tiene el gobierno que quiere en cada momento histórico. En 2003, 2007 o 2011 es probable que a Mauricio Macri no le hubiese ido bien en una contienda electoral presidencial (de hecho en 2011 no quiso subirse al ring contra CFK), porque el pueblo deseaba otro tipo de expresiones políticas, porque las necesidades populares no condecía con lo que representa la figura de Macri y toda su biografía. Empero, en 2015 sí supo representar lo que “la gente” (expresión amorfa si la hay) quería. Lo mismo que Trump, que supo cautivar el gusto de los norteamericanos con discursos directos e irreverentes. Algo que quizás en otro momento hubiese despertado un espanto generalizado.

Ahora claro, nos seguimos preguntado el por qué de estos cambios abruptos. Y aquí habría que adentrarse en las entrañas mismas de cada sociedad para entender cuales son aquellos anhelos y carencias que estos desean evacuar y por eso recurren a estos cambios de 180 grados. En la Argentina, a modo de ejemplo pero podríamos trazar un paralelismo con Brasil u otros paises de la región, durante los ’70 se sufrió la dictadura y su política represiva del individuo y de la sociedad, acompañado por un ahogo económico a la industria nacional y la extranjerización de la economía. En los ’80 la recuperación democrática trajo un destape de esa sociedad antes reprimida, pero con el tiempo las lesiones económicas productos de la “verdadera pesada herencia de la dictadura generaron las condiciones para el hambre y la miseria del pueblo que volvió a expresarse por una alternativa opuesta. Así es que los ’90 fueron tiempos de privatizaciones, de negocios financieros, uno a uno y “pizza con champán”. Esto se pagó caro a principios de siglo, los marginados por este sistema tomaron las calles y provocaron una ruptura no sólo con los políticos de turno sino también con la manera de hacer política. Ya en el siglo XXI la política en Argentina tuvo cierta tendencia de recuperación de “lo nacional”, de re significar nuestra historia y nuestro rol como sujetos políticos. Pero las presiones del establishment político y económico, las impericias de una administración que no supo resolver los problemas estructurales del país y un contexto internacional adverso generaron el caldo de cultivo para que la sociedad -engañada o no- decida que era el momento de volver a un modelo neoliberal, administraciones al estilo gerente de empresas, recortes y ajustes. Los resultados hasta el momento no fueron lo esperado por la amplia mayoría. Hay cada día más desocupados y se vive un estado de decepción creciente.

En EEUU la cosa no es muy distinta. A los años de Guerra Fría y las políticas de carrera armada, le siguió las teorías neoliberales de expansión hacia una economía global. De un gobierno apuntado como “libertino” (el de Bill Clinton) a un “convoy” de Texas como Goerge Bush. De el estrepitoso camino económico -con su zenit negativo en 2008 y la crisis financiera- acompañado de una politica de intervención militar en todo el mundo, nuevamente se perfiló por un gobierno con un representante de las minorías como Obama. Y ahora llega el hombre del jopo prominente con sus promesas de levantar un muro en la frontera con México, deshacer los tratados comerciales y elevar impuestos.

En definitiva lo que hace que los pueblos continuamente vayan cambiando sus gustos sus ideas sobre la elección de una figura está determinada por la (in)capacidad de un sistema establecido para garantizar al ser humano las condiciones necesarias para abastecerse de lo esencial para la vida. La cantidad de pobres, de marginados y de vulnerables que habitan en el mundo es cada vez mayor. Y no hay resistencias de latitudes. En todos los países funciona igual. Siempre que se sustenta la sociedad sobre las bases de un sistema que pone como medida fundamental la opresión del hombre sobre el hombre no hay ideologías que valgan.

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