Por Ludmila Fernández López
Con las pibas en las calles, con las banderas y los cuerpos pintados, con el grito urgente, los movimientos de mujeres escribieron otra página en la historia: Higui es libre. Fue excarcelada a primeras horas de este martes 13 del penal de Magdalena donde se encontraba hacía dos semanas, luego de pasar casi nueve meses en un destacamento policial en San Martín.
“¡Chicas, ya está!”, es el grito de júbilo de Higui que circula entre los grupos de WhatsApp de miles de personas sensibilizadas por el caso, que lo reproducen y lo reenvían con un nudo en la garganta de la emoción, pero con la certeza de que todavía falta mucha movilización para que la justicia patriarcal desarme sus derroteros de maltrato y violencia hacia las mujeres. Porque Higui fue víctima del patriarcado cuando la abordó una patota de violadores, pero también cuando la policía se le rió en la cara al verla golpeada, no le tomó la denuncia, violó la cadena de custodia de la evidencia, y cuando se la condenó por homicidio desconociendo de lleno las particularidades de la causa.
La historia –hoy, después de muchos festivales, jornadas, marchas, gritos- ya es conocida: Higui fue atacada en octubre del año pasado por una patota de diez varones que amenazó con violarla y empalarla para “hacerla mujer”. Un caso típico de violación correctiva, método de tortura infligido por hombres a lesbianas. Los agresores pretenden, por medio de la violación, doblegar esas cuerpas disidentes y devolverlas a donde ellos creen que deberían pertenecer: a la heterosexualidad obligatoria.
Fue recién en enero, cuando la abogada Raquel Hermida Leyenda tomó las riendas del caso y ofreció su patrocinio gratuito, que quedó al descubierto que la causa no se había movido en dos meses. La profesional fue contactada gracias al compromiso de la Defensora de Género de Malvinas Argentinas, Carolina Abregú, quien se enteró del caso por casualidad mientras visitaba a otra mujer privada de su libertad. Hasta ese entonces, Higui había sido una nadie: mujer, torta, morocha, futbolera y conurbana.
El 8 de marzo (Día de la Mujer y Paro Internacional de Mujeres), el 3 de junio (día de la marcha de Ni Una Menos) y también el 16 de mayo, Día de la Lucha contra el Lesbotransbiodio, se levantaron las banderas de Eva Analía de Jesús, la arquera escorpión, la lesbiana que se defendió y que fue castigada por la justicia patriarcal. La Asamblea Lésbica Permanente hizo suya la causa, en cada marcha de mujeres hubo una columna pidiendo por la libertad de Higui, y la página de Facebook “Justicia por Eva – Higui”, manejada por la familia y especialmente por su hermana Azucena, mantuvo el tema vigente en las redes.
Cuando René Higuita –a quien Higui le debe su apodo- pidió hace unas semanas por la libertad de esta arquera de barrio, de esta mujer que cumplió 43 años encerrada, que pudo hacer la escuela hasta cuarto grado y que vivía haciendo changas de jardinería, varios medios internacionales tomaron el caso. Antes que los medios argentinos, en el mundo empezó a hablarse de Higui, atacada por lesbiana y presa por defenderse.
Pero aunque hoy es tiempo de celebrar que Higui ya salió del penal de Magdalena, la pelea no termina. ¿Por qué la liberaron? ¿Reconocieron que lo suyo fue un acto de legítima defensa, o solo cedieron a la presión social (que no es poca cosa)? En los próximos días se conocerán más detalles del futuro de la causa. Ahora, lo importante es que Higui está en su casa, con su familia, que las hermanas la esperaron con milanesas y que todavía no durmió por recibir a tanta gente que la quiere. Pero la lucha sigue y mañana vamos por su absolución, por la condena a los nueve agresores y cómplices que se pasean libres por el barrio, y por el debido proceso a todos los actores estatales intervinientes en las irregularidades que sufrió Higui durante todos estos meses. Y también por la tipificación de la violación correctiva dentro del artículo 119 del Código Penal, como una forma de abuso sexual agravado. Porque en Higui confluyen tantas opresiones y a la vez tanta fuerza, que ya se volvió bandera de todas las sin voz y de todos los gritos que daremos por ellas.
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